María Estuardo tiene algo que las películas no pueden resistir, lo que no es ningún misterio --el espectáculo de una reina tormentosa y formidable rodeada de hombres intrigantes, la tragedia de una testaruda mujer que eventualmente pierde la cabeza.

Ella era feminista aún antes de que prevaleciera la cultura popular, cuando Katharine Hepburn la interpretó en 1936: “¡Voy a vivir mi propia vida!”, declaró ella.

 Ahora, interpretada por Saoirse Ronan en ‘Mary Queen of Scots’ (‘Las Dos Reinas’), es una figura convincente para estos tiempos del movimiento #MeToo.

Así también su prima, rival, némesis y, como María cree ardientemente, posible asociada en una hermandad real de paz y sabiduría, la reina Isabel de Inglaterra (protagonizada por Margot Robbie).

Lo misterioso de esta película es la razón por la cual, con tantas cosas en mente y estrellas tan dotadas para expresarlo, este drama no termina por conmover --incluso cuando ambas mujeres finalmente se encuentran cara a cara, como se negaron a hacerlo en el drama menos refinado de la vida real.

La narración se desarrolla de manera furtiva, con frecuentes cortes transversales entre las reinas que llaman la atención sobre una estructura entrecortada.

María, una mujer de mente abierta e irrefrenable llega de Francia como una viuda de 18 años de edad que está dispuesta a tomar lo que ella considera el lugar que le corresponde en el trono escocés y afirmar, en virtud de su linaje, su reclamo al trono inglés.

Elizabeth, la monarca inglesa, ejerce un gran poder en su propio reino, pero el regreso de María representa una amenaza inmediata para su gobierno, por lo que Elizabeth planea con sus asesores qué hacer al respecto.

 Sin embargo, la conspiración y maquinaciones a ambos lados de la rivalidad rayan en lo impenetrable aunque, para ser justos, la directora Josie Rourke y el guionista, Beau Willimon, estuvieron menos interesados en los estratagemas políticos que en las decisiones que ambas toman para asegurar sus posiciones en un mundo de hombres, y el precio personal que deben pagar en el proceso.

La historia es principalmente sobre María, por supuesto, y Ronan le aporta un fervor espiritual, así como una fuerte carga sensual al personaje. Un misterio persistente en sus actuaciones es cómo sus rasgos faciales, ninguno de ellos imponente individualmente, se combinan con su maravillosa voz musical para transmitir belleza física y sentimiento profundo.

 Robbie lo tiene más fácil, gracias a la teatralidad inherente a su personaje --esta Elizabeth es una gran belleza hasta que la viruela le desfigura la cara. Pero la actriz también enfrenta un reto, dado el potencial caricaturesco del personaje una vez que la reina cacariza se refugia detrás de lo que podría, a los ojos contemporáneos, llamarse un maquillaje de payaso ante los ojos contemporáneos. (Y dado el hecho de que Elizabeth fue interpretada previamente, en 1998 y nuevamente en 2007, por Cate Blanchett.

En cualquier caso, Robbie afronta exitosamente todos los desafíos; hace de su reina el fino material maleable que da como resultado la heroína de la película.

 El desafío de la película en su conjunto es enmarcar la visión feminista de estos eventos relatados con frecuencia sin caer en lo didáctico. Y el cómo hacen todo esto los cineastas es otra historia.

 Los respectivos imperativos --y los sufrimientos-- de María y Elizabeth son dramáticos porque parecen verdaderos en esencia, a pesar de las libertades que se tomó el director, y de resonancia contemporánea.

Es desalentador ver a estas fenomenales hembras ser insultadas, amenazadas, rebajadas o manipuladas por sus inferiores masculinos --la película funciona, entre otras cosas, como un estudio de dos mujeres en sus lugares de trabajo-- y es gratificante ver como dan rienda suelta a su furia acumulada.

Pero ‘Mary Queen of Scots’ recalca sus puntos, de manera inexorable, especialmente cuando el tema es el sexo. Tema a menudo tratado, ya que el gusto de Mary respecto a los hombres no es confiable, por decir lo menos, y su reputación está manchada injustamente, en esta versión, por las acusaciones --de sus enemigos masculinos.

La directora y el guionista son prominentes en sus áreas, Rourke en el teatro y Willimon en la televisión, sin embargo, ambos están haciendo su debut en cine, y se nota su inexperiencia en la pantalla grande.

 Una secuencia de batalla es escenificada de manera deficiente, en la que María, montada a caballo, mira inexpresivamente, como una actriz esperando la señal del  director. Obtenemos más que suficiente de John Knox (David Tennant), el líder enojado de la Reforma de Escocia, a quien la cámara se vuelve cada vez que la acción reduce de velocidad, o hay una pausa en la conversación sexual.

Los segmentos se suceden unos a otros con escasas notas de gracia y poco flujo.

Además, la confrontación culminante entre María y Elizabeth, organizada en una casa de campo en medio de cortinas que ondean de forma surrealista por la brisa, no logra a encender los ánimos: no porque sea ficticia, sino precisamente porque está organizada con una estética resuelta de antemano --allí están las cortinas para que Elizabeth pueda ocultar su apariencia grotesca. 

 #ThemToo, nos dice la escena, pero es una construcción que es a la vez encantadora, como aterradoramente inanimada.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 26/03/2019