21 de mar. (Dow Jones) -- El drama reciente sobre la sustitución del programa Obamacare es el preludio de una batalla con apuestas aún más altas para los republicanos: la reforma fiscal.

La perspectiva de tener tasas más bajas y un código tributario más sencillo es una de las principales razones por las cuales la elección de Donald Trump en noviembre impulsó la confianza empresarial y las acciones. Sin esto, Trump tendrá dificultades para lograr la tasa de crecimiento económico que prometió.

Sin embargo, así como con los servicios médicos, los republicanos han sido incapaces de unirse en torno a un solo plan tributario. Durante su campaña, Trump propuso reducir la tasa corporativa de 35%, que es la más alta del mundo desarrollado una vez incluidos los impuestos estatales, a 15%. Pero eso podría un generar un déficit de varios billones de dólares en el presupuesto.

Paul Ryan, el vocero republicano de la Cámara de Representantes, está proponiendo una tasa de 20% combinada con un “ajuste fiscal fronterizo”, que impondría impuestos a las importaciones y eximiría a las exportaciones. Debido a que Estados Unidos importa más de lo que exporta, eso permitiría recaudar dinero para compensar la reducción de la tasa fiscal corporativa.

Sin embargo, el ajuste fiscal fronterizo, que ningún país ha usado nunca con un impuesto corporativo, ha provocado alarma. Otros países podrían alegar que eso viola las leyes comerciales y tomarían represalias contra las exportaciones de Estados Unidos. Se supone que eso haría que subiera la cotización del dólar de manera brusca, lo que podría desestabilizar a los inversionistas y empresas con activos significativos o deudas denominadas en alguna moneda extranjera. Esta propuesta ha enfrentado una fuerte resistencia de parte de las industrias que importan mucho como las cadenas minoristas, una tibia recepción de Trump y una franca hostilidad de muchos senadores republicanos.

El problema es que si fracasan los planes de Trump y Ryan, los republicanos no tienen un plan alternativo apropiado.

Así que este es uno: Reducir los impuestos de las corporaciones y aumentar los de los accionistas. Ambas son maneras de imponerle impuestos al capital, pero las corporaciones encuentran que los impuestos son más fáciles de eludir porque son más móviles que sus dueños. Eleve los impuestos de Apple o Berkshire Hathaway y estas empresas intentarán transferir ingresos u operaciones al extranjero. Auméntele los impuestos a Tim Cook o a Warren Buffett y ninguno de los dos tratará de abandonar Estados Unidos.

Ron Johnson, un senador republicano por Wisconsin, está promoviendo esa idea. Citando estudios que encuentran que los impuestos a las empresas son sufragados en parte por sus trabajadores, dijo en una entrevista: “En lugar de hacer que los empleados paguen el impuesto, que los propietarios paguen ese impuesto”.

Johnson quisiera que los accionistas corporativos fueran gravados con la misma tasa fiscal que los “traspasos”, entidades como las sociedades de responsabilidad limitada, cuyos beneficios se gravan en manos de los propietarios a tasas individuales. La corporación en sí misma no debería impuestos. En su lugar, le notificaría a cada accionista su parte de las ganancias anuales y luego le enviaría el impuesto estimado de ese accionista al Departamento del Tesoro.

Una estrategia menos radical ha sido desarrollada por Alan Viard de American Enterprise Institute, de centro-derecha, y Eric Toder de Urban Institute, de centro-izquierda. Ellos reducirían la tasa corporativa a 15%, y pagarían por ello gravando los dividendos y las ganancias de capital a la misma tasa que el ingreso individual ordinario.

Para las familias más ricas, actualmente es de 39.6%, mientras que los dividendos y las ganancias de capital se gravan actualmente a una tasa de hasta 23.8%. Esto ayudaría a corregir muchas fallas del actual código tributario: reduciría la doble imposición fiscal a los beneficios empresariales, el sesgo de que las empresas emitan deuda en lugar de acciones y los subsidios fiscales especiales que son generalizados y que distorsionan la asignación de capital.

Al igual que el plan de Ryan, ésta táctica elimina en gran medida el incentivo para mudar operaciones o ganancias al exterior en busca de tasas más bajas. Además, al elevar el impuesto que los inversionistas estadounidenses pagan por los dividendos extranjeros, éste desplaza efectivamente parte de la carga impositiva de Estados Unidos de las compañías y trabajadores estadounidenses a los competidores extranjeros que aprovechan el capital estadounidense, sin la amenaza de ser etiquetados como un subsidio o arancel ilegal.

Algunos países ya lo han hecho: Irlanda combina el impuesto corporativo más bajo del mundo con el segundo más alto a los dividendos. Gran Bretaña recientemente redujo su tasa corporativa, mientras que aumentó la tasa a los dividendos.

Inevitablemente, algunas disposiciones de este plan serán controvertidas o complicadas. Aumentar el impuesto sobre las ganancias de capital desalienta a los accionistas a vender acciones. En lugar de esperar para gravar las acciones cuando estas son vendidas, Toder y Viard las gravarían anualmente en función de su valor de mercado, utilizando una fórmula para suavizar los giros de la oferta y la demanda.

Los inversorsionistas exentos de impuestos, como los fondos de pensiones, disfrutarían de una ganancia inesperada debido a los precios más altos de las acciones que los autores de la propuesta recuperarían imponiendo sus ingresos por los bonos en 15%.

Toder y Viard estiman que su plan es aproximadamente neutral con los ingresos. En su octavo año, éste permitiría recaudar aproximadamente 11 mil millones de dólares menos que lo recaudado en la situación actual. Si las corporaciones responden registrando más ganancias en Estados Unidos, éste recaudarían 50 mil millones de dólares            más. Además, éste impulsaría temporalmente el crecimiento y, por lo tanto, los ingresos fiscales, aunque no tanto como el plan de Ryan, de acuerdo con algunos economistas.

Sin importar la manera en que se haga, el hecho de transferir la carga fiscal de las empresas a los accionistas puede permitir cumplir la prueba más dura de todas: la política. Algunos reformadores han propuesto combinar las reducciones de los impuestos corporativos con un impuesto al valor agregado o un impuesto al carbono, que no entusiasma a la mayoría de los republicanos. Los demócratas no gustan de hacer recortes fiscales a las corporaciones por considerarlo un regalo para los ricos. El plan de Toder y Viard en realidad aumentaría ligeramente la carga fiscal al 1% más rico de las familias (aunque eso amortigua los incentivos de inversión).

Toda reforma tributaria tiene sus defectos y opositores, y una que les tranfiera la carga tributaria a los accionistas, no es diferente. Sin embargo, sin tener algún plan B viable, los republicanos podrían terminar con el plan C, que es no realizar una reforma en lo absoluto.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 21/03/2017

Etiquetas: EUA Presupuesto Déficit Reforma Fiscal