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21 de ago. (Sentido Común) -- La llegada de Donald J. Trump a la presidencia de Estados Unidos generó expectativas favorables en el mundo empresarial de ese país por las promesas que realizó durante su campaña de acelerar la expansión de la mayor economía del planeta, a través de una baja en la carga fiscal corporativa y de un adelgazamiento de la regulación que enfrentan ciertas industrias.
De ahí que el llamado Corporate America, como se conoce coloquialmente a las compañías más influyentes del país vecino del norte, optara por arropar al nuevo presidente y varios de sus ejecutivos aceptaran ser parte de los comités a los que convocó el presidente para crear un mejor entorno de negocios.
Ese apoyo inicial, sin embargo, se ha ido poco a poco diluyendo a medida que los aspectos negativos de Trump, como sus posturas populistas, nacionalistas y aislacionistas, parecen ganar terreno e influencia. De hecho, lastiman las posibilidades de que el presidente logre efectivamente cambiar el panorama económico a favor del crecimiento y la generación de empleos.
Muchos incluso comienzan a pensar que el beneficio de la duda que algunos jefes de industria dieron a Trump comienza a llegar a su fin.
"Todo mundo quería apoyar al presidente en su plan de hacer de hacer al país y su economía mejor", dijo Kathryn Wylde, directora ejecutiva de Partnership for New York City, un grupo que representa a empresas e instituciones financieras, al diario The Wall Street Journal. Pero "los asuntos sociales se han vuelto muy difíciles de manejar".
La gota que al parecer derramó el vaso para muchos empresarios fue la reacción de Trump a los incidentes violentos que ocurrieron en Charlottesville, Virginia, hace dos fines de semana, donde falleció una mujer y decenas de personas resultaron heridas cuando un vehículo, tripulado por un miembro de una organización a favor del nazismo, arroyó a un grupo de personas que se manifestaron en contra de grupos radicales a favor de la supremacía blanca y contra diversos grupos étnicos o religiosos, como los afroamericanos o de origen judío.
La primera reacción de Trump a la violencia fue culpar a todos por igual, una actitud que generó enormes críticas por la incapacidad del presidente de condenar a esos grupos radicales, racistas y xenófobos.
Si bien el presidente rectificó esa postura dos días después, al decir que no cabían en la sociedad estadounidenses organizaciones de este tipo, como el Ku Klux Klan (KKK) o el neo-nazismo, presentes en el conflicto de Charlottesville, Trump volvió a su reacción original en otra conferencia en la que volvió a repartir culpas sin resaltar las actitudes radicales y racistas de esos grupos.
“Había gente decente en los dos grupos” de las protestas, dijo Trump en una tensa conferencia de prensa desde sus oficinas en Trump Tower, en la ciudad de Nueva York. “No todos ellos eran neonazis, no todos eran supremacistas blancos”.
Una caracterización de los eventos que al parecer no es cierta ya que los videos muestran que entre los grupos radicales sólo había gente que apoyaban causas racistas y que incluso iban armados y portaban banderas con la esvástica nazi, algo que resultó inverosímil para una nación que combatió y derrotó, con sus aliados, la expansión Nazi en Europa y Asia.
Así la respuesta de Trump, tratando de equiparar moralmente a los grupos que chocaron en Charlottesville provocó que finalmente muchos empresarios optaran por renunciar a los consejos de asesoría a los que los había invitado el presidente estadounidense para mejorar las condiciones económicas y de negocios en ese país.
Con su renuncia, los empresarios dejaron en claro que no querían tener nada que ver con un presidente incapaz de combatir a aquellos grupos que van en contra de los principios de libertad e igualdad, dos de los principales pilares bajo los cuales se fundó esa nación.
A las renuncias le siguieron multitud de críticas que reflejaron varios de los problemas que hasta ahora ha enfrentado Trump desde el inicio de su administración. Por ejemplo, el semanario británico The Economist dedicó la editorial y portada de su última revista para lanzar una severa crítica de Trump, en la que además lo calificó como unfit (no apto) para gobernar a Estados Unidos.
“Donald Trump es políticamente inepto, moralmente estéril y temperamentalmente impropio para la presidencia”, dijo esa publicación británica en su más reciente edición. “Trump no tiene idea de lo que significa ser presidente” de Estados Unidos.
En esa portada aparece una caricatura de Trump usando la típica capucha blanca del Ku Klux Klan como un megáfono, una caracterización que hace eco de quienes piensan que el presidente, con su respuesta, alentó a esos grupos promotores del odio.
Frente a la desbandada de ejecutivos que ocurrió la semana pasada de los consejos asesores creados por Trump, el presidente no tuvo más remedio que optar por disolverlos antes que seguir sufriendo del desdén de un número cada vez mayor de altos ejecutivos.
“El racismo y el asesinato son inequívocamente condenables y no tienen equivalente moral a nada que haya pasado en Charlottesville”, dijo Denise Morrison, la directora general de Campbell Soup Company, la empresa que fabrica la emblemática sopa enlatada del mismo nombre, al anunciar su separación del comité en el que colaboraba. “Yo creo que el presidente debió haber sido preciso --y todavía necesita serlo-- sobre ese tema”.
Otros ejecutivos que renunciaron antes de la decisión de desactivar los consejos asesores fueron: Kevin Plank, fundador de la empresa fabricante de ropa deportiva Under Armour; o Brian Krzanich, líder de la empresa fabricante de microcomponentes Intel; entre otros.
En el mismo sentido crítico, el reconocido semanario The New Yorker, ilustró su portada de esta semana con Trump montado en un velero y soplando sobre la vela que tenía la forma del emblemático gorro que usan los miembros del KKK. Esa capucha es un símbolo del racismo y la violencia contra de afroamericanos u otras minorías en el país vecino del norte.
Claro que, por otra parte, no todos están en contra de Trump. Ayer, una encuesta el diario estadounidense The Washington Post reveló que solo 56% de los estadounidenses reprobaron la respuesta del presidente al caso de Charlottesville, dejando entrever que una amplia base de los seguidores de Trump lo sigue apoyando.
Al parecer, muchos de los que apoyan a Trump no lo evalúan mal por ese tipo de actitudes y prestan mayor atención a otros elementos como sus postras frente a la economía o la migración en Estados Unidos.
Si bien las críticas contra Trump por parte de diversos medios no son nuevas, sí lo fue el grado de las mismas y el aparente desencanto de la clase empresarial estadounidense con el presidente número 45 de Estados Unidos.
La desazón pareció contagiar incluso al ánimo de los inversionistas, quienes si bien hasta ahora han dado un apoyo indirecto al gobierno de Trump al llevar a los principales indicadores del mercado de valores estadounidenses a niveles récord, el jueves pasado provocaron la peor caída del Dow Jones Industrial Average en tres meses.
Ese día el indicador perdió 274.14 puntos, con las acciones de las 30 empresas que lo conforman reportando caídas.
Cierto que Trump logró, hasta cierto punto, apaciguar las críticas el viernes con el despido de su jefe de estrategia, Steven K. Bannon, quien era visto como la mente detrás de las ideas xenófobas y aislacionistas del presidente, pero las consecuencias de las medidas controvertidas que ha tomado el empresario convertido en político en su joven administración, como el despido del director del Federal Bureau of Investigation o las críticas a miembros de su partido, parecen que ahora sí, por acumulación, lo perseguirán de manera permanente.
A menos claro que dé un giro de 180 grados a su polémico y controvertido estilo de gobernar --algo que muchos creen que el mandatario estadounidense es incapaz de hacer y para lo que aún no tiene incentivo alguno ante el soporte que aún mantiene con muchos estadounidenses.
Fecha de publicación: 21/08/2017
Etiquetas: Trump EUA racismo política disturbios ´Virginia gobierno economía