De acuerdo a investigaciones, el peor enemigo de las selvas tropicales es la paz. Foto archivo.

Cuando el gobierno de Colombia firmó un acuerdo de paz con los guerrilleros de izquierda en 2016, eso puso fin a uno de los conflictos más antiguos del mundo e inspiró esperanza para el futuro del país.

Pero esto también tuvo un inconveniente inesperado. El regreso a la normalidad llevó a un aumento en el desmonte de la selva tropical, luego que los terratenientes derribaron los escondites de los antiguos guerrilleros para establecer ranchos de ganado y plantaciones. Investigadores colombianos dijeron que gran parte de la porción de la selva amazónica del país ahora está en peligro.

Por supuesto, la paz y el desarrollo económico son bienvenidos para los países pobres y en crisis. Pero esos cambios han estado acompañados por un patrón sorprendente en las regiones que albergan aproximadamente una cuarta parte de los bosques tropicales del mundo, incluyendo algunos de los más grandes.

Cuando terminan los conflictos, los desarrolladores invaden las selvas para tomar ventaja y por eso se recrudecen las tasas de deforestación. Los gobiernos tienden a no estar preparados para imponer la preservación del territorio sensible y de nuevo acceso. “Todos tratan de aprovechar la falta de transparencia y responsabilidad”, dijo Kevin Woods, analista de políticas del grupo ambiental Forest Trends.

En un artículo publicado recientemente en la revista Land Use Policy, investigadores de University of Vermont y University of Waterlo mostraron cómo la destrucción de la selva tropical se aceleró después de que la paz llegó a Perú, Sri Lanka, Costa de Marfil y Nepal en los últimos doce años.

En estos cuatro casos de estudios, la pérdida promedio anual de bosques fue 68% mayor en los cinco años posteriores a la finalización de los conflictos que en el quinquenio anterior. La pérdida de bosques también ha aumentado a nivel mundial, pero más lentamente, con un incremento anual promedio de 7% desde 2001.

Perú y Costa de Marfil sufrieron las mayores pérdidas absolutas de bosques tropicales. Perú perdió casi 217 mil 560 hectáreas anuales, un área aproximadamente del tamaño de Jacksonville, Florida, en los cinco años posteriores a que el grupo rebelde Sendero Luminoso reconoció efectivamente la derrota en 2011. Eso fue 58% más que el promedio de los cinco años anteriores.

Considere Indonesia, cuya provincia de Aceh contiene el último lugar de la Tierra donde tigres, rinocerontes, elefantes y orangutanes comparten un hábitat. En los cinco años posteriores a 2005, cuando los rebeldes separatistas y el gobierno terminaron décadas de enfrentamientos, se perdió más del doble de la selva tropical que en los cinco años anteriores, de acuerdo a datos obtenidos a partir de  imágenes satelitales de la NASA por el proyecto de monitoreo Global Forest Watch financiado por Estados Unidos. El ritmo de la destrucción ha aumentado aún más desde entonces, muestran los datos.

En contraste, el conflicto ha continuado impidiendo el desarrollo en la remota provincia indonesia de Papua, donde los separatistas armados atacaron recientemente un importante proyecto vial en la zona, mataron a más de una docena de trabajadores y forzaron un alto temporal en la construcción. La provincia perdió menos de 2% de su cobertura arbórea de 2001 a 2017, con base en datos de Global Forest Watch, mientras que Indonesia perdió 15% en general.

En África central, la segunda selva tropical más grande del mundo, después de la Amazonia, ésta se expandió durante el siglo XX, en parte debido a la historia violenta del área, concluyeron investigadores de Yale University en un estudio realizado en 2017 en la revista Nature Ecology & Evolution. Durante el mismo período, el desarrollo en África occidental y oriental contribuyó a que la cubierta forestal disminuyera en más de 80%.

Las selvas tropicales que emergen de conflictos están atrayendo una mayor atención en parte debido al agotamiento sufrido por los bosques en lugares históricamente más estables, como Brasil, que perdió aproximadamente 10% de su cobertura de bosque amazónico de 2001 a 2017.

Más de 80% de los conflictos armados más importantes desde 1950 hasta 2000, ocurrieron en áreas consideradas como puntos claves de biodiversidad, informaron los investigadores en la revista Conservation Biology en 2009, en parte porque los guerrilleros tienden a elegir áreas remotas para organizar guerras.

“La selva se está reduciendo muy rápidamente, y el resto de la vida silvestre se encuentra en zona en conflicto”, dijo L. Roman Carrasco, profesor asociado de biología en la Universidad Nacional de Singapur. “Estas grandes áreas se están volviendo importantes”.

En Colombia, el movimiento de izquierda de las FARC limitó la remoción de la selva tropical en las áreas que controlaba para proteger a sus combatientes del bombardeo aéreo y asegurar que pudieran escapar de las incursiones militares. Pero los ganaderos y cultivadores de coca se han mudado ahí rápidamente, a menudo sin ningún reclamo formal del territorio. En 2017, el área de árboles de la selva tropical de Colombia desapareció tres veces más que en 2015, el año anterior a la firma del tratado de paz.

El gobierno alentó inadvertidamente el acaparamiento de tierras prometiendo formalizar la propiedad de la tierra en el antiguo territorio de las FARC como parte del proceso de paz, dice Paulo José Murillo Sandoval, un investigador colombiano de Oregon State University.

Todo mundo, desde campesinos locales hasta los intereses de los rancheros nacionales, despejó áreas silvestres con la esperanza de ser nombrado propietario legale. “Compre un terreno súper barato, córtelo, siembre algo y crie animales, y gane dinero. Ese es el mecanismo”, dijo Sandoval.

Incluso los parques nacionales colombianos que antes estaban bajo el control de las FARC están siendo devastados agresivamente, dijeron investigadores locales y Global Forest Watch.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 25/04/2019