La construcción de una refinería, como la de la foto, en el puerto de Dos Bocas no es la causa de los problemas financieros de la empresa petrolera estatal, Petróleos Mexicanos; pero si una pieza que agrega incertidumbre al plan de rescate gubernamental de esa compañía. Foto AP/Vahid Salemi.
La construcción de una refinería, como la de la foto, en el puerto de Dos Bocas no es la causa de los problemas financieros de la empresa petrolera estatal, Petróleos Mexicanos; pero si una pieza que agrega incertidumbre al plan de rescate gubernamental de esa compañía. Foto AP/Vahid Salemi.

21 de jul. (Sentido Común) -- Para la mayoría de los especialistas la gota que podría derramar el vaso de los esfuerzos de la petrolera estatal, Petróleos Mexicanos, por revertir sus problemas financieros y operativos, es la construcción de una nueva refinería en el puerto de Dos Bocas, en el estado de Tabasco.

     La posibilidad de que ese proyecto productivo cueste al final más de los ocho mil millones de dólares, y tarde más de los tres años, que hoy estima Pemex, hace que la séptima refinería de la petrolera sea vista como un riesgo innecesario para el rescate que está instrumentando el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador de la petrolera estatal.

     Claro que lo que tampoco disputa la mayoría de los expertos es que la causa de que este complejo productivo sea hoy el centro del huracán y genere tanta incertidumbre para el futuro de Pemex, no es más que la débil situación financiera y operativa en la que dejaron a la empresa más grande del país los gobiernos anteriores --principalmente el de Enrique Peña Nieto.

     “Sin duda, en la gestión de la administración anterior hubo algunas decisiones que afectaron el perfil financiero de Pemex”, dijo Luis Manuel Martínez, principal analista de Pemex con la agencia calificadora Standard & Poor’s, en una entrevista telefónica. “La estrategia de haber tomado mayor endeudamiento y que eso no haya acompañado una mayor producción y mayores ingresos debilitó” las finanzas de la petrolera.

     Así, si López Obrador podría derramar el vaso con la edificación de la refinería de Dos Bocas, la responsabilidad de haber vertido el agua hasta el borde recae, de acuerdo a varios expertos, en los gobiernos anteriores que mal administraron a la petrolera mexicana dejándola con una deuda de cerca de 106 mil millones de dólares, la mayor para un productor de crudo a nivel mundial, y con una producción petrolera de la mitad que tenía hace 15 años.

     “No es defendible que [gobiernos anteriores] hayan endeudado a Pemex y no hayan invertido para revertir la caída de la producción de crudo”, dijo Luis Miguel Labardini, socio de la empresa consultora Marcos y Asociados, Infraestructura y Energía y quien laboró en el pasado en Pemex, también en una entrevista telefónica.

     Diversas métricas dejan en claro que mientras las administraciones pasadas iban incrementando la deuda de la petrolera, los recursos no se invertían para revertir la caída de su producción de crudo, debilitando con ello la capacidad de pago de la empresa.

     Por ejemplo, en el sexenio de Peña Nieto, la deuda de Pemex se más que duplicó en pesos, mientras que esa deuda medida en dólares creció en más de 38 mil millones al pasar de 72 mil millones de dólares al inico de esa administración a 110 mil millones a finales de 2018.

     La tasa de avance anual de las obligaciones dinancieras de Pemex en pesos fue de 21%; al mismo tiempo que la producción bajó de 2.5 millones de barriles diarios al inicio de su gobierno en 2013 a 1.8 millones a finales de 2018, o una caída de casi 30%.

     Además, durante ese sexenio las proyecciones anuales de producción de crudo de Pemex jamás se cumplieron. La empresa incluso tuvo que ir reduciendo esas estimaciones año con año ante su incapacidad por alcanzar las metas establecidas 12 meses atrás.

     Los especialistas atribuyen esa caída a la decisión del gobierno de que Pemex no invirtiera en nuevos campos o en yacimientos maduros.

    “La mayor deuda no iba a exploración, sino iba a otro lado”, dijo Labardini. “No queda claro hacia dónde fue, lo que si queda claro es que en Pemex el gasto corriente se mantuvo, al mismo tiempo suspendieron los contratos de perforación de pozos”.

     Para Labardini, la petrolera estatal pudo tomar decisiones de carácter quirúrgico para mejorar su posición financiera, en lugar de tomar la ruta burda --aunque más fácil--, de cancelar los contratos de exploración y extracción.

     “La caída de la producción no fue por los campos, sino por la decisión que tomó la Secretaría de Hacienda de hacer desaparecer la inversión en lo que es precisamente el corazón de Pemex”, agregó, en referencia a que el manejo de la petrolera estaba supeditado a decisiones de finanzas públicas que tomaban funcionarios públicos y no a decisiones en materia productiva que probablemente hubiesen deseado tomar sus ejecutivos petroleros. “Pero al gasto corriente de Pemex no le hicieron ningún rasguño. Era más fácil frenar las inversiones que correr gente y reducir el overhead, con lo que Pemex no se hubiera tenido que endeudar tanto”.

     Así, sin esa inversión, la petrolera ha visto además caer sus reservas petroleras en más de la mitad --55.8%-- en los últimos dos sexenios, de un nivel de 46.4 millones de barriles en 2006 a 20.5 millones hoy día.

     Si a estas políticas se suman las muy cuestionadas decisiones que tomó Pemex en los últimos años, como fue la compra de la planta de Agronitrogenados en 2013 por 273 millones de dólares y que tenía 14 años sin operar o la adquisición de astilleros en España --negocio en el que Pemex nada tenía que hacer--, es claro que el deterioro financiero de la empresa no nace con la llegada al poder de López Obrador a finales del año pasado.

     Todo lo anterior, además, sin hablar de las suspicacias de corrupción que han rondado tanto a administraciones pasadas como a líderes sindicales petroleros, a lo largo de décadas.

     “La corrupción en la época de [Emilio] Lozoya [cuando fue director general de Pemex], fue rampante”, dijo Labardini, resaltando que no sólo existen sospechas de contratos irregulares entre Pemex y la empresa de construcción brasileña Odebrecht, que admitió ante jueces haber corrompido a funcionarios en México, sino incluso otras operaciones similares con otras empresas.

     Los problemas financieros que generaron en Pemex gobiernos anteriores no pasaron desapercibidos para las agencias encargadas de determinar la capacidad de pago de las empresas frente a sus acreedores.

    Si bien la calificadora Standard & Poor’s aún considera que Pemex tiene una calificación de ‘BBB+’, o el octavo escaño en su categoría de grado de inversión, esto sólo se debe al respaldo que recibe del gobierno federal.

     Sin ese respaldo, la petrolera estatal tendría hoy una calificación de grado especulativo, o basura (junk), ya que tan sólo a lo largo del sexenio de Peña Nieto S&P fue gradualmente degradando la calificación de Pemex si se eliminara el respaldo del gobierno mexicano.

     De hecho, bajo esa métrica, la calificación de Pemex estaría hoy en ‘B-’, o seis lugares por debajo del nivel que tenía al inicio del gobierno peñanietista de ‘BBB-’.

     Claro que frente al panorama actual de Pemex resulta hasta cierto punto incomprensible para muchos que aun cuando el gobierno no haya generado los problemas de Pemex, López Obrador esté empecinado en tomar decisiones que podrían descarrilar los esfuerzos que está tomando para rescatar a la empresa.

     La decisión del mandatario de no posponer por algunos años la construcción de la refinería Dos Bocas frente a los problemas financieros de Pemex, parece ser otra decisión equivocada que podría llevar a las agencias calificadoras S&P y Moody’s Investors Service a degradar a Pemex luego de que ya lo hiciera Fitch Ratings a inicios de junio.

     De estas dos posibles acciones la que más preocupa es la de Moody’s, ya que esa agencia no sólo da a Pemex una calificación de ‘Baa3’, o la última considerada como grado de inversión, sino que además recientemente degradó su perspectiva de ‘estable’ a ‘negativa’.

     Así que una degradación de la calificación de Pemex por parte de Moody’s haría que ya dos de las tres principales agencias calificadoras consideren la calidad crediticia de la petrolera como ‘especulativa’, algo que desataría ventas de activos financieros de Petróleos Mexicanos por las reglas de inversión que tienen muchos portafolios de inversión nacionales e internacionales, las cuales les prohíben tener activos que no tengan grado de inversión.

     De darse esas ventas, la moneda mexicana podría resentirlo, generando posibles presiones inflacionarias, las cuales podrían evitar un recorte de tasas de interés por parte de Banco de México, algo que no ayudaría a impulsar el crecimiento económico de México, más cuando la mayoría de los analistas han venido recortando sus expectativas sobre la evolución económica del país para este y el próximo año.

     Pero lo que quizás sería más grave para Pemex es que una degradación adicional de su calificación crediticia elevaría de inmediato sus costos financieros y dificultaría aún más el éxito del recién revelado plan de rescate.

      De ahí que los especialistas, a pesar de reconocer que el problema de Pemex no se originó hace siete meses cuando tomó posesión López Obrador, pidan al mandatario reconsiderar su apuesta por incrementar la producción de combustibles en el país --al menos por los siguientes seis o doce meses-- mientras mejoran las condiciones financieras de Petróleos Mexicanos.

     “Pemex tendrá que demostrar que sí le alcanza” para ejecutar su plan de negocios, escribió Macario Schettino, un analista político en su columna titulada Fuera de la Caja y publicada en el diario El Financiero. Pero “una solución más sencilla sería olvidarse de Dos Bocas, pero no parece que sea aceptable para el gobierno. . . El camino elegido por el actual gobierno. . . no es viable”.

 

 

 

* César Pérez contribuyó con la elaboración de esta historia.

 

 


Fecha de publicación: 19/07/2019

Etiquetas: México economía Pemex crudo gobierno política legal calificación refinación