5 de jul. (Sentido Común) -- Diversas personas se aglutinan en torno al auto Jetta blanco mientras se detiene por la luz roja del semáforo.

     Entre aplausos y gritos de felicitaciones, las personas se acercan al asiento delantero derecho a fin de poder tomarse una selfie, cruzar un par de palabras, palmear y darle un apretón de manos a quien ahí va sentado con la ventana abierta.

     Todo aderezado además con los flashes, las cámaras, los micrófonos boom y las grabadoras que la prensa motorizada emplea para obtener las imágenes y grabar las palabras de quien atrae la atención de las transeúntes y conductores cercanos.

     La escena, que se ha repetido a lo largo de los últimos días en varias avenidas y calles de la capital del país, podría pensarse que corresponde a los traslados de una célebre actriz, o de un reconocido cantante de rock.

     Nada de eso.

     En el vehículo que tanta atención atrae viaja el ganador de la elección del domingo pasado y quien a partir del 1 de diciembre se convertirá en el próximo presidente de México: Andrés Manuel López Obrador.

     Desde la noche del domingo, cuando los resultados electorales confirmaron el triunfo del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia con 53% de los votos --más de 30 puntos porcentuales de ventaja sobre su más cercano contendiente--, el hasta ese momento tres veces candidato presidencial ha causado un revuelo, con cientos de personas queriendo tocarlo, saludarlo y felicitarlo, algo insólito en un país en el que, en términos generales, existe desprecio por sus políticos.

     “Te quiero, voté por ti”, dice, por ejemplo una mujer, señalando a López Obrador al acercarse a su vehículo para saludarlo, recibiendo de su “nuevo héroe” un “gracias”.

    Claro que el nuevo estatus de rockstar del ganador de la elección del 1 de julio está generando gran controversia en ciertos círculos por los riesgos que el futuro presidente de México está tomando todos los días en sus desplazamientos al estar tan cerca de la gente y sin protección.

     Si bien la cercanía con la gente ha sido por años algo que lo ha caracterizado, ahora, frente a las circunstancias actuales, su manera de ser está cobrando una dimensión inesperada y, para algunos, preocupante.

     Para ellos, entre quienes están algunos de sus futuros colaboradores, López Obrador debería estar ya comenzando a usar cuerpos de seguridad para garantizar su integridad física.

     Sin embargo, hasta ahora, el futuro presidente de México se ha rehusado a aceptar el ofrecimiento que le hizo el presidente Enrique Peña Nieto hace un par de día durante un encuentro, de contar con elementos de seguridad.

     “Yo he sostenido que me cuida la gente, que me cuida el pueblo, que el que lucha por la justicia no tiene nada que temer”, dijo el virtual presidente electo tras ese encuentro para planear la transición. Sobre si usaré esos cuerpos de seguridad “no lo tengo todavía resuelto, no lo tengo definido, de modo que vamos a seguir así. Me va a cuidar la gente”.

     Un indicador del convencimiento de López Obrador de que la mejor protección a su integridad física es la gente fue el anuncio que ese día hizo de que cuando gobierne incorporará al Estado Mayor Presidencial, un órgano militar encargado de la protección y de la logística de los traslados y eventos públicos del presidente en turno, a la Secretaría de la Defensa (Sedena).

     Si bien el futuro presidente de México no ordenó el desmantelamiento de ese cuerpo, la decisión sí deja entrever una cierta modificación al concepto de seguridad que ha existido hasta ahora del jefe del Estado mexicano.

      Claro que la decisión de incorporar el Estado Mayor Presidencial a Sedena podría tener que ver más con una cuestión presupuestal para bajar el monto de recursos que recibe hoy la Oficina de la Presidencia, que con un cambio radical a las cuestiones de seguridad del jefe del ejecutivo mexicano. Pero de cualquier manera su traslado a Sedena hace evidente que López Obrador tiene una concepción, cuando menos, distinta de rol público que jugará como presidente.

     No todos, sin embargo, coinciden con esta postura, más en un país con altos niveles de violencia y en el que las bandas del crimen organizado aparentemente asesinaron a más de 100 políticos y más de 40 candidatos en el recién concluido proceso electoral.

     Una de las personas cercanas a López Obrador que cree que el futuro presidente de México no debería seguir viajando sin elementos de protección es Olga Sánchez Cordero, la candidata a ocupar la Secretaría de Gobernación en la nueva administración.

     Para ella, si bien como candidato era comprensible que López Obrador despreciara la seguridad, la postura ya no es válida como futuro titular del poder ejecutivo.

      “Como presidente, el estatus jurídico, político y de gobierno debe tener obviamente un sistema de seguridad que lo proteja, porque estamos hablando de que en un momento determinado lo que está en juego es la gobernabilidad, la estabilidad del Estado mexicano”, dijo Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en una entrevista para el programa televisivo El Asalto a la Razón, de Grupo Milenio.

     En redes sociales, especialmente Twitter, muchos partidarios del ex jefe de gobierno de Ciudad de México también han planteado la necesidad de que acepte cuerpos de seguridad personal.

     “Me asusta la nula seguridad con la que se mueve Andrés Manuel López Obrador aun ya siendo ganador virtual de la elección. ¿Neta ni un policía? Lo paran en la calle como si fuera quien sea. Eso se ve bien pero no creo que sea muy responsable. Le pasa algo y el problemón en que nos mete a todos”, escribió en su cuenta en la red social el periodista Arturo Ángel.

     Otros en esa red social también recordaron los magnicidios del siglo pasado de personas que, como López Obrador, se sentían protegidas por la gente que los rodeaban y admiraban, como ocurrió con el dirigente de India, Mahatma Gandhi, o el activista social estadounidense, Martin Luther King.

     El tema ya llegó incluso a la plataforma digital de peticiones Change.org, en la que cuatro mil 211 firmas hicieron ya la petición para que López Obrador y su familia cuente con seguridad personal.

     Para muchos en México está también aun presente el magnicidio del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio, que ocurrió el 23 de marzo de 1994, durante un mitin en la colonia de Lomas Taurinas, en la ciudad fronteriza de Tijuana.

      Pero más allá de los cuestionamientos sobre su seguridad, la victoria de López Obrador ha generado un renovado optimismo en millones de mexicanos que no se veía desde 2000 cuando el ganador de la elección de ese año, Vicente Fox, se convirtió en el primer candidato a la presidencia en derrotar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en más de siete décadas.

     En aquel entonces, como ahora, México atestiguó escenas de gran apreciación por su nuevo dirigente; como cuando Fox acudió horas antes de su toma de protesta a la Basílica de Guadalupe, el principal punto de reunión de feligreses católicos, para solicitar la ayuda de la santa patrona mexicana.

     La gente, a pesar del dispositivo de seguridad que impuso el Estado Mayor Presidencial, se desbordó en gritos de apoyo a favor de Fox: “Estamos contigo”. “No nos falles, Fox, no nos falles”, exclamaban sus seguidores.

     Ahora, 18 años después, esa esperanza ha vuelto a renacer por la llegada a la presidencia de alguien que muchos esperan pueda reducir los altos niveles de inseguridad que viven muchas regiones del país, reducir o erradicar la corrupción y mejorar el nivel de bienestar de millones de mexicanos pobres.

 

Fecha de publicación: 05/07/2018

Etiquetas: López Obrador Presidencia México 2018 elecciones