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Berlín, 6 de jul. (Dow Jones) -- Bajo el cristal de la cúpula del Reichstag en el parlamento de Alemania la semana pasada, el líder de la oposición de izquierda Gregor Gysi se lanzó contra la canciller Angela Merkel por abrumar a Grecia con un espeluznante desempleo, con devastadores recortes salariales y con "comedores populares para los desamparados tras comedores populares".
La canciller, sentada a pocos pasos de distancia con una expresión en blanco en su cara, revisaba su smartphone.
El poder de Merkel después de una década en el cargo se ha convertido en algo aparentemente intocable, tanto dentro de Alemania como en toda Europa.
Pero con el "no" del referéndum griego al rescate, está resultando cada vez más claro el ascenso de Alemania como el país más poderoso del continente, lo que representa para algunos el mayor riesgo y el más grande desafío a las décadas de integración europea.
El viernes, el líder anti-austeridad español, Pablo Iglesias, instó a sus compatriotas: "No queremos ser una colonia alemana". El domingo, tras el claro rechazo de Grecia al programa de rescate, el político italiano Beppe Grillo dijo: "Ahora Merkel y los banqueros tendrán que pensar."
El lunes, Merkel viajó a París para conversar sobre la crisis en medio de señales cada vez mayores de que el gobierno francés se estaba resistiendo a seguir la línea dura de Berlín en torno a Grecia.
"Lo que está sucediendo ahora es una derrota para Alemania, sobre todo, mucho más que para cualquier otro país", dijo Marcel Fratzscher, director del Instituto Alemán de Investigación Económica, un think-tank líder en Berlín. "Alemania ha ayudado, al final del día, a determinar la mayor parte de las decisiones europeas de los últimos cinco años".
Altos uncionarios alemanes, en conversaciones privadas, dicen estar maravillados con el hecho de que su país, a pesar de su debilidad militar y público introspectivo, ahora tiene un mayor impacto en la mayoría de los debates políticos europeos que Gran Bretaña o Francia, y parece ejercer más influencia global que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial.
Diplomáticos y políticos convencionales, junto con centros de reflexión, ven en general como algo bueno el aumento del poder alemán. Describen la disciplina, la estabilidad, la paciencia y el cumplimiento de las reglas de Alemania como algo que Europa necesita en estos tiempos turbulentos.
Alemania --con su economía dependiente de las exportaciones y la historia manchada de la identidad nacional-- tiene más que perder con un desenlace en contra de la integración europea pues se centra en mantener la unión fuerte, dijeron.
La popularidad de Merkel en el país se ha mantenido fuerte a través de la crisis griega, con 67% de aprobación en una encuesta de finales de junio. Ahora ella debe sopesar si se debe ofrecer zanahorias adicionales a Grecia para mantener al país en la zona del euro y preservar con ello la irreversibilidad de la moneda común, a riesgo de una reacción política contraria en el país y la ira de los halcones fiscales alemanes. Sólo 10% de los alemanes admiten dar concesiones adicionales a Grecia en otra encuesta de la semana pasada.
Funcionarios estadounidenses generalmente ven el liderazgo alemán como crucial desde un punto de vista geopolítico. Alabaron el empuje de Merkel el año pasado para conseguir que los 28 países de la Unión Europea adoptaran sanciones contra Rusia por su invasión a la provincia de Crimea de Ucrania.
Pero en Europa, el creciente poder de Alemania está también generando fricciones al interior de la Unión Europea, una alianza forjada en la teoría de una asociación de iguales, pero que ahora está luchando para dar cabida al dominio de un miembro.
Con cada crisis en que Merkel actúa como la persona a la que acuden todos para resolver sus problemas, junto con la ayuda de burócratas anónimos, el mensaje para muchos es que el “proyecto europeo” no es más que una aspiración ya que unos cuantos son los que en verdad dirigen el show.
La creciente rebeldía contra el poder de Alemania en Europa es probable que aumente si la crisis de la zona del euro empeora o si las políticas de Berlín se vuelven más asertivas.
En Grecia la semana pasada, fue la cara seria del ministro de Finanzas alemán, de 72 años de edad, Wolfgang Schäuble, la que apareció en algunos de los carteles que instaban a los griegos a rechazar la oferta del rescate que proponía Europa. "Él ha estado chupando la sangre durante cinco años --ahora díganle que no", decían los carteles.
"Ellos quieren humillar a Grecia para enviar una advertencia a España, Portugal e Italia," dijo Hilario Montero, un jubilado en una manifestación pro-Grecia en Madrid hace poco, sobre los políticos en Berlín y Bruselas. "El mensaje es que no se les permite cruzar las líneas que establecen".
Veredicto dividido
Como ocurre con el papel global de Estados Unidos, el poder alemán polariza a Europa. Merkel es muy popular entre la Europa más tradicional, mientras que los políticos populistas dicen que ella representa la construcción del "Cuarto Reich", dominado por el capitalismo alemán.
En España, por ejemplo, una encuesta de junio encontró que Merkel recibía una de las tasas de desaprobación más fuertes dentro de los políticos extranjeros, sólo por debajo del presidente ruso, Vladimir Putin, con un 54% de desaprobación.
Pero también recibió uno de los más altos índices de aprobación, 39%, superando a los líderes de Italia, de la Comisión Europea y de las Naciones Unidas.
La dinámica es similar en Francia. Mientras que más de la mitad de los franceses desaprobaron en una encuesta de la semana pasada el manejo que ha hecho Merkel de la crisis griega, dos terceras partes de los partidarios del principal partido de centro-derecha aprobaban su gestión.
Grecia representa la prueba más directa para la Europa de Merkel. Su gobierno desempeñó el papel más importante en la conformación de las condiciones de austeridad-y-de las reformas para los rescates de la euro-zona y era la voz más influyente para resistir los llamados de alivio de la deuda que pedía Grecia.
Después de que Grecia pidió un rescate en 2010, los dirigentes del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional viajaron a Berlín para exhortar a los legisladores alemanes para aprobar uno. Un año más tarde, Merkel presionó por normas que establecieran un mayor rigor fiscal en la euro-zona. En España, la prensa la apodó como “la inspectora”.
En septiembre pasado, el entonces primer ministro griego, Antonis Samaras voló a Berlín e hizo una solicitud a Merkel. Las medidas económicas que Grecia estaba obligada a aplicar en virtud de los términos del rescate, incluyendo cambios en el régimen de pensiones y alzas a los impuestos, así como reformas laborales y bancarias, estaban alimentando el surgimiento de un movimiento radical de izquierda, Syriza, dijo.
Merkel se mantuvo firme y rechazó ofrecer un alivio de la deuda. Los funcionarios alemanes aconsejaron a los griegos abordar de inmediato las difíciles reformas.
Samaras, en medio de una creciente indignación griega sobre las sofocantes medidas económicas que provocaba la austeridad, perdió la elección al líder de Syriza, Alexis Tsipras, en enero. A medida que la crisis se intensificó por un estilo de negociación mucho más dura del nuevo gobierno, la política alemana se volvió más intransigente.
En febrero, pocas horas después de que Atenas enviara a los ministros de Finanzas de la euro-zona una carta pidiendo una extensión en su programa de ayuda --y antes de que los ministros tuvieron la oportunidad de consultar entre sí el contenido de la carta-- el ministerio de Finanzas alemán, envió por correo electrónico a la prensa un breve comunicado.
"La carta de Atenas no es una propuesta sustantiva", dijo, cancelando rápidamente cualquier discusión de la carta.
A principios de la semana pasada, mientras algunos funcionarios europeos, entre ellos el presidente francés, François Hollande, mantenían en público la esperanza de un acuerdo antes del referéndum del domingo, Merkel rápidamente señaló que no habrá conversaciones antes de la votación. Su punto de vista prevaleció.
Durante varias décadas, la fuerza más o menos igual de Francia y Alemania, les permitía definir juntos la política europea. Dado que a menudo no estaban de acuerdo, sus negociaciones normalmente terminaban en medidas aceptables para el resto de Europa.
Posteriormente, una serie de eventos --incluyendo una amplia oposición a la guerra de Irak, las reformas económicas favorables al mercado que instituyó el ex canciller, Gerhard Schröder, y el fin del tabú de poder hondear con orgullo la bandera Alemana cuando fue sede de la Copa del Mundo de 2006, comenzaron a inculcar una mayor confianza en el sentido de identidad nacional en un país que aún vive en la sombra de la era nazi.
Los problemas económicos de Francia debilitaron al país en el escenario europeo, mientras que los políticos británicos se tornaron cada vez más introspectivos.
En noviembre de 2011, los demócratas cristianos de Merkel se reunieron en los terrenos de la centenaria Feria de Leipzig, en el este de Alemania, para llevar a cabo su convención anual y comentaron sobre la nueva influencia de Alemania.
Eso ocurría poco más de un año después de que Grecia pidió su primer rescate. Algunos europeos, incluidos los franceses, se resistieron inicialmente a exigir fuertes dosis de austeridad a cambio de ayuda. Pero Merkel --la ex física que creció bajo el comunismo y ahora supervisa la mayor economía de Europa- ganó la discusión.
"De repente, Europa habla alemán", dijo Volker Kauder, el líder de los conservadores de Merkel en el Parlamento, dijo en un discurso en la convención. "No en el lenguaje, sino en la aceptación de los instrumentos por los que Angela Merkel luchó tanto tiempo y con tanto éxito".
El índice de aprobación de la señora Merkel en el país se disparó, desde alrededor de 40% en 2010 al 70% en 2013, un rango en el que se ha mantenido. Los votantes alemanes están detrás de Merkel aun cuando ha distanciado a los europeos de otros países: quienes busquen ayuda deben también hacer su Hausaufgaben --tarea.
Frente a Putin
En marzo de 2014, Merkel puso su capital político en la línea e hizo que Alemania se convirtiera en potencia geopolítica europea clave. Ella confrontó a Putin. Estando él a punto de anexar Crimea, la normalmente suave canciller advirtió que Rusia sufriría "daños masivos", económica y políticamente hablando, si continuaba interviniendo en Ucrania.
En los meses siguientes, Merkel logró asegurar suficientes votos en repetidas ocasiones entre los miembros de la Unión Europea para aplicar sanciones a Rusia. Su línea sorprendentemente dura inquietó a un público alemán pacifista que, de acuerdo con las encuestas, rehúye de la participación en política exterior y quiere una buena relación con su antiguo enemigo de la Segunda Guerra Mundial.
Como había ocurrido en el clímax de la crisis de la euro-zona, el consenso, bajo la inspiración alemana, escondió más tensiones en la supuesta unidad europea.
En la periferia oriental de la Unión Europea, el liderazgo de Alemania en Ucrania provocó malestar. A pesar de que Berlín presionó por sanciones, instó a los diplomáticos occidentales halcones a evitar provocar a Rusia estacionando más tropas de la OTAN cerca de Rusia.
Polonia y los estados bálticos dijeron que se necesitaban tropas para su seguridad. La disputa sobre la forma de tratar con Rusia provocó que un alto oficial polaco exclamará, en una reunión el pasado verano, que Alemania estaba jugando de nuevo con la existencia de Polonia --en alusión en parte al pacto de no agresión nazi-soviético de 1939, y que divide efectivamente Polonia entre Rusia y Alemania.
Otros países, de Italia a Hungría, se han irritado al tener que poner sus estrechos vínculos con Rusia en el hielo por el empuje de Merkel en favor de las sanciones.
Pero al sur de Alemania, es la crisis de la euro-zona, el factor más importante en fomentar el malestar con su papel dominante en el continente. En Italia y España, los opositores de Merkel se han referido a ella como el líder del "Cuarto Reich".
En Francia, la forma como Berlín ha manejado la crisis ha generado duras críticas contra Alemania. Ahora es incluso un tema popular para la extrema izquierda y la extrema derecha por igual en un país cuya influencia solía superar la de sus vecinos.
En una encuesta francesa de diciembre pasado, 74% de los franceses entrevistados dijeron que Alemania tenía demasiada influencia en la política de la Unión Europea.
Jean-Luc Mélenchon, fundador del Partido de Gauche, publicó en mayo "Le Hareng de Bismarck - Le Poison Allemand" ("Arenque de Bismarck -- el veneno alemán"), una denuncia de 208 páginas sobre la supremacía alemana en Europa.
El año pasado, Marine Le Pen, del ultraderechista Frente Nacional, dijo a la revista alemana Der Spiegel que Merkel "quiere imponer algo a los demás que nos llevará a la explosión de la Unión Europea".
A medida que la crisis con Grecia empeora, grietas más amplias comienzan a emerger. Hollande, un socialista, se enfrenta a una rebelión interna de los miembros de su mayoría parlamentaria que dicen que ha firmado hasta la austeridad de inspiración alemana y abandonado su promesa electoral 2012 para impulsar políticas a favor del crecimiento en Europa.
La semana pasada, hizo un llamado a los acreedores de Grecia para intentar llegar a una solución más rápida.
En Alemania, muchos políticos y comentaristas dicen que Alemania tiene una responsabilidad de jugar un papel más asertivo en Europa. "Países política y económicamente estables no pueden ocultarse ", dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, a principios de este año. "Alemania es un poco demasiado grande e importante para comentar sobre asuntos internacionales desde las bancas".
En marzo, un científico político prominente de Berlín, Herfried Münkler, publicó un libro, "El poder en el medio", que capturó el celo de la política exterior de la élite alemana, al decir que Alemania, tiene el deber de encabezar a Europa porque ni Bruselas ni otro país de la Unión Europea es os suficientemente fuerte para hacerlo.
Pero en una entrevista la semana pasada, Münkler dijo que un liderazgo único de Alemania "no es una solución de largo plazo".
Fecha de publicación: 06/07/2015