9 de oct. (Dow Jones) -- Emmanuel Macron es un ex banquero de inversión de 37 años de edad que nunca ha sido electo para ocupar algún cargo público. Pero el ministro de Economía francés se perfila como una de las figuras políticas más influyentes de Europa.

Él ya ha dejado huella como defensor vocal de la reforma del libre mercado en Francia, donde fue uno de los arquitectos clave del radical cambio político de 2014 y en el que el presidente François Hollande abandonó el socialismo basado en impuestos y gasto de sus primeros dos años, en funciones a favor de una agenda pro-empresarial.

Ahora, Macron ha encontrado una nueva causa: promover el caso de una integración mucho más profunda en la zona euro.

En los últimos dos meses se ha embarcado en una campaña de alto perfil en la que requiere la creación de un tesoro común de la zona del euro que le rinda cuentas a un parlamento común, con el poder para hacer transferencias fiscales entre los estados miembros.

"Tenemos que fortalecer la zona del euro, ya que es débil una unión monetaria que no parezca irreversible. Además para fortalecerla, necesitamos una convergencia más fuerte en la zona del euro", dijo en un discurso en Londres.

Por supuesto, Macron no es la primera persona que esgrime este tipo de argumentos. Muchos economistas y políticos han estado exigiendo una mayor integración fiscal durante años.

En los últimos tres, la Unión Europea ha encargado dos informes de los cuatro presidentes de sus instituciones claves, mismos que llegaron a la conclusión de que la zona euro necesita una capacidad fiscal común para que los países afectados por las crisis económicas no se vean forzados a soportar solos la carga.

Los líderes políticos de los países en crisis de la zona euro han dejado en claro la necesidad de una reforma; altos políticos italianos advierten en privado que sin ella, la zona del euro se colapsará en 10 años.

Pero la intervención de Macron es notable porque él es precisamente un miembro influyente del gobierno de un país del núcleo de la eurozona.

Cierto, Macron no está hablando a nombre de su gobierno, y su papel como ministro de economía no le da derecho a un asiento en la mesa directiva más alta de la zona euro.

Sin embargo, sus intervenciones han sido autorizadas por el personal del presidente Hollande, de acuerdo con las autoridades, y se suceden ahora que Hollande ha ordenado una reevaluación de la política de Francia hacia la zona del euro después de años de mansedumbre, bailando al son que les toca Alemania. La revisión será dirigida por el Ministerio de Hacienda, en lugar de la cancillería que ha sido tradicionalmente más euroescéptica.

Eso sugiere que la política del gobierno francés puede estar cambiando en la dirección por la que aboga Macron. La debacle en Grecia durante el verano causó un impacto profundo en París, que considera la posibilidad de que Grecia salga de la eurozona como un riesgo impensable que hubiera dañado irreparablemente la estabilidad del bloque monetario.

Grecia podría ser más estable ahora, después de las elecciones pasada que le permitieron regresar al primer ministro Alexis Tsipras a su cargo sin el estorbo de la izquierda radical de su partido. Pero a ningún político europeo le complace los desafíos que tienen por delante Grecia y la eurozona. Eso le añade más urgencia a hacerle frente a los problemas a largo plazo del bloque.

Aun así, en el camino de cualquier integración de mayor calado de la zona del euro hay dos grandes obstáculos. El primero es que Alemania, en particular, se resiste a cualquier movimiento para crear mecanismos que permitan una responsabilidad común de las finanzas de los estados miembros. La opinión pública alemana durante  la crisis del euro siempre ha sido hostil a cualquier medida que generalice la responsabilidad de las obligaciones soberanas.

El segundo obstáculo reside en la propia Francia, ya que una mayor integración de la zona del euro inevitablemente requerirá una transferencia sustancial de la soberanía nacional a Bruselas sobre los presupuestos nacionales.

Sin embargo, Francia es uno de los países más reacios a aceptar el escrutinio de sus políticas nacionales por parte de Europa: Dos veces, en los últimos cuatro años, ha exigido que Bruselas estire las reglas fiscales de la zona euro hasta sus límites para asegurar prórrogas de dos años en la fecha límite para que pueda lograr sus déficits presupuestales objetivos.

Tampoco hay alguna señal de que la opinión pública francesa esté dispuesta a aceptar cualquier erosión de la soberanía nacional. Las encuestas muestran una ventaja consistente del Frente Nacional, que se opone a la Unión Europea, y de su lideresa Marine Le Pen.

Macron cree que la fuerza del euroescepticismo francés refleja la renuencia de los principales políticos para discutir los asuntos europeos a raíz del traumático referendo de 2005, cuando los electores rechazaron el Tratado de Lisboa. Su silencio permitió que Le Pen estableciera la agenda del día.

Macron argumenta que los principales políticos necesitan ahora volver urgentemente a participar en el debate público, explicando por qué el statu quo no es una opción y por qué la mejor opción de Francia reside entre una mayor integración de la zona euro y un retorno a un mundo de nacionalismos que compiten entre sí y la inestabilidad que inevitablemente seguiría a la desintegración de la Unión Europea.

Eso, por supuesto, es la misma elección que se enfrenta a Alemania. De hecho, el gobierno alemán enfrenta un incentivo adicional para encabezar el debate público sobre el futuro de Europa. Tal como están las cosas, los aliados de centroderecha de Berlín en el Partido Popular Europeo dominan en gran parte de la zona del euro, lo que les da un margen considerable para dar forma a cualquier futura integración y en sus propios términos.

Pero entre más tiempo se oponga Alemania a una mayor integración de la zona euro, mayor es el riesgo de que se encuentre enfrentado un panorama político que ha cambiado, uno tal vez dominado por sus adversarios ideológicos de la izquierda europea.

En efecto, la determinación de Macron de aprovechar el manto de la reforma de la zona euro a nombre de la asediada corriente principal de izquierda de Europa, sugiere que esto es exactamente lo que espera lograr.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 09/10/2015

Etiquetas: Unión Europea Francia Alemania Grecia Política Economía