23 de feb. (Bloomberg) -- Poner fin a la inmigración de indocumentados ha sido una gran prioridad para el presidente Donald Trump en su primer mes en funciones. Ha usado una táctica severa contra México, insistiendo en que el país pague el muro fronterizo que ha propuesto --una exigencia que la nación ha rechazado de manera reiterada. Dicha estrategia implica riesgos para Trump, ya que probablemente necesite la ayuda de México, si quiere lograr su objetivo de seguridad fronteriza.   

A pesar de la afirmación de Trump de que México está enviando “hombres malos” a Estados Unidos, la mayoría de las personas que cruzan la frontera sur provienen de otros países. Eso es un cambio significativo desde 2000, cuando la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos capturó un récord de 1.6 millones de personas, de las cuales la mayoría provino de México.

Mientras que la frontera de México con sus propios vecinos del sur es sólo un tercio de la longitud de la frontera de casi tres mil 200 kilómetros entre México y Estados Unidos, este es a menudo el punto de entrada de los refugiados provenientes del “triángulo norte”, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, en busca de asilo en Estados Unidos.

“Realmente, el flujo centroamericano ha sido la historia”, dijo Doris Meissner, comisionada de Immigration and Naturalization Service de Estados Unidos durante el gobierno del presidente Bill Clinton.

Aquí es donde precisamente la cooperación mexicana podría ser clave para Trump. En el pasado, México y Estados Unidos han coordinado su política de inmigración y a veces eso condujo a un aumento en el número de personas deportadas por México, aunque hay muchas razones por las que fluctúan las cifras de las deportaciones.

En cualquier caso, México deportó a más de 140 mil personas en 2016, 96% provino del “triángulo norte”. Esas son personas que, sin los esfuerzos de México, podrían haber llegado tranquilamente a la frontera de Estados Unidos.

México no tiene una frontera comparable con la que tiene con Estados Unidos; los inmigrantes pueden cruzar a México desde el sur en gran medida caminando a través de la selva o cruzando ríos en las balsas o llantas infladas. Los esfuerzos de aprehensión del país se centran principalmente en las carreteras que están más al norte, lo que obliga a los inmigrantes a usar caminos más difíciles que están alejados de las carreteras, controlados a menudo por bandas de traficantes de personas.

En 2007, Estados Unidos y México se asociaron en la Iniciativa Mérida, que buscaba fortalecer la seguridad en la frontera sur de México, abordar las cuestiones humanitarias y combatir el flujo de estupefacientes y la delincuencia organizada.

El Congreso de Estados Unidos ha asignado más de dos mil 600 millones de dólares para ayudar a financiar el plan. La implementación de la Iniciativa Mérida coincidió con la crisis financiera global, que probablemente contribuyó a disminuir el número de personas que emigraron a Estados Unidos a medida que disminuyeron las oportunidades económicas en ese país.

En 2014, la frontera de Texas registró un aumento en el número de familias y niños no acompañados que intentaban ingresar a Estados Unidos provenientes de Centroamérica. El flujo se desaceleró en 2015 después que el vicepresidente estadounidense Joe Biden visitó la región para hacerle frente a la crisis humanitaria y que México lanzó el Plan Fronterizo del Sur para asegurar su frontera con Guatemala, iniciando un endurecimiento sin precedentes contra los inmigrantes centroamericanos.

La mano dura hizo que las deportaciones de México aumentaran en 2015, pero la migración a Estados Unidos se recuperó el año pasado, impulsada por el empeoramiento de la situación de seguridad en el “triángulo norte”.

“Necesitamos la cooperación de México para abordar el flujo de personas que vienen de más al sur, [y] esa cooperación no está garantizada”, dijo Eric Farnsworth, vicepresidente de Council of the Americas, una organización empresarial estadounidense que promueve el libre comercio y la apertura de los mercados en América.

México ha dejado claro que las conversaciones con Estados Unidos deben ser exhaustivas y que ambas naciones no pueden tener una buena relación en algunas áreas, como los esfuerzos contra las drogas, y una mala en otras áreas, como la inmigración y el comercio.

Rex Tillerson, el secretario de Estado estadounidense, y John Kelly, el secretario de Seguridad Nacional, se reunieron este jueves con el presidente Enrique Peña Nieto para discutir las políticas de inmigración estadounidenses, entre otras cosas. Peña Nieto canceló una visita a Washington para reunirse con Trump el mes pasado por la insistencia de Trump en que México pague el muro fronterizo.

La retórica que claramente va en contra de México y los inmigrantes de Trump también está ayudando a impulsar el sentimiento en contra de Estados Unidos que priva en México, impulsando así las perspectivas electorales del candidato populista Andrés Manuel López Obrador, que pide a México abordar la agresión que viene desde el exterior con fortaleza interna.

“Se podría tener a un líder que sólo quiera poner a México primero y hacer que México sea grandioso otra vez, y decirle a Estados Unidos. ‘Ahora están por su cuenta’”, dijo Farnsworth. “Eso sería un verdadero revés”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Eduardo García

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Fecha de publicación: 23/02/2017

Etiquetas: EUA México Fronterizo Muro Frontera Sur Inmigración Triángulo Norte