5 de dic. (Bloomberg) -- Para tener una idea de lo preocupados que están los inversionistas por el nuevo presidente de México, basta mirar al gigante estatal Petróleos Mexicanos. Su deuda a 20 años se desplomó a unos 0.82 dólares en sólo tres semanas -- y es la empresa que Andrés Manuel López Obrador prometió salvar.

Pero Pemex no es la única. La deuda vendida para financiar un aeropuerto que ahora fue cancelado son los bonos cuasi soberanos de peor rendimiento del mundo este trimestre, y los emitidos por la eléctrica estatal Comisión Federal de Electricidad también se han desplomado. Pero Pemex supera a ambos: su deuda asciende ahora a más de 106 mil millones de dólares.

Esto es una representación extraordinariamente gráfica de lo mucho que López Obrador, el nuevo presidente del país, ha logrado sacudir a los mercados financieros desde que comenzó a intensificar la retórica populista tras su rotunda victoria electoral del 1 de julio. Pemex también tiene otra razón para estar nervioso: los precios del crudo han caído cerca de 7.7% este año.

“Pemex es el crédito más vulnerable de México en este momento”, dijo Shamaila Khan, directora de deuda de mercados emergentes de AllianceBernstein en Nueva York. “Pemex tiene una estructura de capital muy grande, una calificación que está al borde de caer a la escala de grado especulativo, y las políticas de Andrés Manuel López Obrador son muy inciertas con respecto a la reforma energética”.

La decisión que tomó el presidente electo a finales de octubre de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, valuado en 13.3 mil millones de dólares, tras la celebración de un referéndum, impactó a los bonos y generó preocupación de que otros proyectos públicos pudieran estar en peligro.

Pemex, que bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto emprendió su apertura a los mercados internacionales, estaría particularmente en riesgo. La promesa de López Obrador de reducir los salarios de los empleados públicos también ha intensificado los temores de una salida masiva de trabajadores de la empresa.

“Es una tormenta perfecta entre la revelación del concepto de los referéndums en México combinado con los requerimientos de capital de Pemex”, dijo William Perry, gerente de cartera de Stone Harbor Investment Partners en Nueva York. “Después de ver lo que pasó con el aeropuerto de México y, en última instancia, con los bonos del aeropuerto, los inversionistas se muestran particularmente cautelosos sobre lo que vendrá”.

  El nuevo gobierno lanzó recientemente una oferta para recomprar parte de los seis mil millones de dólares en bonos verdes de largo plazo que emitió en mercados internacionales para financiar el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), lo que generó esperanzas de que su emisora GCAM no caiga en incumplimiento de tales instrumentos.

Lo más sorprendente respecto de la presión sobre Pemex es que durante su campaña, López Obrador prometió resucitar a la agobiada firma. Ahora, ese plan está en duda. López Obrador quiere elevar el gasto, lo que potencialmente aumentaría su deuda que ya supera a cualquier otro prestatario corporativo latinoamericano y revertiría su estrategia de reducir el nuevo endeudamiento.

Aunque López Obrador se comprometió a dar marcha atrás a casi 14 años de disminución de la producción petrolera de Pemex, prometiendo destinar 75 mil millones de pesos (tres mil 700 millones de dólares) para ayudar a aumentar la producción de petróleo en 600 mil barriles diarios en los próximos dos años, los inversionistas no están convencidos.

Por una parte, el futuro titular de Pemex, Octavio Romero, carece de experiencia en la industria petrolera, y el personal directivo que podría ayudar a dirigir el barco se está retirando por la preocupación de que la administración de López Obrador pueda recortar los salarios mediante la promulgación de una nueva ley.

Además, el nuevo gobierno pretende revocar las reformas petroleras de 2014 que fueron diseñadas para atraer la inversión privada y permitir que Pemex reciba apoyo financiero y técnico de sus socios.

El líder izquierdista también ha dicho que suspenderá las nuevas subastas de petróleo y revisará los 107 contratos de exploración y producción ya adjudicados en licitaciones anteriores.

Otro factor que se suma a los problemas es la caída mundial en los precios del crudo, la cual amenaza con socavar la tan necesaria recuperación del precio del petróleo para Pemex, que se vio obligado a despedir a cerca de 16% de su personal desde 2015 y a suspender nuevos proyectos para reducir costos.

Algunos analistas temen que en lugar de enfocarse en cómo abordar la compleja situación del crudo, el nuevo gobierno está planeando construir en su lugar una nueva refinería de varios miles de millones de dólares que drenará recursos y distraerá del negocio principal de Pemex.

López Obrador ha dicho que pretende suspender las exportaciones de petróleo para centrarse en abastecer a las seis refinerías de México, que están operando al nivel más bajo en cerca de un cuarto de siglo.

Y ha prometido destinar 50 mil millones de pesos para aumentar la capacidad de refinación y otros 50 mil millones de pesos para una nueva planta en su estado natal de Tabasco, la cual fue aprobada por los mexicanos un referéndum nacional realizado recientemente.

“Proyecto que implicaría un desafío económico ya que competiría con los de Estados Unidos, el mercado de productos refinados más eficiente del mundo”, dijo Pablo Medina, vicepresidente de Welligence Energy Analytics, una firma de investigación con sede en Houston.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo                          

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Fecha de publicación: 05/12/2018

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