15 de may. (Sentido Común) -- Desde que el estadounidense John D. Rockefeller fincó su imperio a finales del siglo XIX y principios del XX en el petróleo, este recurso no renovable ha estado asociado con riqueza.

     Los jeques árabes y sus emiratos han servido, en tiempos más cercanos, para refrendar el binomio petróleo-riqueza; además de que hoy algunas de las corporaciones más grandes, poderosas y acaudaladas del planeta son compañías petroleras, como ExxonMobil.

     Ante la inminente apertura del sector petrolero mexicano a los capitales privados, muchos se pregunten si no emergerá de los "veneros del diablo" una nueva camada de multimillonarios mexicanos.

     La pregunta podría parecer menos relevante luego del desplome de cerca de 50% que sufrió el precio del petróleo en los últimos meses y que le ha restado, hasta cierto punto, glamour y lustre al también llamado oro negro.

     Pero el declive no es el primero que experimenta esta materia prima y no será el último, además de que el crudo es también proclive a resurgir y reconvertirse de nueva cuenta en gran generador de riqueza.

     De ahí que pocos duden que la reforma energética tenga un enorme potencial para crear riqueza, individual o colectiva.

     En buena medida esa es la finalidad última del gobierno tras su decisión de permitir a los capitales privados no sólo explorar y extraer crudo y gas, sino incluso participar en un sin número de actividades de la industria energética, como el transporte, distribución, almacenamiento y venta de combustibles, en las que hasta hace muy poco, por ley, no podían intervenir.

     Con la llegada de los capitales privados al sector, el Estado espera liberar el potencial de los recursos energéticos con que cuenta México y que hasta ahora eran subutilizados por empresas estatales ineficientes e incapaces de cubrir bien las amplias y variadas actividades del sector.

     Con los cambios legales, las condiciones están, al menos en el papel, listas para que las empresas privadas puedan aprovechar y generar riqueza, principalmente de aquellas actividades relacionadas con la exploración y extracción de hidrocarburos.

     “Si uno ve el resto del mundo, obviamente los recursos naturales generan riqueza”, dijo Carlos Solé, co-presidente para América Latina de la firma de abogados Baker Botts, con sede en Houston. “Lo hacen a nivel empresarial y dependiendo del país y la jurisdicción también de manera individual”.

     Claro que la intención de la apertura energética mexicana no es exclusivamente que empresas energéticas mexicanas o extranjeras acumulen gran capital o que individuos pasen a engrosar la lista de los súper-millonarios.

     La finalidad última es que el país logré generar riqueza para beneficiar a todos los mexicanos y no sólo a unos cuantos.

     En teoría, la reforma energética está diseñada para que con la ayuda de los capitales privados México detone actividades que si bien permitirán a las empresas o a los individuos que las lleven a cabo obtener buenas ganancias, también hagan llegar esas ganancias a las cajas registradoras del Estado, vía impuestos, regalías u otras formas de extracción gubernamental, para que el país, en general, se enriquezca.

     Si eso ocurre, México podría elevar el nivel de vida de sus habitantes al contar con recursos para mejorar su infraestructura educativa, hospitalaria, carretera, portuaria, etcétera.

     Tal vez así las dos preguntas más complejas por responder sobre la riqueza que muy probablemente generará la reforma energética sean: ¿cuánto tiempo tomará la generación de esos beneficios?, y ¿quiénes podrán, y en qué grado, beneficiarse de la apertura energética?

     ¿Serán los individuos quienes arriesguen sus capitales, o las empresas que dediquen sus recursos las que más ganen? O bien, ¿será la sociedad que, vía mecanismos claros y transparentes, podrá extraer parte de las rentas que arrojarán las nuevas oportunidades en las que ahora participaran los capitales privados?

     Para muchos especialistas es claro que la generación de riqueza no ocurrirá de la noche a la mañana. Quienes esperen encontrar nuevos nombres en la próxima edición de las lista de las personas más acaudaladas de México, muy probablemente terminen desilusionados.

     “Va a tomar tiempo para que esto ocurra”, dijo Solé. “La exploración petrolera toma tiempo en desarrollarse. . . y luego hay que producir”, algo que no es tampoco instantáneo.

     El horizonte que están incluso manejando las autoridades gubernamentales para que comience a reportarse producción petrolera a manos de empresas privadas es de tres a cinco años, aunque en ciertos yacimientos que el gobierno ha comenzado ya a subastar la producción podría verse antes, el próximo año.

     Tampoco el plazo de cinco años implica que ciertos beneficios, como serán la contratación de trabajadores para realizar las nuevas tareas que llevarán a cabo las compañías privadas o las inversiones en maquinaria y equipo que tendrán que hacer para aterrizar sus planes energéticos, tardarán ese tiempo para tener un efecto multiplicador sobre el crecimiento económico del país y éste en el bienestar social.

     Pero si es razonable pensar que tomará ese tiempo a los capitales privados para comenzar a producir crudo, entonces también es lógico pensar los plazos para ver una verdadera generación de riqueza serán incluso mayores.

     Además, los momios están en contra de que una empresa de mediano tamaño pueda sobresalir en el proceso de apertura energética para convertir en breve tiempo a sus dueños en multimillonarios.

     Eso es difícil, dicen los expertos, por el diseño inicial que las autoridades dieron a la forma como se llevará gradualmente la apertura de la industria energética y por la falta de capital que enfrentan ese tipo de compañías.

     El gobierno ya inició el proceso para licitar 49 bloques petroleros en aguas someras mexicanas y en tierra para que los exploren y exploten empresas privadas. Sin embrago, esas licitaciones, que conforman lo que se conoce como Ronda Uno, incluyen requisitos que inhiben el ingreso de empresas medianas o nuevas al sector.

     “Las reglas para la Ronda Uno como se diseñaron para la primera fase exigen que [los participantes]. . . tengan experiencia y que tengan capital”, dijo Luis Miguel Labardini, socio de la empresa mexicana consultora en energía, Marcos y Asociados. Con esas reglas “estás excluyendo a muchos jugadores que quieran entrar. Quizás en una segunda etapa, [con menos requisitos iniciales], pueda haber mayor participación de otros jugadores”.

     Es claro para los especialistas que sólo las grandes corporaciones, con experiencia y recursos, serán las que en un principio saquen jugo a la apertura petrolera.

     De hecho, un requisito que están exigiendo las autoridades que regularán el mercado petrolero nacional a los capitales privados para poder participar en la Ronda Uno, es que muestren una capacidad probada de producción de crudo de al menos 10,000 barriles diarios en promedio durante los últimos cinco años.

     Tan sólo con este requisito muchas compañías privadas mexicanas que hoy ofrecen diversos servicios petroleros a la empresa petrolera estatal, Petróleos Mexicanos, y que desearían experimentar en el campo de la producción petrolera por ellas mismas, están excluidas de poder hacerlo en esta primera ronda, a menos que lo hagan en asociación con una empresa privada extranjera que cuente con esa experiencia de producción de petróleo crudo.

     Además, las actividades de exploración y extracción de crudo son intensivas en capital. Otra limitante que muy probablemente enfrenten empresas mexicanas petroleras de tamaño medio para poder participar en esta primera fase.

     En México, no existen los mercados de capitales con los que cuentan otros países para que una empresa petrolera pueda fondear fácilmente sus actividades de exploración y producción. El capital que se requiere para montar un sistema productor de crudo y la ausencia de mecanismos financieros para recabar los fondos para hacerlo, dejarán probablemente fuera a ese tipo de corporaciones.

     “En México existe la capacidad, los conocimientos y la experiencia, pero se requeriría un mercado de capitales más desarrollado para que empresas distintas a las grandes puedan participar”, agregó Labardini.

     Las empresas que sí podrían de inmediato convertirse en jugadores de la nueva industria petrolera mexicana podrán ser las grandes corporaciones o las corporaciones que cuenten con el respaldo de los grandes y conocidos empresarios mexicanos.

     En ese sentido, algunos de los hombres de negocios más acaudalados del país serán, probablemente, quienes en teoría podrán beneficiarse de la apertura energética en sus primeras etapas.

     Los tres hombres de negocios más acaudalados del país --Carlos Slim, Germán Larrea y Alberto Baillères-- comenzaron ya a moverse para aprovechar las nuevas oportunidades que ha creado la reforma energética.

     Los tres han creado filiales para participar en la industria petrolera y del gas. Slim, por ejemplo, anunció en octubre del año pasado que todas las empresas de su imperio que participan en el sector energético estarán a partir de ahora bajo la supervisión de su compañía Carso Energy.

     Así, esa empresa cuenta con todos los activos que tenían otras compañías controladas por Slim, como Carso Infraestructura y Construcción o Grupo Condumex, y que realizaban distintas actividades en la industria energética, como la construcción de plataformas petroleras o la prestación de servicios de perforación.

     Carso Energy es además dueña de las empresas Tabasco Oil Company, con sede en Colombia, y de la compañía petrolera mexicana, Bronco Drilling MX.

     Larrea, por su parte, cuenta con una compañía dedicada a actividades de perforación, Perforadora México, o Pemsa, que es parte de la empresa minero-ferroviaria, Grupo México. La empresa lleva a cabo diversas labores de perforación tanto en tierra como en zonas marinas y se describe así misma como una empresa proveedora de servicios integrales de perforación.

     Por su parte, Baillères anunció hace un mes la creación de una nueva empresa, PetroBal, que se dedicará a la exploración y extracción de petróleo crudo.

     Claro que no sólo por participar en el sector se puede asegurar que tendrán, primero, éxito y, segundo, que generará riqueza. “También se puede perder riqueza”, dijo Solé.

     Si bien los beneficios de la industria petrolera son altos, también lo son sus riesgos. El desarrollo de la industria petrolera tiene muchas historias de fracaso donde inversiones mal planeadas provocaron enormes pérdidas, con enorme destrucción de valor.

     “Un ejemplo bien obvio es el brasileño Ekie Batista, que hace unos años era un súper-millonario y hoy está en quiebra”, agregó Solé.

     En pocas palabras, la industria petrolera es una industria de altos riesgos. Si bien las técnicas para descubrir y poder extraer crudo han mejorado mucho, nada es aún seguro y menos en materia de recuperación de la inversión.

     “Habrá inversionistas que están dispuestos a tomar riesgos y probablemente tengan éxito. . . pero estas actividades son de gran riesgo, porque el riesgo geológico implica que no todo lo que inviertes tiene resultado”, dijo Labardini.

     Si bien el sector que mayor riqueza puede generar en el menor tiempo posible es el petrolero, existen también otros sectores en el campo de la energía que algunas compañías comienzan ya a explorar para ampliar sus actividades empresariales y con ello incrementar sus ventas, ganancias y valor.

     Dos compañías que de hecho están ya aprovechando los cambios legales aprobados en 2013 y 2014 para abrir la industria energética a los capitales privados, aunque no en la industria petrolera como tal, son Fomento Económico Mexicano, o Femsa, y Mexichem.

     Femsa, la mayor empresa embotelladora de refrescos Coca-Cola en América Latina y dueña de la cadena de tiendas de conveniencia Oxxo, anunció a finales de febrero su plan para participar de lleno en la distribución y venta de gasolina en México. Esto porque a partir de 2017, el país permitirá que se vendan gasolinas con otras marcas a la de Pemex.

     Femsa, con sede en Monterrey, dijo que comprará 227 gasolineras a las que ya brinda asistencia técnica y comercial para pasar a vender ella gasolina de forma directa. En la mayoría de las gasolineras que Femsa planea comprar, la compañía cuenta ya con una de sus tiendas Oxxo. Esas gasolineras operan de hecho bajo la marca distintiva de Oxxo Gas.

     Hasta ahora Femsa no podía operar gasolineras de forma directa por tener una importante base de inversionistas extranjeros. Los cambios legales, sin embargo, eliminaron esa limitante.

     En el caso de Mexichem, la apertura remueve una restricción crucial para que pueda producir en México los llamados petroquímicos básicos. Hasta antes de los cambios esas actividades estaban reservadas a Pemex.

     Sin embargo, la reforma energética abre el sector de par en par a los capitales privados por lo que la compañía, como indicó en su último reporte anual, se está preparando para aprovechar las "nuevas actividades derivadas de la reciente reforma energética".

     La amplitud de oportunidades que ofrece la reforma energética hacen por lo tanto más factible que sí puedan emerjan nuevos nombres de empresarios que al llevar a cabo una buena estrategia empresarial en materia energética puedan en cierto tiempo convertirse en multimillonarios, aun cuando no participen en la exploración y extracción de crudo o gas.

     Un apellido que podría así ingresar pronto a los listados de los empresarios mexicanos multimillonarios y que está asociado a la industria de la energía, es: Calvillo.

     Los hermanos Fernando y Manuel Calvillo son dueños de la empresa que fundó su padre, Fermaca, una compañía prestadora de diversos servicios de energía y logística de combustible, con sede en la Ciudad de México.

     Fermaca, de acuerdo a sus propietarios, vale hoy cerca de 1,000 millones de dólares gracias a los múltiples contratos de edificación de gasoductos, terminales o sistemas de transporte de Liquefied Petroleum Gas, o LPG.

     Si bien el valor de la empresa no es verificable por ser una compañía privada, sí es claro que Fermaca ha venido creciendo de manera vertiginosa en los últimos años, lo que le ha permitido participar ya en diversas licitaciones internacionales.

     A finales del año pasado, por ejemplo, la empresa ganó el concurso que convocó la empresa eléctrica estatal, Comisión Federal de Electricidad, para construir un gasoducto de 423 kilómetros de longitud entre las poblaciones de El Encino, en el estado de Chihuahua, y La Laguna, en el estado de Durango.

     Para ese proyecto, Fermeca prometió invertir 530.1 millones de dólares, lo que habla ya de su capacidad técnica y financiera.

     La empresa también opera el gasoducto Corredor Chihuahua con 386 kilómetros de longitud desde la frontera con Estados Unidos hasta Chihuahua y es además dueña del gasoducto Palmillas-Toluca con el que abastece a la empresa Gas Natural México en Toluca, capital del Estado de México,

     Con la apertura energética, Fermeca podrá ser una de las compañías privadas ganadora y con ella sus accionistas de control, además de que el país podrá contar con nueva infraestructura para el transporte de gas que permitirá hacer llegar ese combustible más barato a empresas o plantas eléctricas, las que a su vez podrán rebajar sus costos y, porque no, sus precios en beneficio de todos los mexicanos.

     Otra empresa que también muchos analistas consideran que podría resultar ganadora de los cambios legales de la industria petrolera nacional es Grupo Diavaz, que presta diversos servicios petroleros a Pemex y que ya opera para esa compañía dos campos petroleros en los que produce 25,000 barriles de crudo diario.

     Diavaz es propiedad de los hermanos Luis y Óscar Vázquez, y de Alfredo Bejos. La empresa está en una excelente posición para no sólo poder ya explorar y extraer crudo para ella misma, sino también para brindar servicios a las grandes empresas nacionales o extranjeras que lleguen al país para aprovechar la apertura del sector.

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Fecha de publicación: 18/05/2015

Etiquetas: México petróleo reforma energética riqueza economía crecimiento