Por ahora, todo el mundo sabe que los millennials están arruinando a Estados Unidos. No beben lo suficiente, apenas y fuman, odian el atún enlatado, no pueden hacer sus declaraciones de impuestos, no les gustan los autos, no están comprando casas, y si quieren comprar una, no pueden hacerlo porque gastan todo su dinero en las clásicas tostadas con aguacate. Nada de esto es exagerado de ninguna manera. Cuando menos es 2% cierto.

Los millennials --las personas que nacieron entre 1980 y 2000 (mis editores, que no son millennials, me pidieron que agregue esta útil descripción) son un blanco fácil.

Son un blanco tan fácil que el diario The Wall Street Journal no hace mucho advirtió gentilmente a su personal en un memorándum que lo perezosamente ridículo de ésta generación se ha convertido en un cliché muy usado y, lo que es peor, esto puede parecer “engreído”.

Estoy de acuerdo. Yo mismo soy miembro de la Generación X, el rango de edad anterior que se vio ridiculizado por el sistema. Los “baby boomers”, los nacidos al final de la Segunda Guerra Mundial, pensaron que todo lo que quería hacer la Generación X era andar todo el tiempo por ahí con sus camisas de franela y hacer grabaciones mezclando canciones de Elvis Costello, además de ver el programa de televisión “Melrose Place”. Esto en su mayoría fue cierto, pero aun así fue hiriente. También disfrutamos viendo “ALF”.

Me permito prevenirles que no es adecuado hacer generalizaciones similares sobre los millennials, a quienes a veces se les denomina la Generación Y por personas que no pueden deletrear “millennial”. Yo trabajo en el diario con un montón de millennials, y déjame decirle que, a excepción de tres o cuatro, ellos son básicamente geniales.

Son mucho más inteligentes y más mundanos que yo, usan mejores zapatos y todos parecen tomar vacaciones exóticas. Algunos de ellos son bastante adeptos a beber cerveza, y nunca he visto a ninguno de ellos comiendo una rebanada de tostada de aguacate. Yo, por otro lado, como tostadas de aguacate todo el tiempo, porque son deliciosas, y ricas como el mismo infierno.

Si vamos a llegar a algún lugar en 2019, es hora de que los acartonados ancianos dejen de verlos como caricaturas. Aquí hay algunas cosas que he aprendido sobre los millennials que, con suerte, modificarán radicalmente su opinión:

Los millennials no quieren quitarnos el trabajo. Sé lo fácil que es mirar un millenial y pensar: ahí va ese trabajador, más joven, más barato que casi me está empujando por la puerta. Eso no es verdad. Los millennials nos miran y sienten una combinación de admiración . . . y melancolía.

Después de todo, hemos estado en la fuerza laboral durante décadas, y seguro hemos logrado algunas cosas --nos ascendieron; ganamos el reconocimiento al empleado del mes en junio de 2003 y octubre de 2007; alguna vez nos ascendieron a clase ejecutiva en un vuelo a Tampa-- pero si nos fijamos bien, seguimos usando exactamente el mismo par de pantalones que usamos en nuestra entrevista de trabajo de 1997. Los millennials creen que pueden subir el nivel de exigencia.

A los millennials no les afecta oír hablar de los viejos tiempos. Puede ser abrumador escuchar a los millennials de la oficina hablar sobre la tecnología de punta y toda esa jerga. No recién acaba uno de descubrir la realidad virtual --¿ahora están hablando de realidad aumentada? ¡Cómo gruñeron cuando trataste de hacer una referencia de Fortnite en una reunión! ¿Y qué diablos es un TikTok (el chocolate)?

Un consejo: no trates de ganarle a un millenial en su juego. En su lugar, regálelos con historias de antaño, acerca de las vetustas reglas de cálculo, reproductores de casetes y los CD-ROM y un momento en Estados Unidos en el que bien podría dejar un correo de voz y alguien podría escucharlo realmente.

El otro día fasciné a los millennials de mi trabajo durante por lo menos 90 segundos con una historia increíble sobre cómo alguna vez pagué en efectivo una pizza entregada a domicilio. Estoy viviendo la historia, como un hombre clavando herraduras a un caballo en Old Sturbridge Village.

Los millennials también temen a los robots. No hay manera de decir esto con gentileza: cada uno de ellos está condenado. Si uno habla con una genio de la tecnología del Wall Street Journal como Joanna Stern (una millenial), la automatización nos eliminará del lugar de trabajo a más tardar en 2021, y posiblemente el próximo jueves. Así que tienes que parecer muy ocupado en el trabajo.

No haga que los millennials comiencen el mismo proceso con la Generación Z. No tienen valor, todos y cada uno de ellos.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 31/01/2019