Zachary Lippman, un biólogo especializado en botánica de Cold Spring Harbor Laboratory, se encontraba en el terreno de cerca de una hectárea de cultivos experimentales, incluyendo algunos modificados con una tecnología de edición genética llamada Crispr-Cas9, uno de los esfuerzos más ambiciosos por mejorar lo que creó la naturaleza.

Tomó un tomate, lo levantó y preguntó: “¿Lo comerá la gente?

Pregunta que se está propagando en la industria alimentaria, donde la batalla por ganarse el favor de la opinión pública está en marcha incluso antes de que lleguen al mercado los nuevos alimentos editados genéticamente.

Los que están a favor, incluidos científicos y ejecutivos de la industria agrícola, señalan que la edición de genes en las plantas podría transformar la agricultura y ayudar a alimentar a la creciente población mundial. Los agricultores orgánicos y las empresas de alimentos naturales dicen que estos puede suponer un riesgo para la salud humana y alterar permanentemente el medio ambiente al propagarse más allá de las granjas.

La industria agrícola está desesperada por evitar que se repitan las duras y costosas batallas que libró contra los cultivos genéticamente modificados que actualmente están en el mercado, a pesar de que autoridades como Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) los han considerado seguros.

Las empresas que comercializan semillas y las agrupaciones de agricultores han gastado millones de dólares en campañas que promueven los beneficios de los cultivos biotecnológicos, al tiempo que luchan contra los requisitos de etiquetado y las propuestas para bloquear sus cultivos.

Aunque los cultivos biotecnológicos se han vuelto omnipresentes en las granjas estadounidenses, al cubrir más de 90% de las hectáreas de maíz y soya, la desconfianza del consumidor hacia los organismos genéticamente modificados, también conocidos como OGM, se ha intensificado. Una encuesta de 2016 de Pew Research Center mostró que 39% de los adultos estadounidenses creen que los alimentos preparados usando cultivos transgénicos son menos saludables que las versiones convencionales.

Las ventas de productos fabricados sin OGMs aumentó de 349 millones de dólares en 2010 a 25 mil 500 millones de dólares en 2017, de acuerdo con Non-GMO Project, un grupo del estado de Washington que promueve y certifica alimentos preparados sin recurrir a los cultivos genéticamente modificados. Llama a los nuevos cultivos modificados genéticamente “GMO 2.0”.

Funcionarios de la industria agrícola argumentaron que los nuevos métodos como las nucleasas Crispr, Talen y Zinc-finger son fundamentalmente diferentes a las técnicas biotecnológicas propuestas por primera vez en la década de los ochenta por empresas como Monsanto.

Esas técnicas más antiguas generalmente implican agregar genes de especies externas, incluyendo bacterias, virus u otras plantas. Insertar dichos genes permite que los cultivos sobrevivan a los aerosoles de herbicidas o repeler insectos destructivos.

Las nuevas tecnologías de edición de genes permiten a los científicos lograr algunos de los mismos efectos al alterar el Ácido Desoxirribonucleico (ADN) de las plantas, sin insertar nuevos genes.

Con la técnica Crispr-Cas9, el sistema más utilizado, los científicos pueden programar guías genéticas que se dirigen a una ubicación en particular del ADN de la planta, donde la proteína Cas9 corta el ADN. Las células cambian la secuencia del ADN a medida que repara dicho corte. Los científicos están utilizando Crispr para hacer un maíz resistente a las sequías, trigo con menos gluten y tomates con tallos fáciles de eliminar.

La industria agrícola está trabajando para convencer al público de que distinga entre los cultivos modificados genéticamente más novedosos y los transgénicos tradicionales. Describe sus técnicas de edición genética como una extensión de la optimización fitológica, la práctica centenaria de cruzar cepas de plantas para crear descendencias mejoradas.

La edición de genes, señala la industria, puede producir los mismos resultados que el mestizaje, solo que más rápido.

“Lo que estamos haciendo es básicamente forzar a la Madre Naturaleza hasta cierto punto, solo que de una manera más eficiente”, dijo Adrian Percy, jefe de investigación agrícola del fabricante alemán de medicamentos y sustancias químicas Bayer, que también desarrolla semillas de cultivos.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

Copyright © 2017 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 10/05/2018