Joshua Coleman recuerda haberle quitado un vaso de vino a su padre, entonces de noventa y tantos años.

“¿Qué diablos es esto?”, recordó haber preguntado a su padre.

“Ahora me siento un poco culpable por eso”, dijo el Dr. Coleman, cuyo padre murió en 2001. “Al pobre hombre le quedaban pocos placeres que disfrutar. Pero me habría sentido mal si hubiera regresado al asilo y se hubiera resbalado”.

Hay una delgada línea entre ser un hijo adulto mesuradamente preocupado y otro demasiado preocupado, dijo el Dr. Coleman, psicólogo que se especializa en la dinámica familiar. Si un padre tiene un accidente vehicular, ese podría ser el momento de hablar con él sobre dejar de conducir el auto, como lo hizo después de que su padre les dio un rozón a tres coches. Pero si su mamá no quiere usar un aparato para mejorar su audición, podría ser prudente no importunarla. Tal vez ella no quiere escuchar a nadie en ese momento.

Cuando Cathy Walbert, madre de cinco hijos, tomó a un bebé en una reunión familiar el año pasado, su hija corrió a su lado de inmediato, preocupada de que se le cayera. Otra hija ronda cerca cuando Walbert, que dijo que probablemente es más sincera de lo que era hace años, comienza a hablar con alguien. Su hijo le dice que tenga cuidado en las escaleras.

“‘¿Qué pasa con ustedes?’ Soy un adulto”, dijo Walbert, de Pittsburgh, quien dijo tener más de 75 años.

“Empieza uno a tratarlos como niños, diciendo ‘No hagas esto’, 'No hagas lo otro’” dijo su hija, Lisa Spor. Su madre, generalmente responde “¿Qué quieres decir con, ‘¡No hagas eso!’?”

Una gran pregunta que los adultos deben hacerse es si están interviniendo por el bienestar de sus padres o por mitigar su sentido de culpabilidad disfrazado de preocupación, dijo William Doherty, terapeuta familiar y profesor de Ciencias Sociales de la Familia en la Universidad de Minnesota. “Si su padre de 80 años aún conduce, usted se preocupa", incluso si es capaz de conducir bien, dijo. “Si no está conduciendo, usted ya no se preocupa, pero entonces su padre ha sufrido una gran pérdida”.

Durante su carrera como psicóloga clínica, Laura Carstensen, quien también es directora fundadora del Centro sobre Longevidad de Stanford University, escuchó a ambas partes. Los padres querían consejos sobre cómo quitarse de encima a sus hijos. Los hijos querían consejos sobre cómo persuadir a sus padres de renunciar a su hogar familiar.

En general, su consejo es que, a menos que uno de los padres tenga una discapacidad cognitiva y no esté al tanto del grado de su discapacidad, los hijos deben respetar la decisión de sus padres.

“Estas son situaciones difíciles”, dijo. “Lo sé por experiencia”.

En 2015, la Dra. Carstensen intentó convencer a su padre, que entonces tenía 95 años, de que abandonara Nueva York y se mudara a la casa de California que comparte con su esposo. Su padre, un científico, todavía escribía y publicaba artículos. Pero estaba teniendo problemas de equilibrio y vivía en una casa de dos pisos donde tenía que bajar al sótano para lavar la ropa.

“¿Estaba preocupada? Sí, muy preocupada”, dijo. Tenía problemas de audición, por lo que las llamadas telefónicas eran difíciles. Algunas veces, cuando no podía contactarlo, le preocupaba que algo le hubiera sucedido, solo para darse cuenta que él simplemente había ido a la farmacia.

Su padre aceptó instalar sensores de actividad en ciertos lugares de la casa, en su silla junto a la computadora, el refrigerador y el cajón de los cubiertos. Cada mañana, la Dra. Carstensen revisaba los sensores y si indicaban actividad, sabía que no debía preocuparse.

“El realmente quería vivir en su casa”, dijo. Ella le habló sobre su preocupación de que se pudiera caer. A lo que le respondió que caerse en su propia casa era “tan buena manera de morir como la que él podría imaginarse”. Su padre finalmente murió, a los 96, después de una caída en casa.

Grace Whiting, directora ejecutiva de National Alliance for Caregiving, dijo que los dispositivos de monitoreo pueden convertirse en una monserga. Pueden ser extremadamente útiles, especialmente en el caso de una emergencia, añadió, siempre que no comprometan la dignidad de un adulto mayor. “¿Necesitan los hijos monitorear cada vez que un padre cruza la habitación o va al baño?” preguntó ella. “Tienes que dejarlos vivir el resto de su vida como ellos quieran y punto”.

Incluso los actos pequeños y bien intencionados pueden transmitir un mensaje equivocado a los padres, dijo Ellen Langer, psicóloga y autora de Harvard. Si a su padre se le caen las llaves cuando intenta abrir una puerta, los hijos deben ser pacientes y esperar, en lugar de recoger las llaves ipso facto y abrir la puerta. Si bien usted puede estar tratando de ser útil, el mensaje que transmite, de forma deliberada o no, es que usted es competente, y su padre ya no lo es.

Lo que puede provocar cierto resentimiento en nuestros padres que tanto amamos y que deberíamos evitar a toda costa. Aunque en ocasiones, es justo acotar, no hay otra opción en el caso de alguna discapacidad evidente.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 17/05/2018