11 de jun. (Sentido Común) -- La posible llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México ha desatado nerviosismo entre los inversionistas que se ha visto reflejado en los mercados locales.

Por ejemplo, el principal índice de la Bolsa Mexicana de Valores registra una caída de poco más de 6% este año; mientras que el peso mexicano ha perdido casi 4% de su valor frente al dólar.

Por su parte, las tasas de interés de los bonos de largo plazo del gobierno están en niveles no vistos en siete años, lo que ha encarecido el costo de pedir prestado en el país.

Sin embargo, algunos especialistas piensan que los temores electorales que están afectando, entre otras variables, los mercados locales son exagerados.

Quienes así piensan, confían en que si López Obrador gana la carrera presidencial en su tercer intento, él será pragmático y no tomará medidas que puedan lastimar el desempeño de su gobierno, como podría ser la reversión a la reforma energética que abrió el mercado petrolero, incluido el de los combustibles, a los capitales privados --nacionales y extranjeros.

Creemos que de ganar el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia “estaría más que listo para cosechar los frutos de las reformas sembradas por el actual presidente, Enrique Peña Nieto”, escribió el equipo de estrategia de inversión para mercados emergentes del banco estadounidense Morgan Stanley en un reporte. De lo contrario “sería un suicidio político”.

Así, los especialistas de Morgan Stanely consideran que una victoria del representante de los partidos Movimiento Regeneración Nacional (Morena), del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES) podría no ser tan catastrófica para México como muchos anticipan.

Claro que a pesar del optimismo del banco de inversión estadounidense, muchos dudan que López Obrador, de 64 años de edad, pueda sobreponerse a su ideología nacionalista y revolucionaria.

Así, algunos mantienen sus dudas sobre si el candidato puntero sabrá aprovechar las reformas estructurales que han venido implementado los gobiernos a lo largo de las últimas tres décadas y que podrían hacer que el crecimiento económico del país repunte hacia tasas de crecimiento superiores a la de 2.5% que ha registrado el país en promedio en los últimos cinco años.

Los temores que perduran en muchos círculos empresariales y de inversionistas en torno a López Obrador se deben a que en el pasado, y en meses recientes, el candidato presidencial y su partido, Morena, han sido fuertes críticos de los cambios al sistema económico mexicano, que catalogan como neo-liberales y que han denostado en diferentes formas y foros.

Claro que en su tercer intento por llegar a la presidencia, López Obrador ha sido mucho más cauteloso en sus comentarios contra esos cambios económicos, mostrando una mayor flexibilidad que antes.

Por ejemplo, en el caso de la reforma energética, que puso fin al monopolio que tenía la empresa petrolera estatal, Petróleos Mexicanos, sobre las actividades petroleras del país, si bien no ha descartado que la podría cancelar en la segunda mitad de su administración, sí ha dicho que en sus primeros tres años continuará respetando los cambios.

Claro que también ha advertido que la aplicación de los cambios podría realizarse a un menor ritmo y sólo hasta que su equipo revise con cuidado todos los contratos que ha otorgado el gobierno actual a capitales privados para explorar y explotar campos petroleros mexicanos en tierra adentro, en aguas someras y en aguas profundas, a fin de asegurar que no hubo corrupción en esas asignaciones.

De cualquier manera, algunos confían en que López Obrador entenderá pronto que no le conviene trastocar la reforma energética, ya que el país, y por lo tanto, su gobierno dejaría de recibir miles de millones de dólares en inversión que es clave para financiar muchos de los programas sociales que, de ganar, planea implementar para ayudar a quienes menos tienen.

De acuerdo a cálculos gubernamentales, México podrá recibir cerca de 150 mil millones de dólares en los próximos años por las inversiones que estarán realizando aquellas compañías que han ganado ya permisos, contratos o licencias para explorar campos petroleros nacionales.

A esa cifra habrá que añadirle otros miles de millones de dólares por las otras inversiones que planean realizar otras empresas interesadas en edificar plantas productoras de energía renovable, como los campos eólicos, solares o geotérmicos que muchas compañías están ya edificando en distintas partes del país.

“El capital financiero ahora puede entrar al país como inversión privada y favorecer al Estado con ingresos provenientes de las licitaciones petroleras y los precios obtenidos en las subastas eléctricas de energías limpias”, dijo recientemente Pedro Joaquín Coldwell, secretario de Energía, en un evento que tuvo lugar a finales de mayo.

Las inversiones podrían además ser muy atractivas para el próximo gobierno por el efecto multiplicador que tendrán en el crecimiento económico de México, principalmente en materia de generación de nuevos empleos.

De acuerdo a estimaciones gubernamentales, las inversiones energéticas podrían llegar a generar cerca de 230 mil nuevos empleos en los próximos 15 años, o cerca de 15 mil nuevos puestos de trabajo directos por año.

En total, México estima que podrán llegar a crearse así casi un millón de plazas en el sector energético nacional en los próximos 35 años a medida que avanza la reforma y las inversiones de quienes aprovechan los cambios, o más de 28 mil en promedio al año.

“Es difícil imaginar a cualquier líder, incluido Andrés Manuel López Obrador, que tome el poder a finales de este año y, como primer cañonazo, detenga la privatización de los campos petrolíferos cuando están a punto de convertirse en la gallina de los huevos de oro”, agregaron los estrategas de Morgan Stanley, con sede en la Ciudad de Nueva York.

Si además López Obrador analiza con calma lo que ha sucedido en el sector petrolero mexicano en los últimos años y lo que podría ocurrir con los cambios, el candidato puntero deberá concluir que lo que le conviene a México es continuar con la aplicación de la reforma energética.

Por ejemplo, en la última década, la participación de las actividades petroleras mexicanas como parte del producto interno bruto cayó de 9 a 3%; mientras que las exportaciones totales de crudo, como porcentaje del total de ventas mexicanas en el exterior, bajaron de 20 a 7%.

Así, hoy el gobierno recibe sólo 15% de sus ingresos por las actividades petroleras, cuando hace una década esos fondos representaban 40% del total de sus recursos.

Eso, más las muestras de que el declive está a punto de revertirse por las reformas y que México está en el lugar número tres a nivel mundial en cuanto a reservas petroleras potenciales, podrían ser argumentos suficientes para hacer que aun cuando López Obrador gane la elección, el proceso de cambio en el sector perdure, dijo Morgan Stanley.

 

 


Fecha de publicación: 11/06/2018

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