La administración de la presidenta Dilma Rousseff, que se encuentra temerosa por una posible pérdida en la calificación de la deuda de Brasil, está intensificando las medidas de austeridad, lo que ha enfurecido a sus partidarios y exacerbado una dolorosa desaceleración económica.

     El gobierno anunció topes en su gasto público e inversión, así como aumentos e impuestos adicionales para las empresas, movimientos que buscan revivir las deterioradas finanzas de Brasilia.

     Las nuevas medidas están destinadas a limitar el gasto federal a 75,000 millones de reales brasileños (26,300 millones dólares) del 1 enero al 30 abril, en comparación con 85,000 millones de reales gastados en el mismo período del año pasado. Esas reducciones siguen a una serie de recortes en los programas y aumentos de impuestos que han golpeado a los consumidores y a las empresas desde el comienzo del año.

     Los precios de los productos básicos como la electricidad, las tarifas de autobuses y la gasolina, han subido, ayudando a empujar la inflación anualizada a 7.1%, muy por encima de la meta oficial de 4.5%.

     Estas medidas, anunciadas la semana pasada, se presentan días después de que Moody 's Investors rebajó la deuda de la petrolera estatal, Petróleo Brasileiro, que enfrenta un escándalo de corrupción masiva, a la categoría de basura.

 

 



Fecha de publicación: 02/03/2015