Greta’ (‘La viuda’) es “petit guignol” tratando de pasar por “grand”, una película de terror hecha por personas que se olvidaron divertirse. Uno de ellos, su director, Neil Jordan, quien hizo una película memorable llamada ‘The Crying Game’ (‘Juego de Lágrimas’) hace casi tres décadas.

Este es el juego de los quejidos, una historia inepta del peligro, encierro y desmembramiento, de sólo un meñique que se corta, pero aun así.

El papel principal lo desempeña Isabelle Huppert, una estrella internacional de grandes logros --138 créditos hasta ahora, y muchos más por venir después de esta pequeña aberración.

Huppert es francesa, mientras que Greta, una profesora de piano clásico, pretende serlo; no solo es su acento francés, sino también las viejas canciones de Jacqueline François sobre París que suenan incesantemente en un tocadiscos en su amenazante departamento de servicio de Brooklyn.

Greta también finge estar en su sano juicio, y lo logra lo suficientemente bien como para atraer a la joven e inocente Frances (Chloë Grace Moretz) a su órbita sesgada.

Excepto que ella no lo hace en realidad. En las películas bien construidas de este género, cada paso sucede porque así debe ser, con un carácter inevitablemente agradable. En ‘Greta’, cuyo guión amateur fue escrito por Ray Wright y el director, cada paso sucede porque no habría película si no fuera así, por nebulosa o inexistente que sea la lógica.

El encuentro ocurre después de que Frances, recién llegada a Nueva York y que vive en Manhattan, encuentra una estilizada bolsa, que contiene dinero y una identificación, misma que Greta ha dejado intencionalmente en el metro. Esa es una coincidencia media aceptable, aunque la bolsa podría haber sido recogida con la misma facilidad por un veterano de Irak sin hogar con trastorno de estrés postraumático, ¿y qué tipo de película sería?

 En cualquier caso, claro, Frances es una persona honesta, por lo que le lleva la bolsa a su dueña en Brooklyn. Y lo que es más, ella acaba de perder a su madre, por lo que, de acuerdo con los dictados del guion, necesita un reemplazo, y Greta parece caer en ese molde.

Excepto que, aquí de nuevo, ella realmente no lo hace. Greta es tan obvia e insufriblemente loca, y Frances hace un descubrimiento tan impactante sobre ella tan rápido que, por todo lo sagrado en la dramaturgia, la película debería terminar después de las primeras escenas, con la ingenua regresando a su casa en Manhattan, sin mirar atrás.

En vez de eso, debemos soportar una parte en la que Greta se convierte en una acosadora estándar, tras suspender cada fragmento de incredulidad cuando Frances se vuelve a conectar con este monstruo, motivada por un absurdo consejo de su compañera de habitación.

 Ah, y hay un perro. ¿Por qué debería haber un perro? Debido a que Frances ama a los perros, Greta consigue uno, y el perro de Greta tiene un atractivo que trae a Frances de regreso a Brooklyn, donde aún le esperan los peligros más desagradables.

El problema básico, aparte del material invenciblemente tenebroso y derivado, es que la plomiza dirección de Jordan nunca encuentra un tono optimista. Las películas de terror no se supone que sean deprimentes; deberían excitarnos, incluso deleitarnos, en el proceso de asustarnos.

 Greta’, sin embargo, inspira mucha melancolía, acompañada no solo por las cuerdas de Jacqueline François, sino también por Greta tocando Liebestraum (Sueño de amor) de Franz Liszt en su antiguo piano. Cuanto más tocaba Liebestraum, más quería mi lebensraum (espacio vital); simplemente cualquier cosa para salir de allí.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 12/06/2019