Berlín, 5 de oct. (Dow Jones) -- Las advertencias de que los coches diesel estaban generando más contaminación que la permitida --y que las pruebas de emisiones eran algo menos que adecuadas-- habían sido expresadas mucho antes de que surgiera el escándalo de Volkswagen (VW).

Pero en la Alemania amante de los automóviles, pocos tenían incentivos para estudiar el tema con un mayor detenimiento.

En un país donde una de cada siete personas se gana la vida, directa o indirectamente, de la industria automotriz, ninguna otra industria es más importante para la economía, o está más cerca del gobierno.

Pero a medida que reverbera en todo el mundo el escándalo de las emisiones de Volkswagen, amenazando con manchar la exportación más famosa de Alemania, los críticos del gobierno dicen que ha llegado la hora de que Berlín tome una actitud más escéptica hacia los fabricantes de automóviles del país.

"Lo que se está revelando ahora con este asunto es también un fracaso de la política. El gobierno no ha sido capaz de regular la industria automotriz, ellos ya no pueden ocultar eso", dijo Frank Decker, un politólogo de la Universidad de Bonn. 

"Alemania ya no va a poder pisar el freno cuando hay negociaciones en Bruselas", agregó Decker, en alusión a los esfuerzos de larga data por parte de miembros de la Unión Europea para reducir las dañinas emisiones de los automóviles.

Precisamente fue la canciller alemana, Angela Merkel, quien hace un par de años hizo las más clara defensa de los intereses de la industria automotriz.

En 2013, ella personalmente intervino para bloquear las restricciones más severas de la Unión Europea a las emisiones de dióxido de carbono que hubieran afectado mucho a los poderosos autos alemanes, más que a los vehículos menos contaminantes que se fabrican en otras partes de Europa.

En comparación con Estados Unidos, las empresas alemanas desempeñan un papel relativamente pequeño en el financiamiento político. Pero debido a que los alemanes consideran que Wall Street tienen demasiada influencia en la política estadounidense, el escándalo Volkswagen sirve como recordatorio de las muchas puertas giratorias que hay entre las automotrices y los pasillos del poder gubernamental de Alemania.

Matthias Wissmann, ex legislador y ex ministro de transporte, dirige el poderoso grupo de cabildeo de la industria automotriz VDA del país. También es un gran promotor de un pacto de libre comercio Europa-Estados Unidos. 

Thomas Steg era un portavoz adjunto del gobierno alemán antes de dimitir en 2009; unos años más tarde se incorporó a Volkswagen como responsable de las relaciones exteriores y con el gobierno, reportándole directamente al director ejecutivo Martin Winterkorn, quien renunció debido al escándalo.

En el caso de Volkswagen, la interconexión con el gobierno incluso está formalizada. El estado de Baja Sajonia, donde Volkswagen tiene su sede, posee una participación de 20% en la empresa, dándole dos asientos en el consejo de administración. 

Además con base en la "ley VW" de 1960 que reguló la privatización de Volkswagen, el Estado retiene derechos especiales para bloquear una adquisición hostil; sin embargo no puede ser superada en cualquier votación, aún después de que la ley fue revisada en 2008 por Bruselas.

Muchos políticos de alto rango con vínculos estrechos con Volkswagen han surgido de Baja Sajonia, entre ellos el ex canciller Gerhard Schröder. Como primer ministro del estado, ocupó un asiento en el consejo de Volkswagen en la década de los noventa, y más tarde se le denominó "Autokanzler" (Canciller automotriz) por sus políticas a favor de la industria. 

Sigmar Gabriel, primer ministro del estado y miembro del consejo de Volkswagen entre los años 1999 y 2003, es ahora ministro de Economía y vice-canciller de Merkel.

"Volkswagen es una gran pieza de Alemania", Merkel dijo a los empleados de Volkswagen en 2008, cuando visitó la sede de la empresa en Wolfsburg.

"La relación es tan fuerte que las automotrices suelen acudir directamente a la Cancillería o la canciller en persona", dijo Hans-Martin Tillack, un periodista de investigación alemán y autor del libro ‘The Lobby Republic’ (La república del cabildo), un libro que explora los vínculos entre la industria y la política.

Merkel exigió "transparencia total" para aclarar rápidamente el escándalo Volkswagen.  

Líderes de la oposición, tanto verdes como de izquierda, y grupos ambientalistas argumentaron la semana pasada que el gobierno es parcialmente responsable del escándalo que está cimbrando a la empresa más grande de Alemania, debido al compadrazgo que hay entre los reguladores con el cabildo automotriz.

Es por ello que el Ministerio de Transporte inició una investigación sobre el asunto para determinar qué coches eran sospechosos y determinar las consecuencias necesarias. 

Alexander Dobrindt, el ministro de transporte, también se defendió de las críticas. "Las manipulaciones son inadmisibles e ilegales", dijo a los legisladores, argumentando que el gobierno había estado haciendo campaña a favor del endurecimiento de las normas referentes a las pruebas de emisiones contaminantes. Thomas Viesehohn, miembro de la Unión Social Cristiana a la que pertenece Merkel, advirtió de los riesgos de desacreditar a toda una industria.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 05/10/2015