23 de oct. (Dow Jones) -- Mientras que los encabezados recientes han alertado acerca de la guerra comercial con múltiples frentes que ha generado la administración Trump, como la que tiene con los productores canadienses de lácteos; con los fabricantes chinos y con las industria automotriz del acero y del aluminio de la Unión Europea, una mayo amenaza económica ha pasado virtualmente desapercibida. 

Las nuevas empresas de alta tecnología que le han dado al país una ventaja poderosa en campos como la computación, programación, dispositivos móviles, biotecnología, internet y plataformas digitales, ahora enfrentan presiones cada vez mayores de la competencia extranjera.

Ésta inminente crisis que afronta la innovación estadounidense podría socavar la ventaja global de larga data que ha disfrutado la nación al llevar al mercado la nueva tecnología, nuevas industrias y los siguientes grandes avances del sector. Puede que este sea el desafío más grave hasta ahora para la hegemonía económica mundial que ha gozado Estados Unidos en más de un siglo.

Durante décadas, Estados Unidos tuvo el casi monopolio en las nuevas empresas de la alta tecnología. Desde la aeronáutica avanzada hasta la computadora personal, desde la biotecnología hasta el manejo de datos, las redes sociales, el comercio electrónico, los teléfonos inteligentes y la nube, estas pequeñas y ambiciosas empresas, respaldadas por capital de riesgo, dieron a Estados Unidos una ventaja abrumadora en nuevas industrias claves y fortalecieron la economía estadounidense.

Amazon, Apple, Microsoft, Facebook, Netflix y Google --todas ellas nuevas empresas respaldadas en un inicio por capital de riesgo-- se encuentran ahora entre las empresas más valiosas que cotizan en bolsas de todo el mundo. Amazon, Netflix y Microsoft representaron más de 70% de los rendimientos del índice bursátil S&P 500 en 2018.

Cuando analizamos los datos sobre la inversión global de capitales de riesgo en las últimas dos décadas, encontramos una descomposición sorprendente en la sólida ventaja que había tenido Estados Unidos. 

Escasamente a mediados de la década de los noventa, el país recibía aproximadamente 95% de todas las inversiones de capital de riesgo del mundo. Hoy su participación se ha reducido a poco más de 50%. Aproximadamente la mitad de este declive en dos décadas ha ocurrido tan solo en los últimos cinco años.

La actividad de capital de riesgo en Estados Unidos sigue creciendo, con inversiones en las nuevas empresas estadounidenses que llegaron a alrededor de 90 mil millones de dólares en 2017. Ese total representa un aumento de 160% desde 2010, y supera todos los años anteriores, excepto el 2000, el máximo del auge de las empresas punto-com. No obstante, la inversión de capital de riesgo en el resto del mundo ha crecido a una tasa de más del doble, en 375%, durante el mismo período de siete años. Ésta hora totaliza alrededor de 80 mil millones de dólares.

China fue el país que avanzó el mayor terreno, atrayendo casi una cuarta parte de toda la inversión de capital de riesgo global en los últimos años, teniendo a India, Estados Unidos, Alemania, Francia, Israel, Singapur, Suecia y Japón representando casi otra quinta parte.

Sin embargo, sería un error considerar a China o a cualquier otra nación como el único rival de Estados Unidos. En lugar de eso, lo que está experimentando el país es un ataque colectivo y multinivel a su dominio en la alta tecnología desde muchos lugares, principalmente de las grandes ciudades globales.

El capital de riesgo ahora fluye hacia Shanghai, Beijing y Londres a un ritmo que compite con Nueva York y Boston. Otras ciudades, como Berlín, París, Estocolmo, Singapur, Bangalore, Delhi, Mumbai y Tel Aviv están ascendiendo rápidamente, y ya están a la par con Seattle y Austin.

El año pasado, la muy solicitada Sidewalk Labs (una compañía de reciente creación especializada en innovación urbana de Alphabet) seleccionó a Toronto entre una serie de ciudades para construir un vecindario experimental de uso mixto, tecnológicamente habilitado.

Parte del desafío es que otras naciones se han vuelto mejores y más inteligentes en el juego de la alta tecnología. Durante la última década, más o menos, aumentaron sus inversiones en investigación e innovación, fortalecieron sus universidades, trabajaron arduamente para mejorar sus propios ecosistemas empresariales y aumentaron dramáticamente sus esfuerzos para retener y atraer al mejor y más brillante talento del mundo. En los últimos años, más de 20 países han lanzado programas de visas de inicio diseñadas para atraer a emprendedores e innovadores globales.

Una parte aún mayor del problema es autoinfligida. La economía de la innovación en Estados Unidos fue durante mucho tiempo un faro para las personas más talentosas y ambiciosas del mundo, que llegaron al país en busca de oportunidades educativas y económicas. Un tercio de las nuevas empresas respaldadas por empresas de riesgo tienen al menos un fundador nacido en el extranjero, y esa cifra aumenta a 50% en Silicon Valley.

Sin embargo, Estados Unidos se han vuelto mucho menos acogedor para los talentos extranjeros en los últimos años, una tendencia de larga duración que ha llegado a un punto crítico con los esfuerzos de la administración de Trump por restringir las visas de estudiantes y de trabajo, y para reprimir la inmigración.

Agregue a estos desarrollos la creciente inaccesibilidad y desigualdad de los principales centros tecnológicos como San Francisco, Boston, Nueva York y Seattle.

El emprendimiento de alta tecnología prospera en entornos urbanos densos y diversos. Pero los principales centros tecnológicos de Estados Unidos se han convertido en víctimas de su propio éxito, al ser cada vez más inaccesible para los innovadores y empresarios que crean nuevas tecnologías e inician nuevas empresas.

Es difícil innovar y crear nuevos negocios cuando la proverbial “iniciativa de garaje” que ha dado pie a tantas nuevas empresas cuesta un millón de dólares o más.

Pero no todo está perdido, por cierto. Estados Unidos todavía supera con creces su peso en el espíritu empresarial de alta tecnología. Su participación en las nuevas empresas globales e inversiones de capital de riesgo es mucho mayor de lo que puede representar su población y producción económica en sí misma. Pero el país ya no puede regodearse en sus laureles. Los empresarios de alta tecnología de otros países pueden, y lo harán cada vez más, construir sus nuevas empresas de tecnología en casa. Ya no es necesario que vayan a Estados Unidos.

 

¿Qué se puede hacer para evitarlo?

    En primer lugar, Estados Unidos debe duplicar en talento e innovación. Necesitan seguir invirtiendo en universidades que son líderes a nivel mundial, para fortalecer la investigación y atraer a las mentes más brillantes del globo terráqueo. También deben asegurarse de que el talento global pueda quedarse en Estados Unidos después de graduarse. Tienen que derribar los muros en lugar de tratar de construirlos, haciendo más disponibles las visas para estudiantes, trabajadores calificados y empresarios extranjeros.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 23/10/2018

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