18 de jul. (Dow Jones) -- Aunque el equipo nacional de fútbol de Brasil quedó eliminado en la ronda de semifinales de la Copa del Mundo, los líderes del país tienen algunos éxitos que celebrar.

     Los aeropuertos funcionaron. Los estadios, terminados de último momento, fueron el escenario de excitantes partidos de fútbol. Las preocupaciones sobre las posibles manifestaciones resultaron infundadas. 

      Ahora viene la resaca. 

      Brasil enfrenta pruebas que incluyen el reto de una economía desfalleciente y unas elecciones presidenciales potencialmente divisivas programadas para octubre. El país debe prepararse para los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, otro mega evento que los organizadores dicen está retrasado con relación a su calendario y que está provocando una vez más críticas acerca de las prioridades de gasto de Brasil. 

      "Durante la Copa, Brasil fue como la Isla de la Fantasía, pero el impacto con la realidad sobrevendrá pronto", dijo Marcelo Salomon, economista que sigue a Brasil en Barclays en Nueva York. "Estamos en un proceso de desaceleración que ha sorprendido incluso a los más pesimistas". 

      Los economistas han reducido en varias ocasiones sus expectativas de crecimiento del producto interno bruto de Brasil para este año. Salomon ahora proyecta que la economía del país crecerá apenas 0.7%, inferior a 1.7% anterior. 

      Después de cuatro años de estancamiento, las fábricas están aún reduciendo su producción. Los planes del gobierno para construir puertos y otras obras de infraestructura hasta el momento no han logrado detonar un proceso que mejore la competitividad. 

      Un alto funcionario del ministerio de Finanzas, Márcio Holland, dijo que la desaceleración se debe a la recesión económica mundial y no a fracasos de las políticas públicas. Los préstamos del gobierno para las empresas y los subsidios de asistencia social para las familias están aminorando las afectaciones, dijo. 

      De todas formas, la manera actual de estimular el crecimiento mediante el gasto y también por los mayores desembolsos por la recargada campaña política antes de las elecciones de octubre, podrían añadirle volatilidad a la economía. 

      Destellos de la profunda desaceleración económica de Brasil y de la inequitativa distribución de la riqueza del país susdamericano se detectaron en la Copa. La presidenta Dilma Rousseff, quien busca ejercer un segundo periodo presidencial, fue abucheada de manera grotesca por miles de brasileños en el partido inaugural de junio en São Paulo. 

     Sin embargo, la ex ministra de Energía aún cuenta con mucho apoyo en las zonas más pobres del país, después que el Partido de los Trabajadores al que pertenece ha ampliado los subsidios de asistencia social y vivienda durante su presencia a lo largo de los últimos 12 años, en los que ee instituto ha tenido el poder político de Brasil. 

      Las encuestas muestran que Rousseff, de 66 años, es la favorita para ganar otro periodo presidencial. El buen desarrollo de la Copa del Mundo ayudó a impulsar su más reciente tasa de aprobación a 35%, después de su caída a 33% antes del torneo, de acuerdo a una encuesta del 3 de julio realizada por la firma brasileña Datafolha. 

      Sin embargo, la oposición va a ser fuerte. Algunos economistas y empresarios brasileños han criticado cada vez más las políticas de Rousseff, en particular la fuerte intervención estatal en industrias como el petróleo, que dicen contribuyen a la desaceleración. 

     La desazón es tan alta que el mercado bursátil de Brasil a menudo sube cuando caen las encuestas de Rousseff --aunque Holland, el funcionario del ministerio de finanzas, rechazó la idea de que el mercado de valores varía de acuerdo a los resultados de las encuestas. 

      Brasil se preparará para acoger los Juegos Olímpicos de 2016 en este contexto político y económico. Mientras que la Copa del Mundo de 2014 demostró que la nación es capaz de albergar un evento deportivo a escala mundial, también mostró lo discordantes y divisivos que pueden ser dichos preparativos. 

      En 2013, un millón de manifestantes salió a las calles a protestar contra la decisión del país de gastar 11,500 millones de dólares en estadios de fútbol y proyectos relacionados con la Copa del Mundo en lugar de hacerlo en necesidades básicas como la salud y la educación. Los Juegos Olímpicos de 2016, que se escenificarán en Río --una ciudad con una gran brecha entre ricos y pobres--, seguirán alimentando este debate. 

      Mientras que la Copa del Mundo fue un éxito, ésta no ha redituado en la gran recompensa económica que buscaba el anfitrión. Brasil planeaba aprovechar el torneo para estimular la construcción de trenes, metropolitanos y otras obras de infraestructura que impulsarían sus economías locales. 

     Muchos de estos llamados proyectos de legado, como un tren de alta velocidad previsto entre São Paulo y Río, nunca se construyeron, ya que Brasil se centró en aspectos básicos como los estadios. Al menos cuatro de estas arenas --Brasilia, Cuiabá, Manaos y Natal-- es poco probable que se usen mucho, convirtiéndose potencialmente en símbolos de un gasto excesivo


Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Eduardo García

 

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Fecha de publicación: 18/07/2014

Etiquetas: Brasil Copa Mundial Elecciones Roussef Olimpiadas