8 de dic. (Sentido Común) -- Por su experiencia empresarial y por sus credenciales políticas como miembro del partido Republicano, que tradicionalmente defiende el libre mercado y el libre comercio, Donald J. Trump parecería ser el candidato ideal de la clase empresarial estadounidense, mejor conocida como Corporate America.

Pero a un mes de su victoria electoral y a pesar de las promesas favorables del presidente electo a las empresas estadounidenses en cuanto a reducir sus impuestos, eliminar las reglas que inhiben sus actividades e invertir en infraestructura, ciertas diferencias están comenzando a emerger entre el futuro presidente estadounidense y el sector empresarial de esa nación.

Los ataques que ha lanzado Trump contra algunas compañías, ya sea por haber tomado la decisión de mudar sus operaciones a otras naciones con menores costos laborales o por defender sus operaciones multinacionales, están comenzando a inquietar a un grupo que aplaude su política económica doméstica, pero que está --cada vez más-- en contra de su visión económica internacional.

“Existe una larga (aunque no siempre honorable) tradición de alcaldes, gobernadores e incluso presidentes que imploran o intimidan a ejecutivos para que hagan uno u otra cosa. Pero usar el poder de la presidencia para micro-manejar empresas es una horrible idea”, escribió reciente el consejo editorial de la agencia de noticias Bloomberg, en relación a las críticas que ha lanzado el presidente electo a diversas empresas por sus decisiones de negocio.

En el centro de las discrepancias entre Trump y el mundo corporativo estadounidense parece estar su visión de cómo deben comportarse las empresas de su país en un mundo globalizado.

Al parecer, a Trump le gustaría que las compañías centraran toda su atención en Estados Unidos y que dejaran de lado las ventajas que les ha brindado la apertura comercial internacional --algo que va un poco contra de la misma naturaleza empresarial estadounidense que por décadas se ha vanagloriado de sus operaciones internacionales.

Desde su campaña, el candidato republicano habló de que su administración pondría primero los intereses de Estados Unidos y que buscaría renegociar o cancelar los tratados de libre comercio que tiene su país con otras naciones por ser, desde su perspectiva, desventajosos para la nación que en breve encabezará.

Esas palabras, combinadas ahora con críticas de 140 caracteres enviadas desde su cuenta de Twitter a ciertas empresas, están comenzando a disgustar a Corporate America, que si bien alaba a Trump por buscar hacer más eficientes y atractivas las inversiones en Estados Unidos, lamenta que el presidente electo no quiera reconocer las ventajas que les han dejado los tratados de libre comercio.

Para muchos altos ejecutivos, Estados Unidos ha ganado con la globalización y el libre comercio por lo que confían que el presidente electo reconozca eso para que, junto con los cambios domésticos que busca hacer, la economía estadounidense pueda crecer a un mayor ritmo gracias a un repunte tanto local como internacional.

“El genio de la globalización no va a regresar a la lámpara”, dijo hace unos días Greg Hayes, presidente de United Technologies, la compañía controladora de Carrier, una de las empresas que ha criticado Trump por su decisión de mover parte de sus operaciones a México, en una entrevista con la cadena de televisión restringida estadounidense CNBC. “El libre comercio es esencial para el crecimiento de este país”.

La postura a favor del libre comercio de Hayes la respaldan otros importantes empresarios estadounidenses.

Recientemente, por ejemplo, Michael Bloomberg, el fundador de la empresa de servicios informativos y ex alcalde de Nueva York, describió al tratado de libre comercio que tiene México con Estados Unidos y Canadá como un éxito.

De ahí que Bloomberg, al participar en un foro que organizó su compañía en la Ciudad de México para analizar el futuro del país en 2017, dijera que Trump no va a poder deshacer algo que ha funcionado bien para todos los países participantes.

Bloomberg confía que Trump, al final, dé marcha a tras a su propuesta de cancelar el tratado, también conocido como TLC, si México no cede a sus peticiones.

“Nadie va a deshacerse del TLC”, dijo Bloomberg. “Yo no creo que México deba preocuparse. . . pero debe negociar con seriedad y civilidad”.

Claro que a pesar de esta visión optimista, existen actitudes de Trump que no dejan de preocupar a las compañías estadounidenses y a sus ejecutivos.

El enfrentamiento que protagonizaron hace un par de días Trump y la empresa de aviación Boeing, reafirma la inquietud que el presidente electo está generando en círculos corporativos estadounidenses. Esto porque el repentino ataque contra la empresa fabricante de aviones se dio a unos días, o horas, de que su director general defendiera, en un foro y ante un medio de comunicación, respectivamente, sus operaciones globales --en particular las que realiza en China.

Dennis Muilenberg, director general de la compañía de aviación, defendió, en un congreso manufacturero que organizó Illinois Manufacturers Association (IMA), hace seis días, las actividades internacionales de la empresa así como el libre comercio, algo que también reiteró en una entrevista publicada el martes por el periódico británico The Guardian.

Para el ejecutivo de Boeing, ir en contra del libre comercio “podría resultar en mayores costos, la interrupción de cadenas de suministro y regulaciones que disminuyan nuestra habilidad para vender productos alrededor del mundo”, dijo durante el evento de IMA.

Muchos sospechan que esas palabras, más la entrevista, fue lo que detonó que Trump se lanzara antier contra el principal exportador estadounidense al decir que podría cancelar el contrato que tiene el gobierno de Estados Unidos con Boeing para ensamblar el emblemático avión presidencial, mejor conocido como Air Force One.

     “Boeing está construyendo un nuevo Air Force One 747 para los futuros presidentes, pero los costos están fuera de control, más de 4 mil millones [de dólares]. [¡]Cancelen la orden!”, escribió Trump en su cuenta de Twitter.

     El inesperado ataque contra Boeing provocó que la empresa tuviera que salir a defenderse y aclarar que hasta ahora el costo de la aeronave es hipotético dado que sólo tiene un contrato con la Fuerzas Aérea de Estados Unidos por 170 millones de dólares para estudiar las especificaciones que tendría la nave.

     “Esperamos trabajar con la Fuerza Aérea de Estados Unidos en fases posteriores del programa que nos permita desarrollar los mejores aviones para el presidente con el mejor valor para el contribuyente estadounidense", dijo la empresa en un comunicado tras las críticas de Trump.

     Muchos observadores dijeron no estar sorprendidos del ataque del presidente electo contra Boeing por la defensa que han realizado sus ejecutivos del libre comercio.

     “Era sólo cuestión de tiempo para que la atención de Donald Trump girara hacia Boeing”, escribió Paula Dwyer, una columnista con el sistema de opiniones de Bloomberg conocido como Bloomberg View. “Uno de los mayores clientes de Boeing resulta ser China, un país que el presidente electo parece más que decidido a antagonizar”.

     Las diferencias Trump-Corporate America podrían así acrecentarse en el futuro, aunque muchos no descartan que el presidente electo, como un buen negociador que dice ser, logre encontrar un acuerdo con las corporaciones en que, si bien éstas no pierdan las ventajas de la globalización y el libre comercio, no olviden tampoco destinar fondos y recursos a sus operaciones domésticas para generar más y mejores empleos --un tema central durante la campaña electoral de Trump y que en buena medida explica su triunfo.

     De hecho, Trump recibió ayer dos gratas noticias cuando el multimillonario japonés, Masayoshi Son, dueño de Softbank GroupCorp, prometió, tras reunirse con el presidente electo, invertir hasta 50 mil millones de dólares en la economía más grande del mundo por las ventajas que ahí ve, gracias a los cambios impositivos y regulatorios que buscara implementar Trump cuando llegue a la presidencia.

     Esas inversiones podrían generar 50 mil puestos de trabajo, agregó Son, de 59 años de edad, para beneplácito de Trump.

     “Él podría implementar mucha desregulación”, agregó Son, a la salida del encuentro con el presidente electo en el lobby del edificio Trump Tower en la ciudad de Nueva York donde el presidente electo tiene hoy sus oficinas. “Estados Unidos volverá a ser grande de nuevo”.

     Además, la compañía taiwanesa Foxconn Technology Group, que manufactura artículos electrónicos en Asia, confirmó su interés por llevar a cabo inversiones en Estados Unidos para expandir sus operaciones ahí --una decisión que sugiere que la política de premio y castigo que ha anunciado Trump con las empresas podría estar teniendo el efecto deseado de preservar o aumentar las fuentes de empleo en Estados Unidos.

 

* César Pérez colaboró en la elaboración de esta historia.

 

 

 

 

 


Fecha de publicación: 08/12/2016

Etiquetas: EUA Trump Sector Empresarial Antagonismo