Cuando una película se llama ‘Stronger’ y su héroe es un sobreviviente mutilado del atentado perpetrado en el maratón de Boston, surgen ciertas expectativas. ¿Coraje? ¿Valor? ¿Tragedia? ¿Un resabio de comedia oscura? ¿Excesiva tenacidad?

Sí, y “Stronger” ofrece todo lo anterior. Pero lo hace de una manera que trastoca la idea de la adoración al héroe que surgió en Estados Unidos después del atentando terrorista del 11 de septiembre, de una manera tan bienvenida como inquietante.

Igualmente inquietante: Jake Gyllenhaal, que siempre pende sobre él un ingenio locuaz y que en esta cinta realiza una representación impactante pero vulnerable de Jeff Bauman, un tipo de Boston que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado: la foto de Bauman posterior al atentado con sus piernas destrozadas, se convirtió en el sentido emblema de la catástrofe.

Cuando él despierta en el hospital, intubado y enmudecido, lo primero que escribió fue “vi al agresor” --uno de los hermanos Tsarnaev lo empujó justo antes de la explosión y entonces se percata de la relación de los hechos, aunque frugales. El FBI llega. La tendencia que tiene el público de siempre tratar de encontrar un punto positivo en medio del terror sin sentido de repente tiene una salida.

Desde el principio, Jeff se resiste a que le achaquen a él todo el “Boston Strong”. “¿Soy un héroe por estar ahí y que me hayan arrancado las piernas?”.

La única razón por la que estuvo en el Maratón fue para impresionar a su, por periodos, novia Erin Hurley (una maravillosa Tatiana Maslany), que en realidad estaba corriendo.

En todo caso, Erin es la verdadera heroína de ‘Stronger’. Ella es la persona que no lo abandona, que compone a Jeff cuando está hecho todo un lío, y que contiende con la familia de Jeff, quienes, si deben ser interpretados como típicos de la comunidad obrera de la ciudad, podrían elaborar el argumento de una demanda por difamación sufrida por parte de un estrato completo de ciudadanos de Boston.

Es una caracterización notable, en realidad.

Encabezada por una épica Miranda Richardson como la madre de Jeff, Patty, la familia Bauman es un clan casi cómicamente vulgar de fanáticos alcohólicos de los Medias Rojas que llegan a disfrutar de la celebridad de su hijo mutilado.

Lo obligan a agitar la bandera del equipo en un juego de hockey de los Bruins, durante el cual experimenta un recuerdo violento del bombazo. No pueden creer que él no quiera que Oprah Winfrey visite su casa.

“Vamos, es Oprah”, le suplica su madre, ajena a su dolor. Ella es un monstruo en toda la regla, pero nadie más que Erin está exento de esa categorización.

El director David Gordon Green, quien se basó en la adaptación que hizo el guionista John Pollono del libro escrito por Bauman y Bret Witter, mantiene un ritmo dinámico.

En la cinta apenas y hay un momento de profunda melancolía, lo que es notable dado el tema; y las cosas que hacen que la historia de Bauman sea algo más que una telenovela con un toque de eventos de actualidad se trasmiten fuerte y claro: la vergüenza de ser públicamente deificado por algo que usted considera una coyuntura personal muy estúpida; la idiotez evidente de los personajes que acusan a Jeff de ser parte de una operación de “bandera falsa”; la casi imposibilidad de funcionar como un hombre sin piernas, no solo como un ciudadano del mundo moderno, sino como un miembro de una familia en la que alguien debería saber cómo instalar una baranda en un baño.

Por supuesto, ser Jeff Bauman no es fácil y ni siquiera es del todo agradable. Pero el hecho de que sobreviva a esa familia ya lo convierte en un héroe, por lo menos en lo que respecta a mi persona.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

Copyright © 2017 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 03/01/2018