La mayoría de los niños menores de siete años no pueden dominar sus emociones ni razonar como los adultos, por lo que son inevitables las luchas de poder con ellos.

¿Quién puede manejar el control remoto del televisor o el teléfono inteligente? ¿Se resiste el niño a bañarse, vaga después de la hora de ir a la cama, profiere alegremente malas palabras o golpea a sus hermanos cada vez que tiene oportunidad?

La respuesta a por lo menos algunas de estas preguntas debe ser sí, si es que el niño es un ser humano en crecimiento y no un robot.

Experimentar con la autonomía y observar cómo reaccionan sus padres es parte del desarrollo de un niño. Establecer límites apropiados para la edad es el rol del adulto.

La dinámica se vuelve aún más compleja cuando un niño es desafiante o impulsivo por naturaleza, cuando un padre está bajo presión excesiva, o todo lo anterior. Esa es quizás una de las razones por las cuales 66% de los padres estadounidenses, cuando se les preguntó en 2016 en General Social Survey (Encuesta Social General), una encuesta financiada por el gobierno federal, estuvo de acuerdo con la afirmación: “A veces, un niño solo necesita una buena y dura zurra”. (El número ha disminuido en aproximadamente 15 puntos porcentuales en las últimas tres décadas).

Una serie de estudios vinculan los golpes con los problemas de comportamiento posteriores. Un análisis posterior de 2016 sobre cinco décadas de investigación sobre el tema sugiere que darle nalgadas a un niño pequeño no solo es una forma ineficaz de imponer disciplina, sino también un catalizador de problemas de salud mental y de comportamiento más grave en el futuro. De hecho, el castigo corporal de los niños es ahora ilegal en 53 países, y la prohibición de cualquier tipo de golpes a los niños --con una mano o un objeto-- es un movimiento internacional en crecimiento.

El golpear el trasero de un preescolar con la mano abierta desanima o exacerba la mala conducta, eso es algo que sigue siendo un tema controvertido en Estados Unidos.

Agregándole matices al debate: Los estudios que se han realizado son observacionales, es decir, muestran que los problemas de comportamiento por las nalgadas y del futuro están estrechamente relacionados pero no que lo primero cause definitivamente lo último.

Los niños no pueden ser asignados aleatoriamente, con fines experimentales, a grupos de niños castigados físicamente y los que no fueron golpeados, por lo que es difícil discernir si los problemas de conducta posteriores pueden atribuirse a ese factor.

Un nuevo estudio dirigido por Elizabeth Gershoff, profesora de desarrollo humano en University of Texas en Austin, tuvo como objetivo resolver esta disputa. Publicado recientemente en la revista Psychological Science, el estudio controló estadísticamente los problemas de comportamiento inicial de los niños y las características de sus padres. Se encuestó a más de 12 mil familias estadounidenses, desde el jardín de niños hasta el octavo grado, como parte del Early Childhood Longitudinal Study, un estudio representativo a nivel nacional.

Los investigadores emparejaron sujetos que habían y no habían sido castigados físicamente a los cinco años pero que eran equivalentes en otros 38 factores. Estos incluyeron el nivel inicial de problemas de conducta del niño de acuerdo con lo evaluado por el docente, y el estado civil de los padres, la salud mental, los niveles de estrés y el estilo de crianza de los hijos de acuerdo con lo definido por sus respuestas a las preguntas de la entrevista.

Los investigadores descubrieron que un niño que recibió una nalgada a los cinco años tenía muchas más probabilidades de tener problemas de conducta a los seis años y más serios a los ocho años, de acuerdo con las evaluaciones de los maestros. La relación entre el castigo corporal y la actuación posterior fue incluso más fuerte si los padres decían que habían golpeado a los niños de cinco años la semana anterior a la encuesta, una indicación de que las nalgadas podrían haber sido relativamente frecuentes.

“Esto es lo más cerca que podemos estar, fuera de un experimento, de decir que las nalgadas causan cambios negativos en el comportamiento de los niños. No se me ocurre otra manera de explicar nuestros resultados”, me dijo Gershoff.

American Pediatric Society recomienda a los padres evitar las nalgadas, y American Psychological Association advierte contra dicha práctica. Los padres estadounidenses parecen tener una opción: utilizar una forma de disciplina física que juega con el futuro de sus hijos o encontrar otras formas de ayudarlos a aprender a controlarse.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 04/01/2018