7 de jun. (Dow Jones) – En Estados Unidos algo se ve mal. Del mismo modo en que mejora el gasto del consumidor, la inversión empresarial va en la dirección opuesta. Ha caído ahora durante dos trimestres consecutivos, lo que normalmente solo ocurre en una recesión.

Estas cifras se suman a la evidencia de que el actual y mediocre crecimiento económico no sólo es un efecto secundario de la Gran Recesión sino también parte de un malestar más profundo que antecede, y que de hecho puedo haber ayudado a provocar, la crisis financiera.

Tenga en cuenta lo mal que se ha desempeñado la economía. El crecimiento promedió 3% entre 1980 y 2007. Desde entonces ha promediado 1.2%. Eso sugiere que la tasa de crecimiento potencial subyacente de la economía --la que es posible lograr con la mano de obra disponible y su productividad-- ha disminuido. Eso ha hecho que la economía sea 11% más pequeña de lo que pensó que sería alcanzable ahora la apartidista Congressional Budget Office, o CBO, antes de la recesión.

CBO ahora piensa que el crecimiento potencial a largo plazo de Estados Unidos es de alrededor de 2%. Pero lograrlo requerirá que haya un repunte en el crecimiento de la productividad de 0.5% en los últimos años, la peor en décadas. Pero no hay señales de eso.

Las economías a menudo se atrofian por las recesiones profundas. En un artículo reciente, Olivier Blanchard, ex economista en jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Eugenio Cerutti del FMI y Larry Summers de Harvard University, examinaron 122 recesiones del mundo desde la década de los sesenta y encontraron que en cerca de 70%, ya sea el nivel de la producción o el crecimiento potencial de la producción potencial, fue menor de manera permanente después.

Hay varias explicaciones posibles de esto. En el caso de Estados Unidos, la más popular es que la crisis y la recesión socavaron el potencial, al dejar desempleados a los trabajadores de manera definitiva y obligar a las empresas a reducir sus gastos de capital porque no podían pedir prestado, ya que estaban preocupadas por el futuro o enfrentado nuevas y rígidas regulaciones. Con menos equipo, los trabajadores fueron menos productivos.

Una teoría alterna es que la causalidad funciona a la inversa: el crecimiento subyacente había empezado a deslizarse en la primera década del siglo XXI, y que, indirectamente, condujo a la recesión.

Mervyn King, el ex gobernador del Banco de Inglaterra, explicó cómo esto podría haber sucedido en su libro publicado recientemente "The End of Alchemy" (El fin de la Alquimia).

Después de la recesión de la década de 2000, él argumenta, los bancos centrales fueron capaces de lograr que el gasto creciera de nuevo, pero sólo con alentar a las empresas y los hogares a pedir prestado, en lugar de financiar sus gastos con sus menores ingresos.

"El crecimiento desequilibrado. . . es mejor que no tener crecimiento alguno", dijo Eddie George, el predecesor de King, en 2002.

Cuando las empresas y los hogares se dieron cuenta de que su endeudamiento no podía justificarse por la cantidad que era probable que ganaran en el futuro, estos retrocedieron, provocando la crisis financiera global, escribió King.

Esto pasa por alto la contribución a la crisis del apalancamiento opaco y un frágil sistema bancario sombra. Pero la historia subyacente es cierta, al menos para Estados Unidos.

A principios de la década de 2000, los negocios ya habían incorporado la mayor parte de las ganancias en productividad resultado de la tecnología de la información. Los nuevos equipos no ofrecen el mismo potencial de reducir costos o aumentar las ventas, por lo que las empresas compraron menos de esto.

Entre los años noventa y 2000, el crecimiento anual del capital de las empresas, como edificios y equipos, después de tomar en cuenta la inflación y la depreciación, se redujo de 3 a 2.2%. La reducción de la inversión, aunada a los amplios ahorros globales, mantuvo bajas las tasas de interés, lo que provocó que los inversionistas buscaran mejores rendimientos en las viviendas y las hipotecas.

Desde 2009, algunas de estas tendencias se han intensificado. Las tasas de interés son aún más bajas, el capital de los negocios ha crecido sólo 1.2% este año, y el crecimiento de la productividad es pésimo. Mientras que en la última caída el gasto de capital se inició con el petróleo y el gas, éste se ha extendido en los últimos meses a otras industrias.

El tibio crecimiento se está auto-cumpliendo prácticamente. Cuando la productividad es limitada, como sucede en todo el mundo ahora, también lo son los ingresos y los gastos. Lo que a su vez puede disuadir a las empresas de invertir en tecnología que de otra manera sería prometedora.

Blanchard cree que la previsión de las empresas y de los hogares de que habrá un menor crecimiento en el futuro explica el gasto mediocre que se registra actualmente.

¿Cómo se puede arreglar esto? La receta habitual es el estímulo fiscal y monetario. Pero King dijo que esto diagnóstica erróneamente el problema, que no es la falta de demanda, sino un menor crecimiento estructuralmente: "Depender exclusivamente de  los estímulos monetario y fiscal tradicionalmente keynesianos" corre el riesgo de volver a crear los desequilibrios vistos en el último ciclo, dijo.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 07/06/2016