23 de mar. (Dow Jones) -- Donald Trump ha prometido construir un “muro impenetrable, imponente, alto, poderoso y hermoso” a lo largo de la frontera suroeste de Estados Unidos para mantener fuera a los inmigrantes ilegales y criminales. Antes de que se ponga el primer ladrillo, su administración ha afirmado que la mera amenaza de tal medida ya estaba dando resultados.

En febrero, el primer mes completo de la presidencia de Trump, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos dijo que había interceptado a 18 mil 762 migrantes ilegales en la frontera suroeste, 41% menos que en enero y 28% menos que en febrero de 2016.

Las cifras de un solo mes deben ser tratadas con cautela, aunque Trump puede haber hecho que Estados Unidos sea menos atractivo para los mexicanos. Después de todo, sus primeras acciones como presidente parecen haber disuadido a otros posibles visitantes, teniendo a las agencias de viajes reportando una caída en las reservaciones de vuelos a Estados Unidos desde su toma de posesión.

La pregunta es si el muro en sí mismo, y las otras costosas defensas físicas que  Trump ha prometido, mantendrían alejados a más migrantes. La respuesta probable es no, y esas medidas podrían tener algunas consecuencias desafortunadas no deseadas.

Ya tenemos una buena idea de lo que ocurre cuando la seguridad en la frontera se hace más severa porque en las últimas décadas Estados Unidos ha estado haciendo mucho más estricta esa vigilancia.

Viendo hacia al norte, hacia California, desde los suburbios montañosos de Tijuana, México, se ve una imponente barrera moderna coronada con alambre de púas que es monitoreada por cámaras de visión nocturna. Drones patrullan el cielo, y radares escanean el suelo buscando túneles ilícitos.

Entre 1992 y 2008, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos cuadruplicó el número de horas que sus agentes dedican a resguardar la frontera de tres mil 200 kilómetros, de acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

Hasta cierto punto, esta táctica ha funcionado. Los inmigrantes indocumentados han encontrado que es mucho más difícil cruzar la frontera sin ayuda, por lo que más de ellos han buscado ayuda profesional.

En la década de los setenta, menos de la mitad de los inmigrantes ilegales que ingresaron a Estados Unidos contrataron los servicios de un “coyote”, como a menudo se conocen a los contrabandistas de personas. En 1999, nueve de cada diez lograba su cometido, de acuerdo con la investigación citada por el DHS.

Conforme se dificultó más cruzar la frontera, los coyotes aumentaron sus precios. Entre 1993 y 2007, el costo promedio por un cruce ilegal casi se duplicó en términos reales. Las investigaciones realizadas por el DHS muestran un vínculo claro entre el número de horas de vigilancia fronteriza realizadas por la Patrulla Fronteriza y el precio promedio que cobran los coyotes, cuyos equipos de herramientas ahora incluyen rastreadores GPS y cortadores eléctricos de cercas de gran potencia.

La tarifa actual de un cruce sencillo ahora va desde alrededor de tres mil dólares, de acuerdo con Mexican Migration Project en las Universidades de Princeton y de Guadalajara. Un servicio clase empresarial, proporcionando documentación falsa para evitar la peligrosa caminata en el desierto, puede llegar a cinco cifras.

Cruzar la frontera solía ser algo relativamente fácil que la gente a menudo hacía por su cuenta. Hoy día, pocos migrantes lo intentan sin esa ayuda que es cada vez más costosa de una clase cada vez más profesional de delincuentes, y el número de migrantes ha disminuido dramáticamente.

Pero las correlaciones pueden ser engañosas. ¿Qué ha generado realmente esta disminución? Analizando lo sucedido en las últimas décadas, es difícil ver que el nivel de seguridad fronteriza haya tenido mucho impacto. De hecho, el principal factor de la fluctuación en el número de inmigrantes ilegales registrado ha sido los altibajos que ha registrado la economía de Estados Unidos.

Pew Research Center le achaca al rápido crecimiento económico de finales de los años noventa al gran aumento de la inmigración visto hasta el año 2000. De hecho, la migración cayó otra vez después de la recesión de principios de 2000, subió un poco a medida que se recuperó la economía estadounidense, y después cayó cuando el mercado de la vivienda (y su demanda por empleos de la construcción) se desplomó a raíz de la crisis financiera.

Entre 1991 y 2000, las horas de vigilancia de la Patrulla Fronteriza aumentaron en cerca de 150%, pero no se redujo la migración ilegal, de acuerdo con estimaciones de Pew. De hecho, el número de personas detenidas en la frontera cada año aumentó 50%, y se duplicó el número total de migrantes mexicanos que vivían en Estados Unidos (la mayoría de ellos ilegalmente). El endurecimiento de la frontera elevó el precio que los inmigrantes indocumentados tuvieron que pagar para cruzarla, pero la mayoría de ellos simplemente optó por absorber el costo extra.

Que los migrantes mexicanos sean en gran medida insensibles a estos cambios de precios no es algo sorprendente. El salario mínimo de México es de alrededor de cuatro dólares al día. En Estados Unidos, un trabajador puede ganar eso en media hora, incluso trabajando ilegalmente. El incentivo económico para migrar hacia el norte es lo suficientemente fuerte como para incluso absorber el pago de varios miles de dólares más para ingresar al país.

Tampoco es tan difícil cobrar esa cantidad de dinero por adelantado como uno lo podría pensar. Los posibles migrantes pueden ser pobres, pero a menudo pueden recurrir a fondos de familiares que ya han cruzado la frontera.

Irónicamente, a pesar del número de trabajadores migrantes de México y más allá que pudieran ser disuadidos por Trump, su plan económico bien podría atraer a más de ellos a Estados Unidos.

El presidente de Estados Unidos ha prometido un derroche federal en construcción, algo en lo que los inmigrantes indocumentados se han especializado durante mucho tiempo. Los grandes proyectos de infraestructura generarían una mayor demanda de mano de obra en estas industrias y los salarios más altos serían un fuerte atractivo

Los trabajadores tendrían aún más razones para desplazarse hacia el norte si Trump cancela el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, lo que ha ayudado a México a convertirse en uno de los países más ricos de Latinoamérica. Una guerra comercial con México haría que más ciudadanos abandonaran su país en busca de trabajo.

Entonces, ¿cuál sería el efecto probable del muro de Trump y de los cinco mil agentes adicionales de la Patrulla Fronteriza que ha solicitado?

La mayoría de las partes accesibles de la frontera ya están bien cercadas y protegidas. Los miles de kilómetros de frontera que carecen de valla se extienden principalmente a través de barreras naturales, como desiertos o ríos, lo que dificulta su cruce (y también es difícil de construir ahí). En cuanto a los estupefacientes y otro tipo de contrabando, la mayor parte es transportada en automóvil o camión, no transportado a través del desierto.

Una seguridad más estricta probablemente haría que la frontera fuera un poco más difícil de cruzar, lo que tendría varias consecuencias --aunque quizás no las que tiene Trump en mente. Aún más inmigrantes ilegales recurrirían a los delincuentes profesionales para obtener ayuda y los honorarios cobrados por esos contrabandistas de personas aumentarían.

La experiencia necesaria para que cruzar a una persona a través de la actual frontera ya significa que los cárteles del narcotráfico están participando en lo que antes era un negocio de aficionados, a veces prestando sus túneles para el contrabando de personas. Aun así, debido a que los inmigrantes ilegales son en gran medida insensibles a los cambios en el precio de estos servicios, es poco probable que su número disminuya mucho.

La construcción de un muro “alto, poderoso y hermoso” en el desierto serviría principalmente para incrementar los márgenes de ganancia de la industria del contrabando de personas, enriqueciendo a los “bad” hombres que Trump dice que quiere mantener a raya. Eso no es un uso inteligente del dinero, sin importar quien termine pagando por ello.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 23/03/2017

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