Inmigrantes principalmente de América Central guían a sus hijos en la entrada de un hangar de bombarderos de la Segunda Guerra Mundial en Deming, Nuevo México, el miércoles 22 de mayo de 2019. El incremento de familias que buscan asilo ha estado tensando ciudades ubicadas a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos, pero ahora el problema está llegando a ciudades alejadas de México y donde los inmigrantes están siendo albergados, en los que los locales están padeciendo para proporcionar servicios a las personas. Foto AP/Cedar Attanasio.
Inmigrantes principalmente de América Central guían a sus hijos en la entrada de un hangar de bombarderos de la Segunda Guerra Mundial en Deming, Nuevo México, el miércoles 22 de mayo de 2019. El incremento de familias que buscan asilo ha estado tensando ciudades ubicadas a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos, pero ahora el problema está llegando a ciudades alejadas de México y donde los inmigrantes están siendo albergados, en los que los locales están padeciendo para proporcionar servicios a las personas. Foto AP/Cedar Attanasio.

Deming, N.M., 7 de jun. (Dow Jones) -- Chris Brice estaba tranquilamente descansando en su sofá un sábado reciente cuando de pronto recibió un mensaje de texto de que la Patrulla Fronteriza dejaría al día siguiente un gran grupo de migrantes en la pequeña ciudad del desierto donde reside.

     En menos de 24 horas, el funcionario del gobierno local ayudó a transformar un vacío recinto donde se realizan las ferias y rodeos locales con techo de hojalata ubicado a las orillas de Deming, que tiene una población de 14 mil habitantes, en un refugio frugal.

     Cuando los agentes de la Patrulla Fronteriza llegaron con dos autobuses atestados de migrantes el Día de las Madres, también recibieron otras noticias sorprendentes: ellos seguirían dejando a cientos de migrantes todos los días en un futuro previsible.

     “¡Que barbaridad!”, dijo sobre su reacción Brice, un ex Marine que se desempeña como administrador asistente de Luna County y director de la cárcel local. “Teníamos la impresión de que serían 100, 150. . . y que sería una tarea de unos cuantos días”.

     Casi dos semanas y dos mil 400 inmigrantes después, Brice tiene otra tarea: director de operaciones del refugio, que los funcionarios locales se están preparando para mantener abierto durante un año o más tiempo.

     Deming es la última de una creciente lista de comunidades del sudoeste de Estados Unidos que tienen que alojar, vestir y alimentar a los migrantes centroamericanos que son liberados diariamente por la Patrulla Fronteriza.

     La dependencia que dice ya no tener capacidad para manejar el número récord de familias solicitantes de asilo que son atrapadas cruzando la frontera ilegalmente, y que por ley pueden permanecer en Estados Unidos hasta que se resuelvan sus solicitudes de asilo.

     Entre enero y abril, aproximadamente 172 mil cruzaron la frontera, más que en cualquier año anterior.

     Mientras que la gente del pueblo se ha presentado en grandes números para trabajar como voluntarios, llevando comida, ropa y juguetes, las tensiones ya están a flor de piel. Muchos se preguntan cuánto tiempo Deming puede permitirse ser tan acogedor.

     “Hay voluntarios que están empezando a agotarse”, dijo Sophia Cruz, miembro de la dirección escolar y ex agente de la Patrulla Fronteriza. “No hay forma de rechazarlos. ¿Entonces qué hacer?” Como una pequeña comunidad, dijo, Deming no puede sostener una carga tan pesada.

     Deming ha estado atendiendo entre 300 y 400 migrantes a la vez, alcanzando un máximo de 700 en cierto momento. Por lo general, estos permanecen unos cuantos días en la sede del rodeo o en un hangar de la Segunda Guerra Mundial vacante que está a 400 metros de distancia y que no tiene calefacción ni aire acondicionado. Luego parten en autobuses Greyhound desde la ciudad o en avión desde El Paso, que está a 160 kilómetros al este, para reunirse con familiares y amigos en otros lugares de Estados Unidos mientras esperan su primera audiencia en la corte.

     Deming se encuentra entre las ciudades más pequeñas en ser utilizadas por la Patrulla Fronteriza como lugar de liberación. La comunidad mayoritariamente hispana, ubicada a lo largo de la carretera interestatal en medio del desierto de Chihuahua, está conformada por una mezcla de jubilados, agricultores, ganaderos y empleados federales. Alrededor de 34% de los residentes son de escasos recursos o viven en la pobreza, de acuerdo con datos del censo.

     Funcionarios de la Patrulla Fronteriza han dicho que intentan liberar a los migrantes para ser atendidos por los grupos de ayuda y en refugios, pero a veces como último recurso se ven obligados a dejarlos en lugares que la agencia considera centros de tránsito. Deming, ciudad que está a una hora y media del cruce fronterizo de El Paso, es la única ciudad de este condado rural fronterizo donde hay una parada de autobús Greyhound.

     Un portavoz de la agencia federal dijo que los migrantes estaban siendo dejados en Deming debido a su proximidad con las estaciones de la Patrulla Fronteriza peligrosamente atestadas que están ubicadas en la parte occidental del estado.

     Ciudades más grandes, como San Diego, las cercanas Las Cruces y McAllen, Texas, han recibido apoyo sustancial de organizaciones benéficas y grupos de ayuda en su lucha por encontrar viviendas temporales para migrantes dejados ahí por la Patrulla Fronteriza.

     Pero el impacto es más profundo en Deming, donde los recursos son escasos. Un día después de que la primera ola de migrantes fue traída a la ciudad, Deming declaró el estado de emergencia, convirtiéndose en la segunda comunidad que acoge a los migrantes, después de Yuma, Arizona.

     “Esta es la primera vez para todos nosotros”, dijo Aaron Sera, administrador de la ciudad de Deming, mientras examinaba filas de catres llenos de inmigrantes que pernoctaban, montones de mantas y niños inquietos que retozaban con juguetes donados por los residentes locales.

    Fuera del recinto ferial se instalaron cubículos para ducharse hechos con triplay que están conectados a una manguera que no surte otra cosa que agua fría. En el hangar del aeropuerto, un joven veía su reflejo en el espejo lateral de un camión de agua mientras se afeitaba.

     Ansiosos por obtener información, los padres dentro del hangar se agolpaban alrededor de cualquiera que pareciera que podría ayudar, para entregarle notas adhesivas con los números de los celulares de sus familiares. Algunos no tenían idea de dónde estaban.

     Dimas del Cid, un hondureño de 30 años y padre de dos hijos, le mostró a su hijo de siete años un mapa de Estados Unidos. “Vamos a Beaumont, Texas”, dijo del Cid en español.

     Trabajadores locales de emergencia y el departamento de salud estatal están evaluando a los migrantes que llegan. Más de 60 han sido llevados a un hospital local con síntomas de gripe, dijo Brice.

     Seis niños migrantes que cruzaron la frontera ilegalmente y fueron puestos bajo custodia del gobierno han muerto desde septiembre, incluyendo por lo menos dos por complicaciones de la gripe.

     Una iglesia católica de la ciudad, St. Ann, también recibe a unos 75 inmigrantes por semana. El padre Manuel Ibarra dijo que la iglesia no tenía la intención de convertirse en un refugio, pero abrió el salón principal el Día de las Madres cuando feligreses locales tocaron a su puerta con un grupo de migrantes que habían sido abandonados por la Patrulla Fronteriza en McDonald's.

     Los gastos por el tiempo extra y las facturas por los servicios como baños portátiles aún no se han contabilizado, pero Brice dijo que espera que sean significativos. En una reunión esta semana, los funcionarios del condado dijeron que Michelle Lujan Grisham, la gobernadora de Nuevo México, les había indicado que los gastos serían recompensados.

     Lujan Grisham, una demócrata, viajó a Washington esta semana para hablar con funcionarios federales sobre el reembolso para las comunidades de Nuevo México, dijo un portavoz.

     Algunos no están nada satisfechos.

     “Lo sentimos por las familias, pero al mismo tiempo, tenemos que ser capaces de mantenernos en pie”, dijo Karen Reed, quien se ofreció como voluntaria en los refugios. Como una granjera local, a Reed también le preocupaba que la situación afecte la feria anual, un evento muy apreciado por la comunidad  que se celebra cada mes de octubre en el recinto donde se realiza la feria local y donde ahora se alojan los migrantes.

     Para Brice, las interminables reuniones y llamadas ocupan la mayor parte de sus días mientras los funcionarios locales intentan descubrir cómo manejarán su nueva realidad como una estación de paso para migrantes.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 07/06/2019

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