La malhumorada estrella de pop y protagonista de ‘Vox Lux’ de Brady Corbet--llamada Celeste e interpretada por la talentosa Natalie Portman con exuberante desparpajo-- no se hace ilusiones sobre sí misma y menos sobre la industria en la que trabaja. “Estoy bastante segura”, dice ella, “de que cada año empeoran mis videos cada vez más y sin embargo generen más lana”.

Es un extraño regalo ver a Portman llorando a todo lo que da, ataviada en un deslumbrante vestido negro con lentejuelas, una mezcla entre Madonna y una aspiradora Roomba Robot. Pero Corbet, en su debut cinematográfico como cineasta, hace de Celeste algo más que un producto de consumo.

Él ve a esta cínica desenfrenada, a esta liberal de mirada insinuante y acento neoyorquino, manar directamente de una narración de Damon Runyon, como la víctima y encarnación de todo lo que está mal en Estados Unidos. Lo cual, en resumidas cuentas, para el cineasta significa casi todo, con un desdeño especial por la cultura popular y con mucho énfasis, demasiado para mi gusto, por la violencia.

En otras palabras, debajo de la deslumbrante superficie de ‘Vox Lux’ --el título de una de las grabaciones musicales de Celeste-- hay rasgos de personalidad más profundos, tantos que me encontré admirando la irrefrenable ambición de la película mientras rechinaba los dientes por su pretensión.

De vez en cuando, por ejemplo, un narrador, al que le da voz Willem Dafoe, comenta sobre la vida de Celeste en un tono heroico un tanto sarcástico que puede haber tenido la meta de amilanar la grandiosidad de la estrella, aunque solo la realza. Mi cita favorita es cuando Dafoe nos dice que “la pérdida de inocencia de Celeste refleja curiosamente la de la nación”.

El elemento de violencia es fundamental en la trama. Un tiroteo escolar al principio de la película deja a la joven Celeste, interpretada con tristeza por Raffey Cassidy, herida física y emocionalmente devastada. Quien sólo puede expresar sus sentimientos escribiendo, y luego cantando, una canción que se convierte en un éxito comercial --no solo en un éxito sino que, nos dice el narrador jovialmente, en “un himno para nuestra nación”, uno que la lleva inexorablemente a la esclavitud que prodiga la fama. (Cassidy también interpreta, melancólicamente, a Albertine, la hija adulta de Celeste).

De hecho, la canción en cuestión, una de las varias canciones escritas por Sia, es tan insípida que ni siquiera podría ser considerada como un himno de escuela secundaria.

Pero Celeste tiene un destino que cumplir, no si más sufrimiento entre tanto: su manejador, interpretado por Jude Law, no es lo que se podría decir una buena persona --enfrentando mucha más violencia en su entorno: los eventos del 11 de septiembre y más tarde, un ataque en Croacia perpetrado por terroristas con máscaras brillantes como las que se usan en uno de sus videos. En el proceso, su afecto permanece impasible --consecuencia de esa niñez traumatizada, mientras su carrera continúa floreciendo.

¿Qué podemos deducir de todo esto? Una inferencia fácil es que la desafección no es un impedimento para lograr el estrellato; y dado el glamoroso vacío del estilo elegido por Celeste, ésta bien puede ser una ventaja.

Lo mismo ocurre con la paranoia --ella florece con la creencia de que el mundo está en su contra-- y en el cinismo: el objetivo expreso de su nuevo concepto de actuación “es crear una experiencia tan implacable y adictiva como sea posible”.

¿Y qué hay de la redención, o al menos un halo de esperanza? Ésta no figura en el concepto de la película. A pesar de su sofisticado estilo y filosófica postura, ‘Vox Lux’ sólo tiene vacío debajo de la manga.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 08/01/2019