A las jóvenes de hoy se les enseña a creer que pueden ser lo que quieran ser: “¡Poder femenino!”

Pero llegar a la cima requiere una mentalidad competitiva sana, así que una nueva investigación muestra que muchas niñas tienen problemas para manejar el estrés y las emociones que implican la competencia implacable.

Esta renuencia a competir puede tener un impacto en las decisiones educativas de las niñas, sus trayectorias profesionales y su eventual acceso al poder, lo que contribuye en brecha salarial histórica que priva entre hombres y mujeres.

Afortunadamente, los psicólogos dicen que los padres pueden ayudar a las niñas a considerar normal la competencia --siempre que la atención se centre en el tipo correcto de lucha para superar a los demás.

Para muchos jóvenes de hoy en día, la definición de éxito en la sociedad es limitada: obtener un 10 de calificación, ser admitido en una universidad de élite e iniciar una buena carrera. Las niñas saben que están compitiendo con sus amigos por oportunidades educativas y laborales.

Pero mientras que la mayoría de los niños están socializados para pensar que competir es divertido, incluso cuando se enfrentan a sus amigos más cercanos, la mayoría de las niñas están condicionadas desde una edad temprana para trabajar juntas con el objetivo de alcanzar sus metas.

Un estudio de casi 60 niñas pudientes de secundaria a preparatoria, publicado el año pasado en Journal of Adolescent Research, encontró que se sienten presionadas para no reconocer abiertamente sus aspiraciones, lo que aumenta su estrés.

Durante dos años consecutivos, los investigadores realizaron entrevistas extensas con estudiantes, padres y maestros de dos escuelas independientes de un solo sexo para descubrir los principales factores de estrés que enfrentan las niñas.

Una fuente importante fue la “competencia entre similares” y la falta de orientación de los adultos sobre cómo ser parte de una comunidad unida pero competitiva.

De acuerdo con los investigadores, “muchas de estas chicas hablaron de mayor ansiedad y estrés, e incluso de una baja autoestima a consecuencia de sentirse como si no estuvieran cumpliendo con los altos estándares y mantenerse al corriente con sus compañeros”.

La investigadora principal, Renee Spencer, profesora de trabajo social en Boston University, dijo que la competencia es “más compleja para las niñas porque sus relaciones son muy importantes para su bienestar”.

Las niñas pueden tener dificultades para reconciliar su deseo de ser una fuerte competidora con ser una buena amiga, dijo la psicóloga infantil Lisa Damour, autora de “Under Pressure: Confronting the Epidemic of Stress and Anxiety in Girls” (Bajo presión: enfrentar la epidemia del estrés y ansiedad en las niñas), en parte debido a los mensajes contradictorios que reciben .

“Los padres a veces confunden ser ambicioso con ser cruel, por lo que, sin siquiera darse cuenta, pueden indicar que las niñas deben moderar su esfuerzo para protegerlas de las críticas”, dijo la Dra. Damour.

Y los adultos han sido tan enfáticos en que las chicas deben ser consideradas, dijo, que muchas ni siquiera saben que tener una personalidad competitiva puede ser bueno para ellas.

Los investigadores distinguen entre sentimientos competitivos saludables y no saludables. Una sana actitud competitiva es impulsada por el deseo personal de sobresalir, encontrar alegría compitiendo contra oponentes dignos y está asociada con una alta autoestima y un comportamiento que favorece a la sociedad.

Además, la competencia que no es sana, por otro lado, está impulsada por el deseo de mostrar superioridad sobre un oponente, disfrutar de la pérdida de un oponente y se asocia con una baja autoestima, enojo, depresión y ansiedad.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 09/05/2019