Brexit amenaza con despertar viejas rencillas en Irlanda del Norte: DJ

El funeral de Martin McGuinness de la semana pasada fue la evidencia más clara del extraordinario éxito del proceso de paz en Irlanda del Norte.

     Lo más destacable no sólo fue que Arlene Foster, la líder del Partido Unionista Democrático, o PUD, le rindiera homenaje al antiguo comandante del Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) que se convirtió en pacificador de Sinn Féin, enemigos de larga data del PUD, sino que ella fuera recibida con aplausos. Tales escenas habrían sido impensables hace 20 años.

     Sin embargo, bajo el simbolismo, las tensiones políticas en Irlanda del Norte hoy en día son tan grandes como en cualquier momento desde el Acuerdo del Viernes Santo de 1998 --y la mayor amenaza para el equilibrio constitucional es Brexit.

     La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea ha provocado nuevas divisiones en Irlanda del Norte, donde la mayoría votó en contra de Brexit, y entre Irlanda del Norte y la República Irlandesa, que permanecerá en el bloque Europeo. Los retos que enfrenta toda la isla son tan preocupantes que el principal negociador de la Comisión Europea, Michel Barnier, dijo la semana pasada que encontrar una solución rápida sería una de sus tres principales prioridades en las conversaciones del divorcio.

     El problema es fronterizo, principalmente. A menudo no se aprecia la importancia del papel que jugó la Unión Europea en facilitar la paz, ya que la membrecía conjunta del Reino Unido e Irlanda al mercado único y la unión aduanera de la Unión eliminó toda necesidad económica de establecer una frontera verdadera con la República de Irlanda, quedando por desmantelar únicamente la seguridad fronteriza como un impedimento para la paz.

     Desde que se eliminó esa frontera, las economías del norte y del sur se han integrado cada vez más. Muchas empresas ahora tienen operaciones, cadenas de suministro y mano de obra a ambos lados de la frontera. Y por supuesto, nadie quiere la reintroducción de una frontera real, ya que cualquier infraestructura podría convertirse en blanco de un ataque.