31 de jul. (Dow Jones) -- La economía está bien, la inflación aún no está a la vista, el riesgo de la deflación ha disminuido, las tasas de interés son bajas y los temores sobre la política europea --a excepción de la británica-- han demostrado ser infundados, por lo menos hasta ahora.

Es fácil explicar por qué los mercados han estado de juerga, y por qué tantas personas están preocupadas de que actualmente todo sea demasiado perfecto.

El estado de la economía explica fácilmente los altos precios de las acciones, la baja volatilidad y los bajos rendimientos de los bonos. Estamos en lo que cada vez más se denomina una economía “Goldilocks” (Fabulosa), que como en el caso de la avena para bebés no es ni demasiado caliente, ni demasiado fría.

La situación ha cambiado mucho desde que dicho término fue acuñado a principios de la década de los noventa, cuando el crecimiento era mucho más alto y la inflación aceptable era de casi el doble del nivel actual. Pero el principio es el mismo, con un crecimiento global razonable y pequeñas señales de inflación que podría motivar a los bancos centrales a recurrir a un súbito ajuste monetario.

Por otra parte, explicar no es lo mismo que justificar. El hecho de que todo haya sido sorprendente en fechas recientes augura poco sobre el futuro de la economía o la inflación --y el alza de las acciones hace que sea menos probable que continúe el asombro general.

El adagio del mercado dice que los mercados suben una pared de preocupaciones y que bajan una pendiente de esperanzas. La preocupación casi ha desaparecido este año. Como dijo Simon Smiles, director de inversiones de clientes de ultra-gama en UBS Wealth Management, si la única preocupación es Corea del Norte, entonces no hay nada serio de que preocuparse: “¿Cómo podría haber una mejor situación que esta?”

Por supuesto, todo podría seguir siendo maravilloso. Excluyendo la geopolítica de Corea, Qatar y el Mar Meridional de China, es difícil ver algo especialmente amenazante en el horizonte. El problema es que, casi por definición, son los eventos inesperados los que siempre afectan a los mercados, y la calma ha hecho que los inversionistas estén menos preparados para hacer frente a las malas noticias que lo habitual.

A medida que los inversionistas se salen de su zona de confort en búsqueda de ganancias, su capacidad de recuperación se reduce para recibir malas noticias. Entre más exuberantes estén los mercados, el evento menos malo y más inesperado es precisamente el que socava la confianza.

Una razonable respuesta contra esta visión es que hay pocos signos de exuberancia irracional. Esto no es marzo de 2000, ni siquiera octubre de 1987.

Robert Buckland, estratega de Citigroup, dijo que sólo dos de sus 18 señales de advertencia de mercado oscuro --el endeudamiento de las empresas estadounidenses y los cocientes precio/ganancia-- están mostrando señales de vida, lo que significa que los inversionistas deben comprar cualquier acción devaluada.

Pareciera como si una gran cantidad de inversionistas están esperando esas depreciaciones para comprar de nuevo en el mercado, esa es una razón por la que la volatilidad ha sido tan baja. Cualquiera que haya esperado este año ha perdido ganancias de 7.6% en el índice S&P 500 hasta principios de ese mes y de 16.4% en las acciones de la eurozona en términos de dólares, doloroso para quienes se retrasaron en hacerlo.

Una mirada al pasado puede decirnos un poco acerca de las depreciaciones. El índice S&P 500 no ha tenido una caída de 5% desde la que sufrió después del referendo Brexit, sólo la tercera vez desde mediados de la década de los sesenta que ha pasado más de un año sin sufrir un retroceso similar. Las brechas de tiempo entre las correcciones de 10% a veces han sido mucho más largas; siete años en la década de los noventa y cuatro en la “gran moderación” de la década de los años 2000, en comparación con menos de 18 meses desde la última caída. Pero el verdadero dolor viene con una caída de 20%, la definición habitual de un mercado bajista.

A los inversionistas les gusta creer que los mercados bajistas sólo se presentan en las recesiones, y así confirmar que no hay signos de que una recesión sea inminente, repitiendo el mantra de que “los ciclos económicos no mueren por vejez”.

Desafortunadamente, este es un malo e inútil ejercicio. En primer lugar, las caídas de 20% ocurren a veces fuera de las recesiones, como en 1987 y 1966. En segundo lugar, los ciclos económicos pueden concluir por un colapso financiero, y como lo señaló el economista Hyman Minsky, cuanto más prolongado es el ciclo financiero, más probable es caer en el exceso y terminar mal eventualmente.

Peor aún, no hay un método confiable para pronosticar una recesión, por lo que incluso si fuera cierto que sólo una recesión podría poner fin al mercado alcista, eso no es de gran utilidad para los inversionistas.

No hay manera de estar seguro de cuándo se presentará la siguiente caída. Invertir tiene que ver con las probabilidades y las posibilidades de que haya una reacción desagradable ante una sorpresa relativamente menor son más altas de lo que lo eran --pero aun así no tan altas como lo han sido en momentos de máxima complacencia en el pasado.

Cuando todo es impresionante, lo mejor es prepararse para cuando las cosas sean un poco menos impresionantes en el futuro, incluso a costa de perder algunas de las ganancias si los inversionistas se vuelven aún más complacientes desde ahora.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 31/07/2017

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