“No se puede preservar sin saquear”, dice un personaje en ‘Museo’, la conmovedora película dirigida por Alonso Ruizpalacios, que reconstruye el robo de las invaluables reliquias mayas, aztecas y zapotecas del Museo Nacional de Antropología de México que tuvo lugar en 1985.

La usurpación cultural es un tema importante en esta película, y uno que le da el peso necesario. Pero en la apropiación cinematográfica, sin embargo, es precisamente ahí donde comienza la magia.

Museo’ es en parte una película de escape, un filme de robo, y aunque toma pautas de clásicos como ‘Topkapi’ y ‘Rififi’, el hurto tiene su propia personalidad y se realiza en un estilo visual que resulta hipnótico.

    Una escena, que involucra la remoción de una caja de vidrio que rodea un jarrón en obsidiana azteca, es simplemente embriagadora. Pero lo que lleva a un nivel excelso toda la secuencia del robo es la música: compuesta por Silvestre Revueltas para la película de 1939 ‘La noche de los mayas’, Sensenmayá. El efecto es incongruente, místico y a todas luces perfecto.

Los “héroes” de la película, por otro lado, son realmente un par de desadaptados. Juan (Gael García Bernal) y Wilson (Leonardo Ortizgris), ambos en sus 30 años, todavía no han terminado la carrera de veterinaria y aún viven con sus padres.

    Juan trata a su familia como basura; a él también lo tratan de esa manera, pero no es un misterio el por qué realmente. Ni siquiera puede representar a Santa Claus ante los hijos de su hermana en la fiesta familiar de Navidad. “¿Por qué no puedo hacerla de Quetzalcóatl?”, pregunta, refiriéndose a la deidad de la creación azteca.

En el fondo, Juan alberga lo que podría llamarse indignación pretenciosa sobre el pasado cultural de México. Pero no hace ninguna contribución a su presente.

En su pensamiento más bien desenfocado, robar el museo, que fue un escándalo y una vergüenza nacional cuando ocurrió, va a ser un acto revolucionario de enajenación, aunque Juan, a pesar de los indicios de todo lo contrario, no tiene intención de devolver las reliquias a sus lugares de origen. Quiere venderlas. Lo que se convierte en un problema, dado que no tienen precio alguno.

En el intento de Juan y Wilson, principalmente Juan, durante una noche prolongada de desesperación ensoñadora, Ruizpalacios le rinde homenaje a todos los monstruos de la cinematografía mundial, desde Federico Fellini hasta Richard Lester, pero le impone su propia huella a una historia que es en parte aventura, parte tragedia y. . . a pesar de todas las travesuras de nuestros malintencionados ladrones, una afirmación apasionada sobre el legado de las diversas culturas de México. O de cualquier cultura que haya sido objeto de saqueo, desde lo egipcia, griega, romana, celta etc.

    “No tiene alarma”, Wilson le dice a Juan cuando comienzan a penetrar a una vitrina del museo. Un desconcertado Juan le responde: “¿Cómo es posible que no tenga?”. Bueno, ¿cómo no pudo haber tenido un sistema de aspersores de agua en el Museo Nacional de Brasil recientemente siniestrado?

    La indignación por el hecho es algo que el director mexicano, obviamente, encuentra bastante ridículo y divertido, mientras que le prodiga el amor visual debido a las reliquias: filmadas por el cinematógrafo de ‘Museo’, Damián García, (quien también filmó ‘Desierto’), los artefactos del pasado de México no son solo reliquias polvorientas, son venerables objetos de arte en toda la regla.

Se ven tan hermosas que uno podría imaginarse haciendo lo que hace Juan, cuando finalmente sostiene la invaluable máscara de jade maya en sus manos: inténtelo.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 30/10/2018