13 de nov. (Sentido Común) -- La designación de Jerome Powell como presidente del Banco de la Reserva Federal --para suceder a Janet Yellen-- por parte del presidente Donald Trump es una especie de apuesta. El desempleo está en su punto más bajo en 16 años, el crecimiento económico está mejorando, el mercado bursátil está estableciendo récords y, sin embargo, está cambiando de líder en la institución que es más responsable de todo lo anterior.

Como una apuesta, parece algo seguro. De todos los candidatos que consideró Trump, el temperamento y las opiniones de Powell se acercan más a los de Yellen.

Powell cree que la Fed debería usar todas las herramientas disponibles --compras de bonos, tasas de interés y orientación verbal-- para reducir el desempleo y mantener la inflación en su objetivo de 2%. También respalda el marco regulatorio establecido durante el gobierno del presidente Barack Obama, aunque con una implementación menos estricta.

El trabajo de Powell convertirá esas creencias en una política efectiva. Encabezar el comité de políticas de la Fed es más difícil que ser miembro: no solo significa votar, sino también decidir qué se votará, recabar apoyo para ello y luego explicarlo a los mercados y al público.

Si es confirmado por el Senado, como es probable, en algún momento enfrentará dudas por parte de sus colegas, el Congreso y tal vez del voluble personaje que lo eligió.

Powell, abogado y banquero, sería el primer presidente de la Fed en tres décadas sin ostentar un doctorado en economía. Trabajó en el Tesoro con George H.W. Bush a principios de la década de los noventa, prosiguió con una carrera en la banca de inversión y capital privado, luego aterrizó en Bipartisan Policy Center, un grupo de expertos.

Obama, cuyo personal agradeció el trabajo de Powell explicando a los republicanos en el Congreso los peligros de no aumentar el techo de la deuda, lo convirtió en gobernador de la Fed en 2012.

Sus ex colegas describen a Powell como alguien de mente abierta y meticulosa, sumergiéndose en un tema hasta que entiende todas sus vertientes.

Cuando llegó en 2012, recordó un antiguo colega, él parecía pensar que el personal de la Fed lo tomaba menos en serio que a los gobernadores que tenían un doctorado en economía. Respondió estudiando el doble hasta que pudo investigar y debetir cómodamente cuestiones económicas clave con los titulares del doctorado.

Después de haber colaborado con dos profesores consumados en macroeconomía, Yellen y su predecesor Ben Bernanke, ha terminado por ver el mundo tal como ellos lo ven.

En una entrevista de 2015, se le preguntó si el estímulo monetario no convencional de la Fed en realidad frenaba el crecimiento. Él respondió: “No entiendo qué modelo de economía requeriría tasas de interés sustancialmente más altas en este momento, lo que significaría un dólar mucho más alto, mayores costos hipotecarios y mayores costos para los consumidores, y probablemente menores precios de los activos”.

Cuando se le preguntó en la entrevista si las bajas tasas de interés de la Reserva Federal habían alentado al Congreso a acumular más deuda, Powell señaló que la encomienda del banco central es lograr el pleno empleo y la estabilidad de precios. “Se supone que no debemos sacrificar esos dos objetivos [para] castigar al Congreso por no hacer la política fiscal correcta”, dijo.

Para un banquero central moderno, esos puntos de vista son completamente comunes y poco llamativos, sin embargo, no son compartidos por dos ex candidatos en competencia para suceder a Yellen, Kevin Warsh, ex gobernador de la Fed, y John Taylor, economista de Stanford University.

No obstante, Powell, de 64 años, enfrentará desafíos que incluso vejan hasta los economistas más experimentados. El primero es el mismo con el que Yellen está luchando: decidir qué tanto subir las tasas de interés cuando la economía no tiene holgura y que la inflación está cayendo aún más por debajo del objetivo de 2% del banco central.

Evaluar si los actuales modelos de inflación aún funcionan exige un conocimiento profundo de la teoría económica y la evidencia, para lo que Powell tendría que depender más de los demás de lo que lo hicieron sus predecesores.

Otro frente es la marcha ascendente de los precios de las acciones y las propiedades. Más que a Yellen, a Powell le preocupa que una política monetaria logre reactivar la inflación y también pueda avivar una burbuja de activos cuya desaparición final provocaría una recesión, aunque a diferencia de algunos funcionarios de la Fed no ha argumentado que ésta sea una razón para endurecer aún más la política monetaria.

Frente a tales situaciones, Powell, por temperamento y entrenamiento, probablemente hará lo mismo que sus predecesores: sopesar las consecuencias potenciales de las políticas alternativas y elegir la que tenga menos probabilidad de provocar un desastre. Por ahora, eso significa apegarse a un curso gradual de aumento en las tasas de interés.

Otro desafío es establecer su propio liderazgo. De 1979 a 2006, Paul Volcker y Alan Greenspan disfrutaron de la deferencia reflexiva de la mayoría de sus colegas debido a su fuerte personalidad. Esa deferencia terminó con la crisis financiera.

Bernanke y Yellen han estado mucho más orientados al consenso; Powell probablemente lo sea aún más. Pero a veces, especialmente durante las crisis, la política correcta será tan polémica que el presidente debe luchar por cada voto mientras margina a los disidentes.

Finalmente, él enfrenta un panorama político traicionero. La política monetaria ya no es independiente. Los republicanos regularmente menospreciaron a Bernanke y a Yellen, y muchos piensan que Powell no es mucho mejor.

Los bancos centrales encarnan la experiencia tecnócrata que menosprecian muchos de los partidarios populistas de Trump. Habiendo descartado la tradición de que los presidentes vuelven a nombrar al presidente titular de la Fed, independientemente de su partido, Trump también puede descartar la práctica de mantener a raya a los críticos de la Reserva Federal.

Los ex jefes de la Fed han necesitado habilidades políticas para evitar amenazas a sus líderes y al banco central. En eso, Powell no ha sido probado. Trump enfrenta presión para nominar a conservadores escépticos de las políticas de dinero fácil de la Fed para ocupar las vacantes del directorio, en particular la del vicepresidente, lo que reduciría la capacidad de maniobra de Powell desde el comienzo.

Yellen podría ser una aliada de Powell en ese frente. Aunque su cargo como presidenta finaliza el próximo febrero, ella podría continuar como gobernadora hasta que ese periodo en funciones termine en 2024. Ella no ha comentado sobre la posibilidad.

“Eso sería pedirle mucho a Janet Yellen”, escribió Josh Bivens del Instituto de Política Económica de tendencia izquierdista en un comentario. “Es probable que ella pierda un trabajo que ha hecho extraordinariamente bien sin que haya ninguna buena razón en lo absoluto. . . Pero su presencia continua como una tomadora de decisiones clave en la Fed sería una gran victoria para la formulación de políticas económicas inteligentes”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 13/11/2017

Etiquetas: Fed Banco Reserva Federal Nominación Jorme Powell Donald Trump Presidente