26 de ago. (Dow Jones) -- Hillary Clinton se encuentra en una posición envidiable, pero también arriesgada.

En todas las métricas imaginables, ella está liderando la contienda presidencial, y de manera muy cómoda. Sin embargo, la candidata presidencial en privado dice a sus allegados que espera que se intesifique el enfrentamiento electoral con Donald Trump, pero por ahora todas las encuestas nacionales y las encuestas estatales narran la misma optimista historia para ella.

Aun asi, Hillary también está inmersa en mundo político e ideológico que por naturaleza ha alienado a las mujeres como resabio de nuestra era primitiva. La energía del Partido Demócrata al que representa está volcada a la izquierda, donde las sospechas sobre sus moderados instintos todavía son muy marcadas.

Mientras tanto, la oportunidad histórica que prácticamente Trump le está ofreciendo a ella está a su derecha, entre los independientes y republicanos moderados que no quieren formar parte de la versión populista, encolerizada y visceral del Partido Republicano que él encabeza.

Todo esto sugiere que en la actualidad hay, en cierto sentido, tres partidos políticos en Estados Unidos: el de los liberales de Bernie Sanders/Elizabeth Warren; el de los iracundos populistas de Donald Trump; y el de los centristas, fiscalmente conservadores y socialmente liberales que buscan dónde colocarse.

Los conservadores ideológicos son los raros que están a la deriva y que pueden hacer las paces con la versión republicana de Trump o esperar poder recuperar al partido cuando él haya terminado de usarlo para sus fines personales.

Clinton está tratando de aprovechar estas tres corrientes. Es decir, ella trata de sosegar a los liberales de su propio partido; volver a seducir a algunos de los blancos de la clase trabajadora tradicionalmente demócratas que están tentados a desertar y apoyar a Trump; y ganarse a los republicanos moderados que ahora están dispuestos a abandonar el barco.

Hacer todo esto a la vez representa un gran desafío. Esa es la razón por la que Clinton tiene un anuncio de televisión que inicia con una promesa de aumentar los impuestos a los estadounidenses más acaudalados e imponer un nuevo impuesto a las empresas que trasladen sus matrices al extranjero, lo que complace a los de izquierda y a los populistas por igual.

Luego, sugiere que invertirá todo ese dinero en nuevos grandes proyectos de infraestructura. Lo que está gustando a los intereses empresariales que desean que se mejoren las redes de transporte y comunicaciones de la nación, así como también a los estadounidenses de clase trabajadora que son quienes obtendrán los puestos de trabajo necesarios para realizar tales mejoras.

Del mismo modo, ella se ha inclinado hacia la visión de Sanders en relación a la cuestión de los costos universitarios, al ofrecer un plan que utilizaría la ayuda del gobierno para hacer gratuita la matrícula universitaria para los estudiantes de familias que perciben 85 mil dólares anuales o menos. En un guiño a la izquierda, eso es un paso hacia la idea de la educación universitaria gratuita para todos y que Sanders estaba promoviendo. Pero en una deferencia al centro, eso es algo menos que la bonanza que Sanders estaba ofreciendo.

La parte fiscalmente responsable de Clinton preocupa acerca de cómo se va a pagar ese delgado plan universitario --mientras que algunos de su partido le dicen que no se moleste en preocuparse por ello.

Si Trump, ni tampoco Sanders trataron de hacer que cuadraran los números de sus planes económicos, ellos argumentan, ¿por qué ella tendría que hacerlo?

En materia de seguridad nacional, Clinton sigue prometiendo, o por lo menos está dando la impresión de que va a ser más estricta de lo que lo ha sido el presidente Barack Obama. Su página electrónica habla de "intensificar" la campaña aérea contra las fuerzas del Estado Islámico en Irak y Siria. Además, en respuesta a los devaneos que le ha dirigido Trump al líder de Rusia, ella ha dicho que va a "enfrentar" a Vladimir Putin.

Esas promesas son lo que cabría esperar de una ex secretaria de Estado que ha demostrado consistentemente un rasgo de línea dura que la coloca en algún lugar de centro-derecha en el espectro de la seguridad nacional.

Esta es una posición que es confortable para los moderados, pero que no coincide ni con las promesas nacionalistas de Trump de revocar los compromisos de formar alianzas en el extranjero, ni tampoco con los deseos de los liberales que abuchearon y corearon "no más guerra" cuando Leon Panetta, ex secretario de Defensa y ex director de la Agencia Central de Inteligencia, habló en la Convención Nacional Democrática.

Clinton se encuentra en el medio de estas grandes y poderosas corrientes.

En contraposición a ese bloque de votantes renuentes de Sanders está la oportunidad histórica que tienen ahora los demócratas de reclamar un terreno significativo en el centro político, gracias a la debilidad que ahí ha mostrado Trump.

Esta situación nos dice dos cosas importantes sobre el futuro. En primer lugar, incluso si gana Clinton, gobernar no le será fácil, ya que todas estas tendencias estarán en el crisol del nuevo Congreso el próximo año.

En segundo, independientemente del resultado exacto de las elecciones presidenciales de este año, ya se inició un reajuste en los dos principales partidos políticos. Estamos en una rara situación y en la que ninguno de los candidatos presidenciales controla de manera plena de su partido. En su lugar, ha empezado una gran diferenciación.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 26/08/2016

Etiquetas: EUA Elecciones Trump Clinton Sanders