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5 de jul. (Dow Jones) -- Casi dos décadas después de que el finado presidente venezolano Hugo Chávez llegó al poder con una abrumante victoria electoral, la transformación de su país parece estar tomando un nuevo rumbo siniestro.
El país que alguna vez fue uno de los más ricos de Latinoamérica está viendo cómo se colapsan sus instituciones democráticas, conduciendo a niveles de enfermedad, hambre y disfunción vistos con mayor frecuencia en naciones devastadas por la guerra que en los ricos países petroleros.
El sucesor de Chávez, el presidente Nicolás Maduro, ha convocado a que se elija una Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio para redactar una nueva constitución, en la que consejos comunales mal definidos tomarán el lugar de las instituciones tradicionales de gobierno de Venezuela, como los gobiernos estatales y el Congreso que está dominado por la oposición.
La nueva asamblea parece ser manipulada para representar fuertemente a los grupos que apoyan al gobierno.
El gobierno de Maduro dijo que la nueva asamblea encontrará el camino pacífico hacia el futuro en un país que está capeado una depresión económica y que se encuentra al borde del conflicto civil. El gobierno dijo que se está basando en el legado de Chávez, un militar que prometió combatir la corrupción, desmantelar el antiguo sistema político y ser la voz de los millones de venezolanos de escasos recursos.
Pero la oposición, que está boicoteando el voto de la asamblea, lo llama un intento desnudo por acabar con la democracia y convertir al país en una autocracia comunista al estilo cubano. La propia fiscal general del gobierno ha calificado la votación como ilegal.
La asamblea de 545 miembros, un soviet moderno, tendría poderes ilimitados cuando redacte la nueva Carta Magna, lo que podría tomar años. Mientras tanto, en general se espera que la asamblea cancele las elecciones presidenciales del próximo año.
“Esta es la última batalla por la democracia en Venezuela”, dijo David Smilde, un experto sobrre el país en Tulane University.
Para Estados Unidos, la perspectiva de una nueva Cuba que cuenta con billones de dólares de reservas de petroleras es profundamente desagradable.
Durante la última década, Venezuela se ha alineado con Rusia, China, Irán y Siria. Si prospera o se colapsa, el estado petrolero de Maduro podría causarles mayores dolores de cabeza a Estados Unidos y Latinoamérica que una Cuba aislada.
Un colapso podría significar mayores envíos de estupefacientes a Centroamérica y Estados Unidos, así como el aumento masivo en el flujo actual de decenas de miles de refugiados que ya huyen del país con dirección a Estados Unidos, Colombia, Brasil y otros lugares. Además, la consolidación del poder podría permitirle a Maduro profundizar su asociación con adversarios estadounidenses.
Traducido por Luis Felipe Cedillo
Editado por Michelle del Campo
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Fecha de publicación: 05/07/2017
Etiquetas: Venezuela Política Geopolítica EUA Crisis