27 de mar. (Dow Jones) -- El movimiento ecologista ha esgrimido tres argumentos en los últimos años para que se renuncie a los combustibles fósiles: (1) que pronto nos los acabaremos sin importar qué; (2) que las fuentes alternativas de energía más económicas los harán incompetentes; y (3) que no nos podemos permitir afrontar las consecuencias climáticas producto de su combustión.

     En estos días, ninguno de los tres argumentos parece ser muy razonable.

     De hecho, una evaluación más realista de nuestra situación energética y medioambiental sugiere que, en las próximas décadas, vamos a seguir dependiendo abrumadoramente de los combustibles fósiles que han contribuido de manera tan dramática a la prosperidad y progreso del mundo.

     En 2013, cerca de 87% de la energía que consumió el mundo provino de los combustibles fósiles, cifra que --sorprendentemente-- se ha mantenido constante desde hace 10 años. A grandes rasgos, ésta se divide en tres categorías de combustibles y tres categorías de consumo: el petróleo, usado principalmente para el transporte; el gas, utilizado en mayor medida para la calefacción; y el carbón, usado principalmente para producir electricidad.

     Durante ese período, el volumen global de consumo de combustibles fósiles se ha incrementado dramáticamente, pero con una alentadora tendencia ambiental: una decreciente cantidad de emisiones de dióxido de carbono por unidad de energía producida. El mayor aporte a la descarbonización del sistema energético ha sido el cambio del carbón alto en carbono, al gas bajo en carbono para generar electricidad.

     A nivel global, las fuentes de energía renovables como la eólica y la solar han contribuido prácticamente en nada a la caída de las emisiones de carbono, y su modesto crecimiento ha compensado escasamente la disminución en la suerte que ha corrido la energía nuclear que no produce emisiones de carbono. (El lector debe saber que tengo un interés indirecto en el carbón debido a una propiedad de tierra en el norte de Inglaterra de la que se extrae, más sin embargo, aplaudo el cambio del carbón al gas en los últimos años.)

     El argumento de que pronto se agotarán los combustibles fósiles es obsoleto, al menos por un tiempo. El colapso del precio del petróleo durante los últimos seis meses es resultado de su abundancia: una consecuencia inevitable de los altos precios del petróleo de los últimos años, los cuales estimularon la innovación de la fracturación hidráulica, la perforación horizontal, la sismología y el uso de tecnologías de la información. Estados Unidos --el país con los yacimientos de hidrocarburos más antiguos y más desarrollados-- se ha visto una vez más, de manera sorprendente, en la cima de los países productores de energía, rivalizando con Arabia Saudita en petróleo y con Rusia en gas.

     El genio del esquisto se ha salido de la lámpara de Aladino. Incluso si los bajos precios excluyen de la competencia a algunos productores de petróleo que tienen altos costos –los productores del Mar del Norte, Canadá, Rusia, Irán y en aguas profundas, así como en América-- los perforadores de esquisto pueden regresar cuando se recuperen los precios. Como lo argumentó Mark Hill de Allegro Development Corporation la semana pasada, los fracturadores están experimentando su propia versión de la ley de Moore: una rápida caída en los costos y el tiempo que se requiere para perforar un pozo, aunados al rápido aumento en el volumen de hidrocarburos que son capaces de extraer.

     Además, la revolución de esquisto aún tiene que llegar a ser global. Cuando lo haga, el petróleo y el gas de las formaciones rocosas apretadas le proporcionarán al mundo un amplio suministro de hidrocarburos durante décadas, si no es que por siglos. Al acecho entre bastidores para posteriores avances tecnológicos está el metano hídrico, una fuente de gas del lecho marino que supera en cantidad a todo el carbón, el petróleo y el gas que hay en el mundo

     Así que los que predicen el inminente agotamiento de los combustibles fósiles están repitiendo los errores cometidos por la comisión presidencial de Estados Unidos que opinó en 1922 que "la producción de gas ya ha comenzado a disminuir, y que la producción de petróleo no se puede mantener por mucho tiempo a su ritmo actual". O por el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, cuando anunció por televisión en 1977 que "podríamos acabarnos todas las reservas probadas de petróleo que hay en todo el mundo a finales de la próxima década".

     Que los combustibles fósiles son finitos es una falacia. El Océano Atlántico es finito, pero eso no significa que se corra el riesgo de chocar con Francia si sale remando de un puerto de Maine. Los búfalos del oeste americano resultaron infinitos, en el sentido de que se pudieron reproducir, sin embargo, estuvo cerca de la extinción. Es una verdad irónica que ningún recurso no renovable se haya acabado hasta ahora, mientras que los recursos renovables --ballenas, bacalao, los bosques, el pichón silvestre-- lo han hecho con frecuencia.

     El segundo argumento para abandonar el consumo de combustibles fósiles es que sus nuevos rivales en breve los desahuciarán del mercado. Pero eso no está sucediendo. Durante mucho tiempo, la gran esperanza ha sido la energía nuclear, pero incluso si hay un gran apresuramiento por construir nuevas centrales nucleares en los próximos años, la mayoría simplemente reemplazará a las antiguas debido a su cierre. La producción de energía nuclear del mundo cayó de representar 6% del consumo mundial de energía en 2003 a 4% en la actualidad. Se pronostica que vuelva a aumentar ligeramente a 6.7% en 2035, de acuerdo con Energy Information Administration (EIA).

     El problema de la energía nuclear es el costo. Paliar las preocupaciones de seguridad de los ambientalistas, políticos y reguladores le añade requerimientos extra de hormigón, acero y tuberías, y más recursos para los abogados, trámites y tiempo. El efecto de estas preocupaciones fue que las plantas nucleares se convirtieron despilfarros enormes y que toman mucho tiempo sin la competencia o la experimentación que permitiera reducir los costos. La energía nuclear es capaz de competir ahora con los combustibles fósiles sólo cuando está subvencionada.

     En cuanto a la energía renovable, la hidroeléctrica es el más grande y más barato proveedor, pero no tiene capacidad de expansión. Las tecnologías que aprovechan la energía eólica y las mareas siguen siendo inaccesibles y poco prácticas, y la mayoría de los expertos piensan que esto no va a cambiar pronto. La energía geotérmica aún es un actor secundario. La bioenergía --es decir, la utilización de madera, el etanol hecho de maíz o caña de azúcar, o el diesel a partir del aceite de palma-- está resultando ser un desastre ecológico: éstas fomentan la deforestación y el alza en los precios de los alimentos que causan devastación entre los pobres del mundo, por unidad de energía producida, genera aún más dióxido de carbono que el carbón.

     La energía eólica, a pesar de todo el dinero público invertido en su expansión, apenas avanzó --¡agárrense!- apenas 1% del consumo mundial de energía en 2013. La solar, a pesar de todo el bombo y platillo, ni siquiera ha logrado eso: si redondeamos al número entero más próximo, ésta representa 0% del consumo mundial de energía.

     Tanto la energía solar como la eólica dependen totalmente de los subsidios para lograr la viabilidad económica. A nivel mundial, los subsidios otorgados a la energía renovable ascienden actualmente a cerca de 10 dólares por gigajulio: Sumas que los consumidores pagan a los productores, por lo que los recursos tienden a ir de pobres a los ricos, a menudo a los propietarios (soy terrateniente y puedo testificar que recibo y rechazo muchas ofertas de subsidios de generación de energía eólica y solar libres de riesgos).

     Es cierto que algunos países subsidian el uso de los combustibles fósiles, pero lo hacen a una tasa mucho menor --el promedio mundial es de alrededor de 1.20 dólares por gigajulio --y estos, en su mayoría, son subsidios para los consumidores (no para los productores), por lo que tienden a ayudar a los pobres, para los cuales los costos de la energía son una parte desproporcionada de sus gastos ,



Fecha de publicación: 27/03/2015