Parece libelo, pero el día del amor y la amistad nunca falta el amargado, y le alegrará saber que J. Paul Getty es quien lo personifica, aferrándose a sus innumerables miles de millones de dólares al negarse a pagar un centavo de rescate por su nieto secuestrado en All the Money in the World’ (Todo el dinero del mundo).

La película de Ridley Scott tuvo que ser resucitada literalmente y con sorprendente éxito, todo esto debido a un cambio de protagonista de último minuto.

 Como todo el mundo, bueno. . . como casi todo el mundo lo sabe, Kevin Spacey ya había terminado su papel como Getty, el hombre más rico de su tiempo, o quizás el más rico de la historia; entonces sobrevino la repentina deshonra pública del actor.

Seis semanas antes del lanzamiento programado de la producción, llamaron al célebre Christopher Plummer para volver a filmar las escenas de Spacey, y lo ha hecho con tanto gusto y entusiasmo que es difícil imaginar a alguien más interpretando el consabido papel.

Este es uno de esos dramas “inspirados en hechos reales”, lo que significa que David Scarpa, quien basó su guion en el libro sobre crímenes reales de John Pearson, se tomó suficientes libertades para hacer que la historia fuera muy divertida.

La cinta no lo hace a uno sentir completamente bien con uno mismo --solo una persona es agradable, y trataremos sobre ella en un momento-- pero es expansiva y melodramáticamente entretenida, con el retrato de un excéntrico con el alma quebrada, que infunde más miedo que la vida misma.

 El cuerpo de Getty no es habitado por un espíritu en toda regla. Su capacidad de prodigar amor se limita al dinero o las cosas que éste puede comprar, y valora esas cosas por su materialización y la confianza en su incapacidad para molestarlo con demandas inesperadas de empatía, compasión o generosidad.

 Getty era, de hecho, filantrópico, pero en sus propios términos. En lugar del hombre en la cabina de vidrio --ese era Adolf Eichmann, que no tenía alma-- es el hombre de la cabina telefónica que instaló en su mansión inglesa para que sus invitados pudieran pagar sus llamadas.

 La historia comienza en Roma, en 1973, con lo que parece ser una secuencia  extravagante muy al estilo Fellini en el poético blanco y negro. Scott, un cineasta ingenioso, parece haber pasado un buen rato en ésta secuencia. Poco a poco las imágenes toman color, mientras que la acción se remite al secuestro, perpetrado por delincuentes enmascarados, del nieto favorito de Getty, de 16 años de edad, John Paul Getty III (personificado por Charlie Plummer, que no tiene relación con Christopher).

En una película normal sobre un crimen normal de esta categoría, el próximo paso sería la negociación, pero no en este caso. Cuando el abuelo recibe la noticia, su respuesta a su secretaria es escueta: “No estoy disponible”.

Así es como comienza el verdadero drama, teniendo a Getty frustrando a los secuestradores con su gélido corazón y a la madre de Paul, Gail Harris, interpretada por Michelle Williams, rogándole que se comporte como un ser humano.

Si usted es un admirador del trabajo de Williams, y también si no lo es, le espera una sorpresa así como también un regalo. Ella tiene un papel complejo que desempeñar --Gail es inteligente, decidida y tiene principios-- y lo interpreta con una sofisticación aguda digna de Katharine Hepburn, aunque también hay un poco de Julie Harris en su voz.

Esto no lo digo para sugerir que Williams toma prestado, imita o canaliza el estilo de las divas antes mencionadas, solo para decir que lo que ella le aporta al papel es novedoso y refrescante, y que convierte a Gail en una fascinante luchadora --el ardiente aspecto humano de un duelo con un insaciable diablo adquisitivo (que, para ser justos, también muestra los rasgos casi humanos que Plummer le imbuye a su parte del combate).

El elenco de apoyo está encabezado por Mark Wahlberg y Romain Duris. El primero interpreta a Fletcher Chace, un ex agente inescrupuloso de la CIA al servicio de Getty, al menos hasta que conoce a Gail, y que vuelve a tener escrúpulos. Duris es Cinquanta, el líder de los secuestradores y una figura significativa en la fase de acción y aventura de la película, cuando el seguimiento policial se vuelve errático y operístico.

‘Todo el dinero del mundo’ no tiene nada profundo que decir acerca de la riqueza, o la psicología de los súper ricos, y el aleccionamiento no es el objetivo primordial.

Pero bien vale la pena todo el dinero que pueda pagar para ver al Getty de Plummer decir elocuentemente: “Ahí estás, niño hermoso” cuando no se ve a niño alguno que esté vivo o, en su caso, respirando.

Traducido por Michelle del Campo

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 13/02/2018