¿De pura chiripada, le gusta el aguacate? ¿Sí. . .? A mí también.

Me encanta en una ensalada con unas gotas de limón o en guacamole con un poco de cebolla. Pocos ingredientes más saben tan ensoñadoramente ricos como saludables.

Me encanta el aguacate rebanado con huevos por la mañana, y me fascina untado en el pan tostado en cualquier momento, como una dulce mantequilla verde (por cierto, en México se le conoce como la mantequilla de los pobres).

Incluso me ha dado por añadirle cubos de aguacate frío al espagueti caliente que lleva alcaparras y hierbas finas (exquisito), una idea que proviene de la chef vegetariana Anna Jones. No hace mucho tiempo, hubiera pensado que solo una loca comería pasta de aguacate. Ahora me he convertido en esa loca persona.

El hecho de que consuma todo ese aguacate no me hace inusual. Simplemente me convierte en alguien que está vivo y comiendo sabroso en 2018. El apetito insaciable del mundo por el aguacate ilustra una verdad más general: nuestros gustos personales de comida son menos particulares de lo que pensamos. Lo que pensamos como sabor nunca es sabor exclusivamente.

En Estados Unidos, la demanda actual de aguacates es tan frenética que amenaza con superar el suministro. El estadounidense promedio consume 3.5 kilogramos de aguacates al año, por arriba del kilogramo de 1974. Para 2016, las ventas minoristas anuales de aguacates en Estados Unidos habían alcanzado los mil 600 millones de dólares, de acuerdo con Hass Avocado Board.

Muchos factores han contribuido al éxito profuso del aguacate. A finales de la década de los noventa, el gobierno de Estados Unidos revocó la prohibición de 83 años a las importaciones de aguacate mexicano. Los productores de California temían a las invasiones de plagas y la competencia de las frutas mexicanas. La cancelación de la prohibición creó un suministro durante todo el año de aguacates Hass confiablemente cremosos.

Nuestro amor por el aguacate también ha sido motivado por los cambios culturales, grandes y pequeños: la popularidad de los tacos, el auge del café de moda, la rehabilitación de la grasa como un alimento saludable. Mientras tanto, una campaña de mercadotecnia de la firma de relaciones públicas Hill & Knowlton, que comenzó a principios de la década de los noventa, convenció a Estados Unidos de que el domingo del Super Bowl no podía celebrarse sin guacamole. El año pasado, ese domingo únicamente, los estadounidenses degustaron aproximadamente unos 52 millones de kilogramos de aguacates.

Claro, los aguacates son deliciosos, pero han sido deliciosos durante siglos sin inspirar un deseo que raye en la obsesión. Hace casi 500 años, un español llamado Fernández de Enciso, que los había probado en el Nuevo Mundo, calificó la mantequilla del aguacate como “una cosa maravillosa”. Pero hasta donde sabemos, nunca lo comió en tostadas con un aderezo de rábano picado y semillas de sésamo.

Para las generaciones anteriores, el aguacate era un aperitivo sofisticado. En la década de los treinta, las amas de casa servían uvas y aguacate cuando se reunían con sus amigas. En 1963, el escritor especializado en los alimentos Craig Claiborne escribió que “el aguacate es tan adaptable como la gelatina”, lo cual no parece ser muy atractivo. En aquel entonces, el aguacate era un ingrediente de la cena que se comía con moderación, en mitades con su cáscara, tal vez relleno con algún ingrediente de lujo como el cangrejo o el camarón.

En la década de los ochenta, en el apogeo de la ortodoxia baja en grasa, se consideró que el aguacate engordaba peligrosamente y su precio al mayoreo se desplomó a 20 centavos de dólar por kilogramo. En 1982, los productores de aguacate de California tenían tantos frutos que consideraron comercializarla como alimento para perros (no es una gran idea, ya que contiene persina, una sustancia que les produce malestar estomacal a ciertos caninos).

Hasta hace poco, los aguacates tenían la reputación de tener la misma probabilidad de salir buenos o malos. O estaban inmaduros y duros como piedra, o eran terriblemente suaves. ‘The Dud Avocado’ fue una novela de culto de los años sesenta de Elaine Dundy. Pero no puedo recordar la última vez que degusté un aguacate inmaduro. La mayor fiabilidad de la calidad del aguacate debe ser otra razón por la que comemos tantos de ellos.

El aguacate es uno de los pocos alimentos modernos que se las ingenia para superponer nuestras ideas de comodidad y salud. Algunos pueden burlarse de la popularidad y el costo de la tostada de aguacate: ¡nueve dólares por un pedazo de pan artesanal untado con ese sensacional pudin verde!

Pero mientras la demanda actual se mantenga, el resto de nosotros tendrá la boca demasiado llena de aguacate como para quejarse.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 15/03/2018