Caracas, Venezuela, 7 de dic. (Dow Jones) -- La generación de 1994 tenía grandes ilusiones al graduarse de la preparatoria Ceapucy, un edificio de dos pisos incrustado en una ladera con vista a la ciudad. Solsire Ortega quería dirigir una firma de arquitectura, mientras que Juan David Chacón esperaba convertirse en un músico famoso.

La mayoría de una clase muy unida de unos 50 estudiantes tenía la intención de quedarse en Venezuela, donde crecer significaba fiestas en algunas de las playas más hermosas del Caribe, caminatas por la cordillera Ávila y animar al club de béisbol Leones de la ciudad.

El país rico en petróleo todavía era una tierra de oportunidades, a pesar de que ya estaban llegando a la mayoría de edad en medio del ascenso de Hugo Chávez y su movimiento izquierdista y antisistema.

En los años posteriores a la graduación, Venezuela pasó de ser una de las democracias más antiguas de la región a lo que Estados Unidos y otros países ahora califican como dictadura; de ser una de las naciones más ricas de Latinoamérica, a una de las más pobres; y de ser un lugar donde los inmigrantes buscaban oportunidades, a un lugar del que muchos oriundos están tratando de escapar.

La prepa terminó hace más de dos décadas, y ahora alrededor de dos tercios de la clase ha emigrado, de acuerdo con entrevistas con estudiantes y ex docentes, para comenzar una nueva vida con sus cónyuges e hijos en lugares tan lejanos como Texas, Madrid y Sydney.

La generación se encuentra entre los dos millones o más de venezolanos que han dejado el país desde 1999, el año en que Chávez obtuvo el poder, dijo Tomás Páez, un experto venezolano en inmigración. Ese éxodo es aproximadamente el doble del número que huyó de Cuba en las dos décadas posteriores a la revolución cubana, y está empeorando.

El presidente Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, está eliminando los últimos vestigios de democracia del país, y la economía está en un colapso en toda regla que ya rivaliza con la Gran Depresión de Estados Unidos.

El mes pasado, Venezuela fue declarada en rebeldía por parte de S&P Global Ratings debido al incumplimiento en el pago de intereses de su deuda, lo que llevó al país a un ajuste de cuentas de su carga de deuda de 150 mil millones de dólares.

Muchos de los que se han partido son personas como la generación 1994 de Ceapucv: futuros banqueros, abogados, economistas y médicos, cuya ausencia es probable que obstaculice el crecimiento económico de Venezuela en las próximas décadas.

“Es una gran pérdida”, dijo Libia Álvarez, la maestra de ciencias de la clase, que se ha mantenido en contacto con muchos de los estudiantes. “Todos nuestros grandes profesionales se van, buscando una mejor calidad de vida en el extranjero”.

Vanessa Briceño hizo su vida en Philadelphia, y Edgard Rodríguez en Madrid. Manuela Silva es arquitecta en Australia, mientras que Julie Bolivar es doctora en Francia. En junio pasado, Carolina Gómez, también doctora, se fue con su familia a McAllen, Texas, una decisión que decidieron tomar después que el gobierno sofocó violentamente un movimiento de protesta en 2014.

“Marché, lloré, luché. Hice todo lo que pude por mi país”, dijo Gómez, quien se está preparando para practicar medicina en Estados Unidos. “Pero estamos muy lejos de derrotar esta maldad”.

Los que se quedan en el país están cada vez más desesperados por irse. Ricardo Arzola, gerente de ventas del conglomerado de alimentos Empresas Polar, tiene un buen trabajo en la compañía más admirada de Venezuela. Los aumentos salariales y los beneficios de la empresa como la comida gratis le han permitido sortear el colapso económico.

Pero ve un futuro sombrío para sus hijos, de 7 y 11 años. Le preocupa su educación después que los libros de historia fueron reescritos para defender a Chávez y su movimiento socialista mientras compara a Estados Unidos con el Tercer Reich.

Arzola no estaba listo para irse hasta ahora. Pensó que había una posibilidad de cambiar a su país cuando se unió a las protestas antigubernamentales a principios de este año en un intento fallido de impedir que Maduro creara una súper Asamblea Legislativa repleta de simpatizantes del gobierno, una especie de Politburó tropical con poder sin control que muchos ven aquí como la muerte de la democracia.

La represión del gobierno dejó 120 muertos y a la oposición en desorden. Para Arzola, eso determinó su decisión de mudarse a Argentina, donde él y unos pocos amigos iniciaron una pequeña empresa que vende productos de limpieza.

“Claramente no hay democracia”, dijo. “Aunque estoy en una muy buena compañía, ahora tengo que pensar en el futuro de mis hijos”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 07/12/2017

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