21 de feb. (Sentido Común) -- A casi cuatro meses de que los mexicanos elijan a un nuevo presidente y frente a la ventaja de ocho puntos que en promedio saca Andrés Manuel López Obrador a su más cercano perseguidor, muchos comienzan a preguntarse si esa diferencia hace ya prácticamente inalcanzable al candidato del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

     La interrogante cobra además mayor relevancia porque esta contienda, a diferencia de las otras dos en las que participó López Obrador, no sólo incluirá a otros dos candidatos de dos importantes coaliciones, sino muy probablemente a tres aspirantes independientes que podrían dividir el voto y hacer más fácil la victoria de López Obrador.

      Claro que al mismo tiempo, si la historia sirve de referencia, la respuesta a la pregunta sobre si el puntero tiene ya amarrada su victoria por la amplia ventaja que tiene es, para algunos, no.

     “Es muy probable que quienes piensan que el resultado electoral será el que vemos hoy en las encuestas, se encuentren muy equivocados”, escribió recientemente Gabriel Casillas, director de análisis y estrategia de Grupo Financiero Banorte, en su columna publicada por el diario El Financiero. “En mi opinión, nada está escrito todavía”.

     La confianza de Casillas en que la contienda no está definida y que respaldan otros expertos y analistas, se sustenta básicamente en que ésta no es la primera vez que López Obrador, a casi cuatro meses de la votación, encabeza las encuestas con varios puntos de ventaja, solo para sufrir, posteriormente, una derrota.

     En 2006, cuando compitió contra Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional (PAN) y Roberto Madrazo, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), López Obrador desperdició la ventaja de casi 10 puntos que llegó a tener frente al panista cinco meses antes de la elección. Al final, acabó perdiendo esa contienda por una diferencia mínima de 0.6 puntos porcentuales de la votación total.

     “López Obrador afirma que no perdió, que el triunfo le fue arrebatado por la mafia del poder. Las encuestas, en cambio, muestran cómo la contienda se fue cerrando”, escribió recientemente Sergio Sarmiento, columnista del periódico Reforma. “Al final cayó por escaso margen frente a Calderón, que recibió 35.91% de los votos contra su 35.29”.

      Por ello es que ahora hay quienes creen que lo mismo está por ocurrir; que la ventaja de ocho o 10 puntos que saca hoy López Obrador a Ricardo Anaya, el candidato de la coalición conformada por el PAN, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y por Movimiento Ciudadano (MC), se cerrará cada vez más para dejar una contienda mucho más competida de lo que hoy aparenta.

     “La diferencia no es tan grande y se está estrechando y esto aun cuando ni siquiera empiezan las campañas”, dijo Ulises Beltrán, socio de la firma de investigación de mercado BGC Beltrán y Asociados, en una entrevista telefónica.

     La predicción de que nada está escrito y que los rivales del candidato puntero lo podrán alcanzar obedece, para quienes así valoran las condiciones actuales de la contienda electoral, a que ya ven en el actuar de López Obrador pasos erróneos y similares a los que tomó hace 12 años y que le costaron, desde su perspectiva, la carrera presidencial.

     Tales pasos son, para algunos, los acercamientos que ha tenido recientemente con personas cercanas a la ex lideresa del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, o la postulación que hizo el fin de semana pasado del líder sindical minero, Napoleón Gómez Urrutia, para que pueda ser senador, bajo la modalidad de elección por mayoría relativa.

     Ambos líderes sindicales, que como López Obrador se forjaron en el sistema de partido único que creó el PRI y que dominó la política mexicana por casi ocho décadas, desde inicios de siglo pasado hasta el año 2000, no necesariamente gozan de la mejor reputación entre el electorado.

     Para muchos Gordillo y Gómez Urrutia ejemplifican muchos de los males que aún aquejan al actual sistema político del país y que supuestamente López Obrador buscará combatir en caso de ganar la presidencia.

     Hasta ahora las autoridades no han podido probar conductas ilícitas por parte de Gordillo o Gómez Urrutia, pero la forma autocrática como manejaron sus sindicatos antes de caer en desgracia por diversas acusaciones judiciales y los suntuosos estilos de vida que llevaban antes de enfrentar esos procesos legales, hacen pensar a muchos que ambos están muy lejos de los valores de honestidad y transparencia que conforman los postulados centrales de López Obrador y que le han ganado el respaldo de millones de electores, hartos de la corrupción y la impunidad que caracteriza al país.

     De ahí que tras aceptar al yerno y nieto de Gordillo como miembros cercanos a su campaña y de integrar a Gómez Urrutia a la lista de posibles senadores de Morena, López Obrador podría estar comenzando a generar dudas entre el electorado sobre lo que él realmente representa: ¿un cambio verdadero o más de lo mismo pero bajo una nueva marca?, o bien, ¿el supuesto combate a la llamada mafia del poder o más bien cambio de una mafia por otra?

     Los analistas creen, por tanto, que es el mismo López Obrador, quien inició muy bien el año al incorporar como colaboradores a gente con buenas credenciales, el que está, como hace 12 años, auto-saboteándose.

     En 2006, la decisión de López Obrador de no presentarse al primer debate en televisión, algo que muchos calificaron como una actitud antidemocrática, y su petición agresiva al presidente de aquel entonces, Vicente Fox, de guardar silencio con la expresión “cállate chachalaca”, le costó, para algunos, la elección.

     “La impresión que estaba causando hasta hace poco era que todos querían estar con él, pero oye llega un punto en el cual la gente va a tener que preguntarse: ¿voy a ser compañero de estos personajes [Gómez Urrutia] en el Senado?”, agregó Beltrán, en la entrevista telefónica.

     Claro que también hay quien no cree que la reputación de López Obrador como líder social, combatiente de la corrupción, de los privilegios y supuesto defensor de los que menos tienen, esté bajo presión por aceptar el respaldo de Gordillo, Gómez Urrutia, o incluso del sindicato disidente de maestros, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) o de políticos que estuvieron bajo sospecha de malo manejos durante sus mandatos --como el exgobernador de Zacatecas y exjefe de la delegación Cuauhtémoc, Ricardo Monreal, o del exjefe de gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard--.

     “Es poco probable que el escenario de 2006 pueda repetirse”, escribió el economista y simpatizante del candidato de Morena, Gerardo Esquivel, en una columna publicada en el diario El Universal.

     Para el académico del Colegio de México, el puntero en la elección está siendo mucho más cuidadoso en cómo se presenta a la sociedad y en los mensajes que dirige, lo que dificultará su descenso en las preferencias electorales como ocurrió en 2006

     “En general, se ha vuelto cada vez más cuidadoso en sus mensajes y en sus relaciones con el sector privado”, agregó Esquivel, en esa columna publicada antes de la inclusión de Gómez Urrutia en la lista de senadores por representación proporcional de Morena. “De hecho, algunos segmentos del sector privado han revelado que ya no desconfían de él como lo hacían en 2006. En esto sin duda ha ayudado la presencia de Alfonso Romo y de otros empresarios en su entorno cercano”.

     Así, ante el debate de lo que ocurrirá con las preferencias electorales, el tiempo será el que defina si López Obrador conserva su ventaja o si padece, como ocurrió hace 12 años, descalabros que puedan incluso costarle por tercera vez su victoria electoral.

 


Fecha de publicación: 21/02/2018

Etiquetas: México economía política gobierno López Obrador elecciones