Durante un momento inusualmente reflexivo en ‘John Wick Chapter 3: Parabellum’ (John Wick 3: Parabellum’), el héroe busca a La Directora (Anjelica Huston), una misteriosa jefa del crimen que ayudó a criarlo y que lo ha protegido en el pasado.

Ella está consternada de que él huya con una recompensa de 14 millones de dólares sobre su cabeza. “Todo esto para qué, ¿por un cachorro?”, pregunta ella. “No solo era un cachorro”, él insiste.

Bueno, no lo fue, y lo fue. A estas alturas, Wick, el asesino a sueldo interpretado por Keanu Reeves, ha soportado, y debe vengar, innumerables insultos a su cuerpo y psique.

En un momento en esta nueva entrega, completamente satisfactoria, de la franquicia de acción y aventuras, él va corriendo a toda velocidad, como si los numerosos cuchillos sobre su espalda no fueran más que agujas de acupuntura. Pero todo el caos comenzó, en la primera película hace cinco años, con un cachorro, una adorable beagle llamada Daisy, entregada a su puerta como un regalo que su esposa concertó antes de su muerte.

Daisy trajo un nuevo amor a la vida de John hasta que los matones de un sindicato del crimen ruso invadieron su casa, mataron a su cachorro y casi lo matan a él.

Los perros figuran significativamente en la serie. Wick consiguió uno nuevo en la segunda entrega, un pit bull sin nombre. Él, o, quién sabe, ella, tiene un papel en la última iteración, que también cuenta con feroces perros de ataque de propiedad y que son manejados por Sofía, interpretada por Halle Berry. Ella también asesina.

Sofía vive en el esplendor morisco de Marruecos y envía a Wick a un viaje que lo lleva caminando a través de las arenas del desierto sin sendas, una figura solitaria que viste un traje de negocios bien ceñido.

Esa evocación sobre ‘Lawrence de Arabia’ es una de las muchas imágenes hermosas y completamente absurdas que otorgan distinción a la película, que fue filmada por Dan Laustsen y dirigida por el antiguo especialista en armas y coordinador de artes marciales Chad Stahelski.

De hecho, los perros dominan en otra película que está actualmente en cartelera ‘A Dog’s Journey’ (‘La Razón de Estar Contigo: Un nuevo viaje’) y que también fue reseñada por mí.

Pero, ¿por qué, podría usted preguntarse, estoy insistiendo en el tema? Porque mi propio perro, mi querido Skeezix, está gravemente enfermo después de haber llenado de alegría mi vida durante los últimos 16 años.

No estará conmigo durante mucho más tiempo y, como entenderá cualquier amante de los perros, es difícil, en un momento como este, ver a los perros en una gran pantalla y no sentirse conmovido por ellos.

El nuevo John Wick fue la primera de las dos películas que se estrenaron, y la abordé con temor. ¿El amor de Wick por los perros, y toda la conversación sobre ellos, se interpondría en mi proceso de disfrutar la cinta?

No

Ni siquiera un poco, como resultó, por razones relacionadas más estrechamente con las películas, que con los caninos.

Tenía sentimientos encontrados sobre las anteriores sagas de John Wick, admirándolas por la elegancia de sus secuencias de acción; haciendo las pases con su implacable violencia; avanzando alegremente con su intensa cadencia, y nunca resintiendo algo sobre el asesino impasible en su centro, una figura de poder motriz, enfoque feroz, virtuosismo formidable y ninguna personalidad detectable.

 Esta vez no sentí nada por su perro, y casi nada, por el espacio de 130 minutos, por el mío. Sin embargo, eso pareció perfectamente natural; fue un curso de actualización y de liberación, en la naturaleza del entretenimiento escapista.

El placer de estos espectáculos surge de su artificialidad no adulterada. Perros, caballos, rituales antiguos, vehículos exóticos, armas antiguas, hoteles esplendorosos, reglas arcanas de un consejo sombrío de señores del crimen llamado La Mesa Alta, son todos accesorios, oropel y dispositivos en un sueño violento de movimiento perpetuo.

Los sentimientos encontrados sobre la violencia --la hiperviolencia entumecidad y entumecedora-- son ineludibles, o deberían serlo; su valor como catarsis es, en el mejor de los casos, ambiguo.

Sin embargo, no hay nada dudoso acerca de las mejores elementos de acción en ‘John Wick: Chapter 3 — Parabellum’, aunque la película se queda sin ideas frescas hacia el final.

Una pelea en una biblioteca le da un nuevo significado a la noción de libresco. Una pelea en un establo levanta, y cumple, las expectativas de pezuñas. Un ensayo de danza en el escenario de un teatro de Brooklyn no es menos artístico que el combate, aunque tampoco más.

Y en una secuencia alegremente extendida sobre un puente de East River, se enfrenta a columnas de combatientes en motocicletas con espadas.

 Esto, en todo caso, es el maullido del gato.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 21/05/2019