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9 de feb. (Dow Jones) -- No confunda al mercado con la economía. Los mercados han rebasado sus fundamentos y no hay signos de contagio en la economía real.
Cualquiera que haya estado prestando atención habrá escuchado últimamente alguna versión de estas opiniones. La cita famosa de Paul Samuelson de que el mercado ha previsto nueve de las últimas cinco recesiones está una vez más en los labios de los avezados hombres y mujeres de Wall Street.
¿Y si el mercado de valores fuera algo más que un indicador? ¿Si una ola de liquidaciones de acciones realmente pudieran provocar desempleo y recesiones?
Eso es exactamente lo que parecen sugerir los datos históricos recabados desde 1929 sobre el mercado de valores y la tasa de desempleo. Una persistente caída de 10% en el mercado de valores hace que suba 3% el desempleo.
Eso es, por lo menos, el hallazgo de Roger Farmer, economista de University of California en Los Ángeles (UCLA), actualmente profesor distinguido de economía en UCLA y académico visitante en el Banco de la Reserva Federal de San Francisco. Farmer ha sido miembro del Banco de Inglaterra y ha ganado premios por su trabajo sobre la ineficiencia en los mercados financieros y las profecías de auto-cumplimiento.
En un par de artículos académicos escritos a raíz de la crisis financiera, el primero publicado en 2012 y el segundo que se publicará a finales de este año en Journal of Economic Dymanics and Control, Farmer ha argumentado que los cambios en el valor de mercado de valores provocan cambios en la tasa de desempleo. La idea se ampliará en el libro de Farmer, próximo a publicarse, Prosperity for All (Prosperidad para todos).
Por ejemplo, la recesión económica posterior a la crisis no sólo fue prevista por la caída de la bolsa de 2008, en opinión de Farmer. Dicho accidente causó recesión.
La idea de Farmer es sin duda un punto de vista minoritario entre los economistas actuales. La mayoría tiende a pensar en el mercado de valores como en una previsión o reflejo de las condiciones económicas, y no como una causa de estas. Ellos destacan diversas condiciones del crédito, de la política monetaria o fiscal o los cambios en la productividad y la normatividad como motores de la economía, que inciden indirectamente los precios de las acciones.
La opinión de Farmer se basa en datos que muestran que las caídas del mercado de valores son tan altamente predictivas del aumento del desempleo de lo que este último puede provocar lo primero. Ninguna otra explicación se adapta tan bien a los datos, argumenta Farmer.
Lo que es más, la relación entre los precios de las acciones y el desempleo se ha mantenido estable durante 70 años. De acuerdo con Farmer, una caída persistente de 10% en las acciones conduce a un aumento de 3% en la tasa de desempleo.
Entonces, ¿cómo puede una caída de las acciones provocar un aumento del desempleo? Farmer cree que la explicación más plausible de la conexión de la bolsa con la economía real es la confianza o "espíritu animal".
Una caída duradera de las acciones reduce la riqueza global y perjudica la confianza, haciendo que los hogares y las empresas disminuyan su consumo, de acuerdo con Farmer.
Esto también disuade a los inversionistas de invertir en cosas como maquinaria, tecnología y otros factores de producción porque temen que pudiera caer aún más el valor de su capital existente.
"Si usted toma de ejemplo a una pareja de sesenta años de edad y ésta pierde 20% de su riqueza en el mercado de valores, un año más tarde empiezan a pensar en no tomar ese crucero que tenían planeado para el verano, o en no pagar la universidad de su nieto", dijo Farmer en una entrevista.
Esta idea es apoyada por el hecho ampliamente observado de que los cambios en precios de las acciones están vinculados con los cambios registrados en el consumo nacional. Cuando las acciones suben, el consumo se intensifica; cuando las acciones caen, el consumo se contrae. La interpretación estándar de esto es que el consumo de la riqueza de los hogares impulsa el consumo, a menudo referido como "el efecto de la riqueza".
Las acciones ni siquiera deben caer en un mercado bajista oficialmente para que provoquen un aumento en el desempleo, explicó Farmer. Los datos históricos muestran que los desplomes revertidos rápidamente no dañan la confianza, pero sí los descensos persistentes.
"Es realmente una cuestión de persistencia", dijo Farmer.
Esta es la razón por la que la caída del Lunes Negro de 1987 --cuando el Dow Jones Industrial Average disminuyó 22.6% en un solo día-- no socavó el crecimiento económico, de acuerdo con Farmer. Las acciones se recuperaron rápidamente. En tan sólo dos sesiones de operaciones se revirtieron la mayoría de las pérdidas sufridas por el Dow el Lunes Negro.
Por lo tanto, no es precisamente un accidente de estos el que duele, sino una caída persistente.
La crisis de 1987 también muestra que los responsables políticos tienen poder para evitar los peores resultados producto de una caída de la bolsa, dijo Farmer. En aquel entonces, la Reserva Federal actuó con rapidez y de una manera muy visible para proporcionar apoyo de liquidez a los mercados, facilitando las condiciones del crédito a corto plazo y alentando a los bancos comerciales a ampliar la liquidez a otros participantes del mercado financiero.
"La Fed intervino, inundó el mercado con liquidez y la confianza se recuperó", dijo Farmer.
Si el mercado se mantiene a la baja o cae más bajo, la Fed debería intervenir, en opinión de Farmer. En un mensaje publicado en su página electrónica personal, Farmer dijo la semana pasada que bien podría ser necesaria una nueva ronda de expansión monetaria.
"La pregunta es: ¿aceptarán mi explicación causal que considera la poca confianza como una profecía que se cumple?", preguntó Farmer acerca de la Fed.
La mejor política sería que la Reserva Federal siga elevando las tasas mientras continúa comprando fondos que se negocian en el mercado para evitar una caída de la bolsa, en opinión de Farmer.
Mientras que el Banco de Japón ha empleado tácticas similares, la compra de acciones sería un hecho de política radical para la Fed. Es probable que se requiera una nueva legislación que autorice dicho movimiento.
Eso parece poco probable dada la opinión generalizada de que la intervención del banco central ya ha durado demasiado tiempo. Lo que significa que si el mercado de valores mantiene su estado de ánimo deprimido, Farmer podría tener otra oportunidad para probar su teoría.
Traducido por Luis Felipe Cedillo
Editado por Michelle del Campo
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Fecha de publicación: 09/02/2016