Construcción del muro fronterizo ha polarizado a la sociedad de Estados Unidos. Foto de archivo.
Construcción del muro fronterizo ha polarizado a la sociedad de Estados Unidos. Foto de archivo.

1 de feb. (Dow Jones) -- Hace unos días, el conservador comentarista de la radio Rush Limbaugh cristalizó, en su inimitable forma, el por qué el enfrentamiento por la inmigración y el muro fronterizo provocó el cierre parcial del gobierno de Estados Unidos más prolongado de la historia.

La izquierda política, acusó Limbaugh, ha llegado a creer en la política de “fronteras abiertas”. Más que eso, argumentó, ésta solo es la última noción radical en vías de convertirse en la corriente principal de la sociedad estadounidense: “¿Cuántos de ustedes pensaron que el matrimonio gay se haría realidad?” Limbaugh dijo. “¿Cuántos de ustedes pensaron que sucederían todas las otras cosas locas, corruptas y de justicia social propuestas por los progresistas? . . . Sin embargo, hay muchas cosas que mucha gente pensó que nunca iban a suceder, y muchas de ellas han ocurrido”.

Como ese hecho lo sugiere, la lucha del muro fronterizo es algo más que una pelea por un muro fronterizo. Ésta ha consolidado una profunda división cultural, entre los que están felices por el rostro evolutivo de Estados Unidos y los alarmados por eso.

Como lo sugiere Limbaugh, los partidarios del presidente Donald Trump quieren que no solo se construya un muro, sino que le ponga un límite a los cambios que no les gustan, límite que otros estadounidenses se encuentran fuera de sintonía con la realidad. Las actitudes hacia la inmigración, y en particular la inmigración ilegal, se han convertido en los puntos más obvios del diferendo.

En teoría, la profundidad de este debate desafía la lógica. El estancamiento de la inmigración llega en un momento de abundante empleo y aumentos salariales; por lo general, la inmigración es un punto crítico cuando el estrés económico atiza los temores de que los extranjeros les quiten puestos de trabajo y supriman los salarios.

De hecho, cabe destacar que, al enfatizar su demanda de más de cinco mil millones de dólares de fondos para proteger la frontera, Trump prácticamente ha abandonado los argumentos tradicionales referentes a los inmigrantes ilegales como un obstáculo para los empleos y los salarios.

En comentarios televisados recientemente ​​a nivel nacional, él se refirió solo fugazmente, en una oración, a los impactos económicos de la inmigración ilegal. En su lugar, enmarcó la afluencia de inmigrantes como una “crisis humanitaria y de seguridad en nuestra frontera sur”.

Además, la disputa se produce a pesar del hecho de que los legisladores en el Congreso de hace un año diseñaron lo que parecía ser un compromiso bipartidista viable que hubiera proporcionado fondos sustanciales para la seguridad fronteriza aunado a la legalización de los jóvenes inmigrantes traídos al país cuando niños, conocidos como Dreamers. El presidente Trump se retractó del acuerdo luego de que sus partidarios de la línea más dura se opusieron a él.

Luego, cuando Trump ofreció una versión más modesta del mismo acuerdo, tanto sus partidarios más fervientes como los demócratas en el Congreso lo rechazaron.

Esto se debe en parte a que éste se ha convertido no solo en un debate sobre la política de inmigración, sino en una disputa sobre el carácter de Estados Unidos --en particular, si Estados Unidos es un país que aceptará a los centroamericanos que buscan asilo en la frontera o los verá como una amenaza. . Y los bandos han endurecido sus posiciones.

Para ver por qué, es instructivo repasar una serie de preguntas sobre inmigración hechas a los estadounidenses en la encuesta The Wall Street Journal/NBC News a mediados de 2017. Los hallazgos muestran cómo, a principios de la presidencia de Trump, pocas cuestiones definieron tan claramente a sus partidarios.

Una pregunta fue si la inmigración se suma al carácter y la fuerza de Estados Unidos al aumentar su diversidad y atraer nuevos talentos, o le resta valor a los estadounidenses al imponer cargas a los servicios gubernamentales y crear barreras lingüísticas. En general, 64% de los estadounidenses encuestados dijo que la inmigración se suma al carácter de Estados Unidos. Pero solo 38% de los votantes de Trump de 2016 se sentía así.

Incrustada en esas respuestas hubo una línea clara entre los votantes de Trump y los partidarios de Hillary Clinton. Los votantes de Clinton tenían más del doble de probabilidades que los votantes de Trump de decir que la inmigración fortalece a Estados Unidos.

Se encontró una división casi idéntica cuando se preguntó a los estadounidenses si el país debería continuar otorgando la ciudadanía a todos los bebés nacidos en Estados Unidos, la llamada ciudadanía por nacimiento, o negarles la ciudadanía a los bebés nacidos de inmigrantes ilegales. En general, 65% de los estadounidenses dijo que la ciudadanía por nacimiento debería continuar, incluido 90% de los votantes de Clinton. Solo 37% de los votantes de Trump estuvo de acuerdo.

De manera similar, más de la mitad de los estadounidenses en general dijeron que el Congreso debería votar para continuar con el programa que otorga el estatus legal a los Dreamers. Solo 23% de los votantes de Trump favorecieron la extensión del programa.

En todas estas preguntas, también hubo una división significativa en los diferentes rangos de edad, teniendo a los estadounidenses más jóvenes mostrando actitudes más cálidas hacia los inmigrantes que los estadounidenses mayores, una vez más sacando a relucir una de las principales divisiones que definen a los amigos y enemigos de Trump.

Como lo sugieren esos números, las líneas que se han formado en la lucha actual del muro fronterizo fueron claramente visibles en 2017. La gran diferencia es que las elecciones de mitad de período de 2018 solo sirvieron para radicalizarlas, afinando las distinciones entre los partidarios de Trump y el partido demócrata que tomó el control de la Casa de Representantes en esa elección.

Ahora, en ambos bandos, el muro fronterizo no es solo una pared. Es un símbolo de dos visiones diferentes de lo que realmente hará grande a Estados Unidos en el siglo XXI.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 01/02/2019

Etiquetas: EUA Política Demografía Muro Fronterizo División Opiniones Trump Congreso Fondos