Cuando éramos niños, no sabíamos ni nos importaba cómo se hacían las películas. Eran entidades mágicas en sí mismas y las veíamos absortos. Recuperar ese estado mental, visual y cardíaco es ciertamente difícil, pero no imposible, como lo muestra ‘Isle of Dogs’.

La alegre película de Wes Anderson realizada mediante stop-motion se ve y parece como nada que hayamos visto antes, incluyendo su película anterior también realizada mediante esta técnica, ‘Fantastic Mr. Fox’, que también fue maravillosa.

Esta película sigue sus propias reglas, llena la pantalla con imágenes asombrosas, cuenta una conmovedora historia de perros marginados y un niño fiel, y lo hace con un ingenio ultraligero. Lo único que lamenté después de verla en la Premiere fue que no pude quedarme y volver a disfrutarla.

La historia está ambientada 20 años en el futuro en un Japón que, a pesar de su avanzada tecnología, recuerda las primeras sagas de gangsters de Akira Kurosawa, con su tramas que apela al cine negro y consonantes explosivas. El alcalde Kobayashi, un matón malhumorado que dirige la ciudad de Megasaki-- se parece mucho al actor Toshiro Mifune-- ha respondido al exceso de caninos y al brote de moquillo desterrando a todos los perros a la Isla de la Basura, la isla del título, un gran basurero frente a la costa japonesa.

    Todos los ladridos de los perros se han traducido, mientras que los humanos hablan en sus idiomas nativos, con subtítulos cuando es necesario.

Los perritos de la película son interpretados por un magnífico elenco de voces: Bryan Cranston (que interpreta al perro alfa Chief) y Scarlett Johansson (como la encantadora y sofisticada Nutmeg) además de Bill Murray, Edward Norton, Tilda Swinton, Liev Schreiber, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, F. Murray Abraham y Bob Balaban. (Anjelica Huston gana el premio al mejor crédito de pantalla como un caniche mudo.)

Un par de actrices de habla inglesa interpretan a los humanos: Frances McDormand es la intérprete Nelson, y Greta Gerwig es Tracy Walker, una estudiante estadounidense de intercambio que lucha por los derechos de los caninos. Los actores japoneses realizan las voces de todos los demás, desde Kobayashi (Kunichi Nomura) hasta la científico asistente Yoko-ono (Yoko Ono, por supuesto) y, más notablemente, Atari (Koyu Rankin), el pupilo de 12 años del alcalde Kobayashi.

Atari, el héroe de la película, vuela a la isla en un avión secuestrado para encontrar y luego rescatar a su querido Spots. El avión, se nos dice, es un Junior-Turbo Prop XJ-750; es decir, es un pequeño y dulce juguete que parece haber sido ensamblado a partir de partes no coincidentes. Muchas de las películas de acción en vivo de Anderson evocan juguetes en escenarios de casas de muñecas que son fotografiados de frente, con énfasis en los planos simétricos --Matisse cruzado con Joseph Cornell. Esos elementos se repiten aquí en una producción diseñada por Paul Harrod y Adam Stockhausen y fotografiada por Tristan Oliver.

Pero en esta cinta hay una nueva explosión de creatividad, así como de consonantes, que parecen haberse motivado en la majestuosidad y la singularidad de las grandes películas japonesas. Uno tiene la sensación de que esta película, como ‘Los Simpson’ a lo largo de los años, fue un receptáculo de ideas cómicas de quién sabe cuántos colaboradores talentosos. Anderson escribió el guión, pero comparte el crédito de la historia con Roman Coppola, Jason Schwartzman y Nomura.

Alexandre Desplat compuso la banda sonora, que se complementa con un siniestro tamborileo taiko, y música que incluye un mambo de ‘Seven Samurai’ y ‘Midnight Sleighride’ de Prokofiev interpretado por la pionera Orquesta Sauter-Finegan de los años cincuenta.

‘Fantastic Mr. Fox’ fue memorablemente inteligente y muy divertida. ‘Isle of Dogs’ es ingeniosa, divertida, asombrosamente hermosa, políticamente aguda y sorprendentemente sincera. La parte cómica no es la expropiación cultural, sino algo tomado prestado que es altamente burlesco. La belleza puede ser ecléctica hasta el punto de rallar en la locura.

Sin embargo, muchos escenarios y escenas lo dejan a uno sin aliento con sus gráficos audaces: una manifestación digna de la finada directora Leni Riefenstahl; una isla basurero que recuerda a ‘WALL-E’; un furioso combate aéreo envuelto por una gigantesca bola de polvo de algodón; una nube con forma de hongo en miniatura que se eleva desde una caleta de carbón y cobre hacia un cielo gris que desciende.

Si hubiera podido volver a ver la película, podría haberla visto feliz sin sonido, solo concentrándome en las imágenes, pero me habría perdido el contenido emocional del diálogo y la relevancia del mundo real.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 02/05/2018