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En ‘Last Flag Flying’ (‘Reencuentro’), Richard Linklater, uno de los directores contemporáneos más atrevidos de Estados Unidos, ha hecho una especie de secuela resueltamente convencional-- diferentes nombres para los mismos personajes-- de ‘The Last Detail’ (‘El último deber’).
Si no la recuerda, ésta es la entrañable comedia de 1973, basada en una novela de Darryl Ponicsan, protagonizada por Jack Nicholson y Otis Young. Ellos interpretan a unos miembros de la Marina que escoltan a un desventurado joven ladrón, interpretado por Randy Quaid, a una presión en Portsmouth, New Hampshire.
Con base en lo que aparece en pantalla, la secuela de Linklater nunca fue una buena idea.
La historia comienza cuando un hombre entra en un bar de Norfolk, Virginia. En 2003, 30 años después de la película original, que fue dirigida con exuberancia obscena por Hal Ashby. Por unos momentos, el tabernero, Sal (Bryan Cranston), no reconoce al hombre, que extrañamente se retira. Eventualmente, sin embargo, la trama se acelera. Sal identifica que es su viejo compañero de la Armada, un ex policía llamado Doc, y vemos que Doc es interpretado por Steve Carell detrás de unos anteojos con montura de alambre y una actitud lúgubre.
Doc, que ha estado viviendo en Portsmouth después de pasar ocho años en el calabozo, revela que su hijo, un joven infante de marina, acaba de morir como un héroe en Irak, y le pide a Sal que lo acompañe al Cementerio Nacional de Arlington, donde el chico será enterrado con honores militares.
Pronto los dos hombres encuentran a un tercer compañero de edad avanzada para realizar el viaje, quien alguna vez fuera el rebelde Mueller de Laurence Fishburne, y que ahora ha ganado gravedad y una dimensión carnal como el reverendo Richard Mueller.
A diferencia del guion de la película original, una adaptación de Robert Towne, este guión se le atribuye a Linklater y a Ponicsan. A menudo es entretenido, y los actores hacen lo que pueden para mantener expectante a la audiencia; Cranston trabaja especialmente fuerte para hacer que Sal sea divertido y no solo insoportable, lo cual tiende a ser con su cinismo de chico inteligente. Pero ese esfuerzo es evidente en las tres actuaciones. La espontaneidad es escasa. La comedia parece dispuesta, la solemnidad mecánica, los ritmos de diálogo incómodos y autoconscientes.
Un error más serio emerge cuando Doc descubre que las circunstancias del heroísmo de su hijo no eran lo que parecían.
‘Last Flag Flying’ lanza denuncias a la política exterior estadounidense que son desacertadas, ya sea que estés o no de acuerdo con ellas, porque están mal dramatizadas. Son torpes en el caso de Doc, quien se transforma brevemente en un orador de tribuna, y crudas en la persona del coronel Wilits (Yul Vazquez), un empleado de pompas fúnebres que responde a los ataques de Doc con frases vacías.
Lo que es más, y peor a la vez, la película aborda un buen tema --el valor de sostener ilusiones frente a verdades angustiantes--, pero encuentra como tratarlo de manera satisfactoria, ya que los últimos minutos parecen decir que los rituales patrióticos todavía pueden consolarnos a pesar de que sabemos que son completamente insustanciales.
Después de ‘The Last Detail’ y ‘Last Flag Flying’, eso es el colmo.
Traducido por Michelle del Campo
Editado por Luis Felipe Cedillo
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Fecha de publicación: 17/04/2018