A fina de mitigar las protestas de los chalecos amarillos, Macrón estaría dispuesto a cerrar su alma mater, la célebre Escuela Nacional de Administración. Foto archivo.
A fina de mitigar las protestas de los chalecos amarillos, Macrón estaría dispuesto a cerrar su alma mater, la célebre Escuela Nacional de Administración. Foto archivo.

Estrasburgo, Francia, 4 de jun. (Dow Jones) -- Una escuela ha sido la base del sistema francés durante décadas, preparando a futuros presidentes, primeros ministros y altos ejecutivos.

     Ahora, uno de sus alumnos más ilustres, el presidente Emmanuel Macron, quiere cerrar las puertas de su alma mater, la École Nationale d'Administration (ENA), una institución que se ha convertido en un símbolo de la elite de Francia y de la persistente división de las clases sociales.

     Divisiones sociales que precisamente dieron pie a la primera revolución del mundo el 14 de julio de 1789 con la toma de la Bastilla.

     Macron apunta a aplacar a los manifestantes de chaleco amarillo que han acosado a su gobierno durante meses, acusándolo de no prestarle demasiada atención a las dificultades económicas por las que pasa la clase trabajadora y los residentes rurales.

     ENA se ha convertido en un objetivo de críticas en particular, con todo y sus graduados, conocidos como enarcas, palabra que se deriva de la de monarcas.

     La propuesta del presidente llega al final de los meses de debates públicos de alto perfil que organizó en respuesta a las manifestaciones.

     “Necesitamos abolir la ENA”, dijo Macron en abril.

     El cierre de la escuela sería parte de un esfuerzo más amplio por reformar el sistema educativo de Francia que produce los funcionarios públicos de más alto rango en su intento por mejorar las oportunidades de los desfavorecidos.

     Macron ha prometido “construir un sistema que funcione mejor”, pero aún no ha proporcionado más detalles.

     ENA fue diseñada como una meritocracia para abrirles mejores oportunidades a todos los estudiantes por igual, independientemente de sus antecedentes. Pero los críticos dicen que la escuela se ha convertido en un caldo de cultivo del amiguismo y el compadrazgo, perpetuando un orden social que permite a los enarcas monopolizar los cargos de mayor relevancia, tanto públicos como privados de la sociedad.

     Enarcas dirigen la oficina del primer ministro, el ministerio de finanzas, el banco central, dos de los tribunales más altos y muchas de las principales empresas del sector privado. Tres de los últimos cuatro presidentes de Francia se graduaron en su programa de dos años de duración.

     “Es una hipocresía muy a la francesa. El sistema es equitativo en el papel pero inequitativo en la práctica”, dijo Jean-Pascal Lanuit, un alto funcionario del ministerio de cultura y ex alumno de la ENA.

     Pero muchos creen que cerrar la ENA no modificará una cultura ya de por sí elitista perpetuada por un sistema educativo de dos niveles.

     Por un lado hay instituciones altamente competitivas conocidas como las Grandes Escuela (Grandes Écoles), escuelas públicas y privadas que son similares a las escuelas de la Ivy League de Estados Unidos.

     Estas incluyen a la École Polytechnique de ingeniería, la Escuela de Altos Estudios de Comercio (Hautes Études Commerciales, o HEC) de Paris y la Escuela Superior de Física y Química Industrial, donde Pierre y Marie Curie realizaron sus descubrimientos que eventualmente le merecieron a la segunda dos Premios Nobel.

     En el otro, las universidades que están abiertas para casi todo mundo, pero a veces con aulas abarrotadas e instalaciones prácticamente en ruinas, entre ellas la célebre Sorbona de París.

     ENA se fundó después de la Segunda Guerra Mundial para capacitar mejor a los funcionarios públicos de alto rango y abrir los cargos de alto nivel del gobierno que habían estado reservado únicamente para los “estudiantes ricos que vivían en París”, de acuerdo a un documento del gobierno de 1945. Creación orquestada por el entonces secretario general del partido comunista francés, durante el gobierno provisional de Charles de Gaulle.

     La escuela con sede en Estrasburgo acepta alrededor de 80 estudiantes cada año, en comparación con los dos mil estudiantes universitarios que ingresan a Harvard University, con base en un riguroso examen de ingreso que incluye cinco pruebas escritas que duran hasta cinco horas cada una en cuestiones de derecho, economía, asuntos sociales y finanzas públicas.

     Los aspirantes también tienen que presentar exámenes orales, entrevistas grupales y pruebas de personalidad. La matrícula es gratuita y los estudiantes reciben un estipendio mensual para sufragar los libros y la vivienda.

     Pero los críticos dicen que la ENA tiene pocos estudiantes provenientes de familias rurales y de bajos ingresos, y la mayoría de los estudiantes actuales son jóvenes blancos.

     La razón principal, dijeron los críticos, es la creciente desigualdad del sistema educativo francés. De hecho, la mayoría de los estudiantes de la ENA han asistido a los mejores liceos de Francia y a una de las mejores clases preparatorias para el examen de ingreso.

     Como resultado, en lugar de promover la movilidad social, el sistema paradójicamente termina subsidiando la educación de los ricos con el dinero de los contribuyentes.

     Muchos estudiantes de ENA provienen de barrios similares y asisten a las mismas escuelas. “Conocía a casi todos cuando llegué a la escuela”, dijo Florian Paret, un estudiante parisino de 27 años de edad y estudiante de segundo año de la ENA, quien se graduó en el Instituto de Estudios Políticos de París.

     Hoy hay menos oportunidades de avance social en comparación con las que había hace 40 años, dijo Ségolène Royal, ex ministra y candidata socialista en las elecciones presidenciales de 2007 que asistió a la ENA y se graduó en 1980.

     “No estoy seguro de que actualmente me hubiera sido posible seguir el mismo camino porque hay una especie de aristocracia estatal establecida”, dijo Royal, que provino de una familia de ingresos medios del este de Francia. Recientemente, cuando estaba en la ENA, conoció a François Hollande, quien se convertiría en su socio de largo plazo y que fuera presidente de Francia.

     Una vez en la ENA, la competencia es feroz porque los estudiantes mejor clasificados pueden elegir los puestos gubernamentales más prestigiosos al graduarse, incluso trabajar en los tribunales más altos de Francia o en los poderosos organismos de auditoría estatales.

     “La competencia es parte del ADN de la escuela”, dijo Alexandre Allegret-Pilot, de 30 años, quien se graduó en biología, derecho y negocios antes de ingresar a la ENA.

     Después de graduarse, las personas deben trabajar para el gobierno durante al menos 10 años. Si se parte antes al sector privado, entonces deben reembolsar parcialmente su matrícula a la escuela; Por lo general, las empresas privadas que contratan a los jóvenes enarcas le restituyen los fondos a la ENA como parte de la compensación por contratación.

     Hoy, más ex alumnos se mueven entre los sectores público y privado, profundizando la percepción de que los enarcas monopolizan los cargos más relevantes.

     Después de unirse al organismo de auditoría estatal, Macron trabajó para el banco privado Rothschild & Cie. de 2008 a 2012, antes de regresar al gobierno.

     Sin embargo, la gran mayoría de los enarcas trabajan para el gobierno durante toda su carrera. Pocos se postulan realmente para ocupar un cargo público, aun cuando la escuela es conocida por producir presidentes y ministros.

     “La ENA se está usando como chivo expiatorio”, dijo Joachim Bitterlich, ex diplomático alemán y miembro de la mesa directiva de la ENA, quien se graduó en 1974.

     Más recientemente, la ENA, que acepta a unos cuantos estudiantes internacionales al año, ha tratado de ampliar su cuerpo estudiantil, en particular mediante la creación de clases preparatorias para el examen de ingreso a las que asisten estudiantes de áreas desfavorecidas.

     “La ENA puede cambiar”, dijo Daniel Keller, quien encabeza la asociación de ex alumnos. “Pero estoy a favor de preservar el prestigio de la ENA. Es una etiqueta que tiene valor”.

     Dependerá de Frédéric Thiriez, un abogado que Macron eligió en abril para dirigir la revisión de la capacitación de los funcionarios de Francia.

     Incluso si cerrara ENA, no está claro si ese hecho será suficiente para apaciguar los chalecos amarillos.

     “Eso es secundario”, dijo Theo Feugueur, un estudiante de derecho de 19 años de la región de París, que participa en las protestas de chalecos amarillos todos los sábados. “Él debería abolir todas las grandes escuelas”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 04/06/2019

Etiquetas: Francia Política Educación Grandes Escuela Escuela Nacional Administración ENA Chalecos Amarillos Manifestaciones Protestas Clases Sociales Brecha Socioeconómica