¿Cuándo comenzamos a entrar en pánico? DeepMind, una compañía de inteligencia artificial (IA) de Londres, acaba de anunciar otro gran avance.

Empezando únicamente con las reglas del antiguo y sublime juego de mesa Go, el algoritmo se enseñó a sí mismo a jugar mediante prueba y error. Después de jugar cuatro millones de juegos contra sí mismo, el programa, llamado AlphaGo Zero, alcanzó un rendimiento sobrehumano. Y lo hizo en menos de un mes, en comparación con la década o dos de capacitación que le toma a un ser humano convertirse en experto en Go.

Como es habitual, algunos expertos le han restado importancia a los temores públicos sobre la IA, enfatizando que un progreso tan asombroso no es motivo de alarma, ya que jugar Go no es una habilidad útil en el mundo real. No está cerca del tipo de inteligencia general que los humanos son capaces de utilizar.

Sin embargo, a muchos otros preocupa y con razón de que la IA cause un gran daño a la sociedad, que deje sin trabajo a la gente, aumente la desigualdad y le quite las guerras al control humano, al presentar incluso un riesgo existencial para el futuro a largo plazo del Homo sapiens.

Ya sea que usted esté o no entre aquellos que creen que la llegada de la IA a nivel humano señala los albores del paraíso, como el tecnólogo Ray Kurzweil; o el ocaso de la era de los humanos, como lo creen el prominente filósofo Nick Bostrom, el físico Stephen Hawking y el empresario Elon Musk, no hay dudas de que AI influirá profundamente en el destino de la humanidad.

Hay una forma de lidiar con esta creciente amenaza para nuestra forma de vida. En lugar de limitar más la investigación en la IA, debemos dirigirla en una nueva y emocionante dirección. Para mantenerse al tanto con las máquinas que estamos creando, debemos avanzar rápidamente para actualizar nuestras propias computadoras orgánicas: debemos crear tecnologías para mejorar las capacidades de procesamiento y aprendizaje del cerebro humano.

La IA nació esencialmente en el verano de 1956 cuando científicos, matemáticos e ingenieros se reunieron en Dartmouth College para debatir sobre las llamadas máquinas pensantes. Desde entonces, hemos vivido un progreso sorprendente.

En 1997, la computadora Deep Blue de IBM derrotó al entonces campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov. En 2005, la IA aprendió a conducir, cuando un vehículo autónomo completó un recorrido todo terreno de 211 kilómetros en el desierto de Nevada-California en menos de siete horas.

En 2011, otra computadora de IBM, Watson, superó a seres humanos en el concurso "¡Jeopardy!". El año pasado, AlphaGo (predecesora de AlphaGo Zero) saltó a la fama internacional al derrotar inesperadamente a Lee Sedol, un importante jugador de Go. AlphaGo recibió capacitación sobre 160 mil juegos de una base de datos de juegos Go previamente realizados. AlphaGo Zero prescindió de cualquier sabiduría humana acumulada y aniquiló decisivamente a su padre, AlphaGo, por 100 a 0.

Por ahora, las máquinas son mejores que los humanos en juegos como damas, ajedrez y Go, en el que cada jugador puede ver todo. Además, las computadoras también están tomando la ventaja en los juegos que involucran el juego, el engaño y otras habilidades sociales. A principios de este año, Libratus, un programa desarrollado en Carnegie Mellon University, venció a cuatro jugadores principales en un torneo de 20 días de póker No-Limit Texas Hold 'em. El código no necesita blofear, éste simplemente supera a los humanos.

La IA también aprendió a escuchar y a hablar, en la forma de asistentes personales digitales. Ahora tenemos Siri de Apple, Alexa de Amazon, Cortana de Google y Google Now, aunque sus habilidades conversacionales aún son mínimas. Dentro de una década o dos, sus voces se volverán indistinguibles para cualquier ser humano, excepto que estarán dotadas de un recuerdo perfecto, aplomo y paciencia.

Estos avances espectaculares se basan en la ley de Moore, la observación empírica de que el número de componentes por circuito integrado se duplica cada año. No es fácil de comprender ese crecimiento exponencial. El poder computacional en bruto se ha incrementado en aproximadamente 10 mil millones de veces desde que las computadoras fueron creadas para ayudar a diseñar bombas atómicas. Ahora estamos viendo las primeras computadoras cuánticas comerciales que impulsarán aún más el poder de computación.

Todos nos veremos afectados por los cambios provocados por esta cuarta revolución industrial. El primero, impulsado por la máquina de vapor, nos llevó de las sociedades agrícolas a las urbanas. El segundo, impulsado por electricidad, marcó el comienzo de la producción en masa y creó una cultura de consumo. El tercero, centrado en las computadoras e internet, cambió la economía de la manufactura a los servicios.

Todos ellos aumentaron profundamente la productividad humana, el bienestar y la esperanza de vida. El empleo se adaptó a medida que las máquinas reemplazaron gradualmente cada vez más aspectos del trabajo humano con el paso del tiempo.

Sin embargo, esta no es una ley de la naturaleza. En el futuro, no hay garantías de que todos o incluso la mayoría de los adultos tengan trabajo, en particular a medida que se acelera la velocidad de los cambios impulsados por la tecnología. En algún momento, el ritmo del progreso excederá la capacidad de los individuos y de la sociedad en general para adaptarse. Algo que podría ser catastrófico.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 09/11/2017