Se trata del excepcional personaje hiper-evolucionado –probablemente uno del tipo budista-- que puede deambular tranquilamente por los pasillos de las redes sociales sin sentir la más mínima pizca de resentimiento. Está el viaje a París en parejas al que no lo invitaron (¡a pesar de que usted los presentó!). La beca que su hijo no obtuvo (¡pero él es tan brillante!). El ascenso que no obtuvo. . . y que fue para su colega menos talentoso. Cosas que podrían haber . . . ¡Que debieron haber sido suyas y punto!

El resentimiento es la indignación que se siente como reacción a una real o aparente afrenta, o una sensación de inadecuación provocada por las acciones, comentarios o la simple existencia de alguien o algo más. Es la sensación de que no está obteniendo lo que le corresponde en justicia mientras otro obtienen más de lo que se merecen.

El resentimiento tiene sus beneficios. Un estudio de 2017 publicado en la revista Journal of Experimental Psychology, realizado con más de dos mil 300 pacientes de todo el mundo, encontró que el resentimiento a corto plazo puede ayudar a aumentar la autoestima, ya que nos permite culpar a otros por nuestros problemas.

Pero estos beneficios son de corta duración. El resentimiento es, de hecho, altamente nocivo. Una revisión clínica del 2011 sobre los efectos emocionales y psicológicos de la ira y el resentimiento en el cuerpo, con contribuciones de varios autores, mostró que la amargura crónica puede afectar el metabolismo, el funcionamiento del sistema inmunológico y el buen funcionamiento de los órganos.

Algunos psicólogos incluso creen que, si no se controla, el resentimiento puede convertirse en un “trastorno de amargura postraumático”, que puede manifestarse como ansiedad, depresión y arranques de ira (el diagnóstico aún no es oficial, pero se ha discutido en la literatura durante más de una década).

Las actuales tendencias demográficas y tecnológicas no han sido de gran ayuda.

De acuerdo con un estudio de 2010 publicado en Journal of Social Psychology and Personality Science, el narcisismo clínico entre colegas estudiantes --que es cuando se piensa de manera exagerada que se tiene derecho a algo, una menor moralidad y que se exhibe una competitividad feroz-- aumentó 30% de 1982 a 2006, cuando dos de cada tres estudiantes tuvieron altos niveles del trastorno.

Ese grupo demográfico es ahora el principal grupo de usuarios de las redes sociales. A menudo muestran solo las partes más favorecedoras de su vida, con el propósito de transmitir o implicar su estado y posición. Caso en el que se está literalmente destinado a resentir el éxito, belleza, o la fortuna de otra persona.

La importancia y visibilidad que los medios sociales le han dado a la interacción social también implica que la edad adulta ahora se parezca con frecuencia a un concurso de popularidad. Transmitimos nuestras vidas y nos resentimos cuando somos excluidos de la vida social de los demás. Como dice el refrán actual: “Si no está en Instagram, no sucedió”. Pero si está en Instagram --y si tú no estás ahí-- es difícil no sentirse desairado.

También somos una sociedad que está obsesionada cada vez más con la riqueza, y especialmente cuando nuestros amigos nos superan. Esto también engendra resentimiento. Tal vez esos amigos no trabajen tan duro como usted, o se casaron con alguien acaudalado y ahora tiene una fortuna que no se ganaron.

Un artículo de 2005 publicado en la revista Quarterly Journal of Economics analizó datos recabados por la encuesta National Survey of Families and Households, representando a 10 mil personas. El estudio encontró que el “ingreso relativo” --es decir, cuánto cree que gana uno en comparación con los demás-- es más importante para determinar la autoestima que lo que realmente percibe uno.

Aquellos que tienen una baja autoestima son más propensos a sentir los efectos del resentimiento. Ya sea que se trate de las redes sociales o de la vida real, sean extraños o amigos, el ver a otros que están en una buena posición económica, incluso si no hacen ostentación de ello, pueden forzar a aquellos con menos a confrontar sus propias ideas acerca de sus recursos.

En los últimos 80 años, investigadores del Harvard Study of Adult Development han analizado cómo los estadounidenses hablan de su propia felicidad. Es el estudio más largo jamás realizado sobre el tema. En el que han descubierto que no es el dinero o la fama, ni las posesiones ni el aspecto, lo que conduce a la felicidad, sino las buenas relaciones. Sin embargo, cuando se les pregunta, la mayoría de las personas, especialmente los jóvenes, creen que el dinero o la fama los hará felices.

En una charla, Robert Waldinger, actual director del estudio, informó que 80% de los millennials dicen que su objetivo en la vida es ser ricos. El cincuenta por ciento dijo que uno de sus objetivos es ser famoso. La mayoría, por supuesto, no  logrará ninguna de los dos objetivos. Entonces, ¿es de extrañar que el resentimiento esté en aumento?

El resurgimiento del resentimiento tiene algo que ver, sospecho, con un hecho social muy positivo: el desarrollo femenino. A medida que las mujeres se vuelven más diversas en sus logros, niveles de ingresos y deseos, hay más oportunidades para que se pregunten si podrían ser o tener más –y cuestionarse el por qué se han quedado cortas en sus aspiraciones.

Hay más oportunidades para que las mujeres resientan a aquellos que comparten sus vidas --hombres, otras mujeres o sus propios hijos-- de quienes pueden pensar que están obstaculizando su avance. Enséñenme una mujer profesionista que no sienta resentimiento por llegar a casa y encontrar una pila de ropa sucia, a sus hijos hambrientos y a su marido jugando en la consola Xbox y les mostraré un unicornio mágico.

La buena noticia es que la solución para superar el resentimiento reside en  nosotros mismos. Esto consiste en aprender a moderar el resentimiento –recordando que la felicidad está en lo que tenemos y no en lo que carecemos.

Eso, por lo menos, requiere aceptar que los otros no pueden controlar nuestra felicidad o cómo decidimos vivir nuestra vida, así como tampoco nosotros podemos controlar cómo ellos eligen vivir la suya.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

Copyright © 2017 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 25/01/2018