23 de may. (Dow Jones) – El congresista Paul Ryan se convirtió en un ícono republicano en 2011 cuando propuso un presupuesto ambicioso enfocado a reducir las tasas de impuestos, disminuir el crecimiento de las prestaciones sociales y, sobre todo, "descartar la aplastante carga de la deuda". Su visión se volvió en la declaración de la misión económica de su partido.

Con Donald Trump, los republicanos tienen ahora un candidato presidencial que rechaza prácticamente todos los elementos de esa visión. Él es errático en lo que concierne a los impuestos, no afectará las prestaciones y con orgullo se llama a sí mismo como "el rey de la deuda."

Ryan, ahora presidente de la Cámara, ha mantenido su apoyo a Trump. Se reunió recientemente con él en Washington para tratar de salvar sus considerables diferencias, que abarcan desde la inmigración, el comercio y las actitudes hacia los musulmanes.

Pero una consecuencia de su separación ya es evidente. El ascenso de Trump muestra que la austeridad y la deuda ya son temas agotados como fuerzas políticas en ambos partidos. En un mundo de ultra-bajas tasas de interés, las grandes deudas ya no importan tanto como antes. Sin embargo, esas condiciones podrían varias en los próximos años, creando un curso potencial de colisión entre una supuesta administración Trump y los mercados financieros.

Ryan irrumpió por primera vez en escena en 2008, cuando expuso sus prioridades presupuestales en "A Road Map for America's Future" (El mapa hacia al futuro de Estados Unidos). Cuando los republicanos tomaron la Casa de Representantes en 2010, ese mapa sirvió de base para su presupuesto.

En ese momento, los déficits todavía estaban cerca de los niveles máximos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la deuda nacional se estaba disparando, y un nuevo derecho, la Ley de Asistencia Médica Asequible, acababa de ser promulgado.

Ryan advirtió en términos apocalípticos sobre el " implacable gasto público, los impuestos y el endeudamiento que conducía. . . a Estados Unidos, justo en ese momento, hacia una crisis provocada por la deuda".

Se basó mucho en las ideas políticas conservadoras orientadas al mercado para reformar el código fiscal, Medicare y Medicaid. Su plan equilibraría el presupuesto para 2040 y reduciría la deuda en poder del público, que en esa época estaba en camino de superar 100% del producto interno bruto, a 10% en 2050.

El plan tenía sus inconvenientes. Ryan no dio detalles sobre cómo, incluso cerrando los resquicios, podría reducir las tasas de los impuestos y equilibrar el presupuesto. Económicamente, el tiempo había terminado: La austeridad no era lo que necesitaba una economía con una tasa de desempleo de 9%. Las tasas de interés no llegaron a un máximo nivel, tal como se advirtió; éstas cayeron a nuevos mínimos.

Pero el mayor defecto era político. Los votantes dijeron que estaban preocupados por la deuda, pero no lo suficiente como para aceptar un Medicare o una Seguridad Social menos generosa, incluso en el futuro. En 2012, cuando Ryan contendió como compañero de fórmula presidencial de Mitt Romney, los demócratas lo acusaron mediante anuncias de tratar de empujar a la abuela en una silla de ruedas por un precipicio.

Trump es la antítesis de Ryan, no porque tenga una filosofía económica diferente, sino porque no tiene ninguna. Él, sin embargo, tiene un agudo discernimiento de lo que quieren los electores. A principios de este año, le atribuyó la derrota de Romney a la elección de Ryan como compañero de fórmula, "porque representaba la reducción de la asistencia social". Desde el principio, Trump se distinguió de otros candidatos republicanos por la promesa de no tocar el Medicare, ni tampoco la Seguridad Social.

La deuda federal propiedad del público ahora es de 74% del PIB y, Congressional Budget Office dice que llegará a 86% en el año 2026, si las actuales políticas permanecen vigentes.

Trump dice estar preocupado por la deuda. Sin embargo ha prometido reducir los impuestos, mantener las prestaciones sociales, gastar más en infraestructura y defensa y deportar a 11 millones de inmigrantes ilegales.

La agenda de Trump simplemente no es compatible con la estabilización, y mucho menos con la reducción de la deuda. Con base en una estimación, los planes de Trump (incluyendo sus recortes de impuestos, que dice él son negociables) incrementaría la deuda a 129% del PIB en 2026.

Pero una mayor deuda probablemente no le molestaría. Mientras que Ryan considera la deuda casi inmoral, Trump la considera útil.

En los negocios, él ha explotado el endeudamiento para financiar adquisiciones y proyectos de construcción a fin de maximizar sus rendimientos y minimizar la dilución de su propio capital.

"Yo probablemente entiendo la deuda mejor que nadie", dijo Trump a CNN esta semana. "Se tiene que tener cuidado y saber lo que se está haciendo".

En el mundo de la política, eso no difiere mucho: Los préstamos le permiten a un presidente financiar sus grandes promesas sin necesidad de desgastar su capital político aumentando los impuestos o reduciendo el gasto público.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 23/05/2016