La mayoría de los atletas aceptan el lema olímpico “¡Más rápido, más alto, más fuerte!”

Kurt Chambers solía ser uno de ellos. Pasó 10 años compitiendo en maratones y triatlones de distancia olímpica y buscando un nuevo desafío, recurrió al buceo libre y adoptó la filosofía de “más lento, más profundo, más tranquilo”. Aguantar la respiración “requiere un nivel de fortaleza al que nunca antes tuve que recurrir", dijo.

Chambers, ahora de 36 años, creció en Texas. En 2003 se mudó a Hawai para asistir a la escuela de postgrado y comenzó a incursionar en la pesca submarina, lo que le obligó a mantener la respiración bajo el agua durante prolongados períodos de tiempo. “No mostré ningún talento especial al principio", dijo. Intrigado por la idea de sumergirse más profundo, se inscribió a un curso de buceo libre y se educó así mismo sobre la ciencia de nadar hacia las profundidades sin respirar.

Cinco años después, comenzó a competir. En mayo de 2016, estableció dos récords estadounidenses en Caribbean Cup en Roatán, Honduras. En la disciplina de peso constante, donde los buceadores se ayudan usando aletas, Chambers se zambulló a una profundidad de 100 metros en poco menos de tres minutos.

En la disciplina de inmersión libre, que no permite el uso de aletas pero sí permite a los buceadores descender ayudándose con una cuerda guía, alcanzó los 94 metros. Su récord personal de aguantar la respiración bajo el agua sin nadar es de siete minutos, 18 segundos.

“Todos los seres humanos tenemos el reflejo mental inherente de respirar”, dijo. “Los buzos avanzados aprenden a no ignorar ese impulso, sino a tolerarlo en medio de la incomodidad”. Atribuye la fortaleza mental que desarrolló con los brutales entrenamientos de pista, los entrenamientos de natación de maestros y las repeticiones de ciclismo de montaña que le confiere una ventaja para manejar la incomodidad intensa, que incluye presión en el pecho y los oídos.

 Chambers, que también imparte cursos de inmersión libre (apnea) en casa en la costa Kona de Big Island, cree que cualquiera puede aprender a contener la respiración. Los beneficios, dijo, se traducen en otros deportes, como el surf y el remo, e incluso en la vida cotidiana cuando necesitamos mantener la calma bajo presión. “La apnea es como la meditación”, dijo. “Nos enfocamos tanto a trabajar el cuerpo físico que nos olvidamos de trabajar nuestra mente".

 

El entrenamiento

“Existe la idea de que la fuente de nuestros poderes secretos, el reflejo de inmersión de los mamíferos, se ve reforzado por la estimulación frecuente”, dijo, refiriéndose a la reacción fisiológica natural que ocurre cuando los mamíferos se sumergen en el agua.

Cuando se produce este reflejo, el corazón se desacelera, los vasos sanguíneos periféricos se contraen para que llegue más sangre al cerebro y los órganos vitales, y el bazo se contrae para liberar más glóbulos rojos. Estas reacciones, explica, ayudan a reducir el consumo de oxígeno de un buzo mientras continúa suministrando cantidades suficientes de oxígeno a los órganos vitales. “Intento ejercer ese reflejo todos los días en el agua”.

Chambers alterna entre el océano y la piscina. “Las herramientas complementarias, como las mono-aletas, ayudan tanto a los apneístas que ni siquiera requieren tener un conocimiento profundo de la técnica de natación y los patrones musculares para ser competitivos”, dijo. “Muchos apneistas profesionales tienen una técnica tan deficiente que harían temblar a un nadador de secundaria".

La técnica y el trabajo de fuerza, similar a la forma en que entrena un nadador, son claves para su rutina. Un entrenamiento de piscina puede incluir 10 repeticiones de recorrer 30 metros cada 2 minutos y 30 segundos. Dentro de cada 30 metros, se nadan los primeros 15 metros completamente bajo el agua en la disciplina “sin aletas”, básicamente nado de pecho bajo el agua. Luego se sale a la superficie, se hace una respiración y se continúa otros 15 metros en la superficie respirando. “Esa segunda parte es como se siente un nadador cuando saca las paletas de mano para nadar y reanuda la natación sin la resistencia añadida”, dijo.

A diferencia de muchos buzos veteranos que practican una inmersión con una sola meta en el océano, Chambers realiza muchas repeticiones de un ejercicio. En lugar de sumergirse a 60 metros una vez, puede sumergirse a 30 metros 10 veces, enfocándose intensamente en su entrada, realizando las primeras brazadas lo más rápido posible e intentando minimizar el número total de brazadas.

Este es el primer año que agrega fortaleza y flexibilidad a su entrenamiento. “En el gimnasio, evito los ejercicios de fortalecimiento muscular como levantar pesas recostado en una banca”, dice. “Más masa muscular requiere más oxígeno”. Se centra en fortalecer la espalda y los abdominales, la clave de una patada de delfín eficiente y sin aletas, así como los pequeños músculos estabilizadores que están alrededor de los hombros y la espalda para ayudarle a nadar de manera eficiente con los brazos sobre su cabeza. “Esa posición es desafiante con una flexibilidad limitada del hombro”, dijo.

Una de las partes más difíciles del entrenamiento, dijo, es la recuperación. “Estás presionando tu cuerpo de una manera diferente a correr un maratón. Después de dos inmersiones profundas, tienes que relajarte para reconstituir tus glóbulos rojos. Tengo que obligarme a relajarme y ver películas”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 28/12/2017